Más derecha que nunca: el año que el centroderecha termina distinto a como empezó

Por primera vez en mucho tiempo los electores de este espectro político no tienen una única referencia en la que mirarse

Pablo Casado, elegido nuevo presidente del PP tras imponerse con holgura a Santamaría
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Pocos podían imaginar cuando comenzó este año que el centroderecha español iba a ser tan distinto al acabarlo, con un PP "sin complejos" que ha endurecido su mensaje, un Ciudadanos en alza con expectativas de entrar en gobiernos y un aterrizaje, el de Vox, que todos temen.

Una derecha que es más derecha que nunca y que está centrada, sobre todo en el caso del PP liderado por Pablo Casado, en el rearme ideológico que le permita recuperar los votantes suficientes para volver a La Moncloa tras la salida abrupta de Mariano Rajoy con una moción de censura.

Pero en este nuevo tablero hay más fichas que se reparten los votos. Por primera vez en mucho tiempo los electores de este espectro político no tienen una única referencia en la que mirarse.

Todos esperan ahora, por eso, a ver qué ocurre en Andalucía, el primer territorio en el que las derechas buscan ya el entendimiento.

Para los populares, la primera parte del año tuvo más de una convulsión, sobre todo la de Cristina Cifuentes, que tras el escándalo de su máster acabó dimitiendo el 25 de abril después de publicarse un vídeo en el que se le atribuye un supuesto hurto en un supermercado en 2011.

El terremoto, sin embargo, estaba por llegar. Y cuando con la aprobación de los presupuestos parecía que Rajoy tenía oxígeno para acabar la legislatura, se conoció la sentencia del caso Gürtel.

Una sentencia que dudaba de la credibilidad del presidente cuando negó la existencia de una caja B en el PP y que llevó al líder socialista, Pedro Sánchez, a presentar una moción de censura.

El 5 de junio, solo cuatro días después de perder aquella moción y el Gobierno, Mariano Rajoy anunciaba su marcha también del liderazgo del Partido Popular.

"Es lo mejor para el PP, para mí y para España", decía Rajoy abriendo un proceso, el de su sucesión, que fue de todo menos tranquilo.

Una lucha a tres -en primera ronda a seis- en la que Pablo Casado tenía una estrategia ganadora, la de pasar el primer corte, porque después el camino estaría hecho: la enemistad entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal haría que la perdedora, en este caso Cospedal, se volcase en brindarle sus apoyos.

Así fue, y Pablo Casado ganó con rotundidad un congreso al que se presentó como adalid de la renovación pero guardián, al mismo tiempo, de las esencias del PP, de los principios y valores "de siempre".

Ya cuando anunció su candidatura subrayaba que su misión era recuperar para el PP a todos los votantes decepcionados, estuvieran donde estuvieran. En casa, en Ciudadanos o en Vox.

Después elevó la ambición de su objetivo, porque quiere aglutinar a todas esas fuerzas y "refundar" el PP como hizo José María Aznar en su momento.

Porque no hay que olvidar que entre las muchísimas cosas que le han pasado a la derecha en 2018 está la rehabilitación de Aznar, alejado de su partido durante años por su mala relación con Rajoy y la anterior dirección y 'rescatado' ahora por su pupilo.

"El PP ha vuelto" dijo Casado cuando fue elegido, como si al PP anterior -en cuya dirección estuvo- le faltase algo.

Y ese algo no es más que los cimientos ideológicos que este PP considera fueron abandonados por el anterior.

Casado no tuvo que esperar a 2019 para testar sus mensajes, porque Susana Díaz adelantó las elecciones andaluzas al 2 de diciembre y la campaña electoral autonómica le sirvió al líder del PP de ensayo. Parecía un candidato más, y en muchos casos hacía sombra a Juanma Moreno.

El del líder del PP fue el desembarco más intenso, pero no el único, porque Ciudadanos también se volcó en esta campaña, con Albert Rivera e Inés Arrimadas acompañando a su candidato Juan Marín.

Pero estas elecciones tuvieron sobre todo un invitado que muy pocos imaginaron llegaba con toda la intención de quedarse: Vox.

Cabalgando por tierras andaluzas, el partido que lidera Santiago Abascal logró casi 400.000 votos con un discurso dirigido en buena parte al descontento social por la inmigración o al hartazgo ciudadano por la situación en Cataluña.

Los mismos temas a los que recurrió Casado en su campaña, orientada primero para evitar el sorpasso de Ciudadanos pero más pendiente al final de Vox y de su ya previsible entrada en las instituciones.

Al final, toda la derecha se volcó en los mensajes nacionales, en la apelación a la unidad de España y el rechazo a un Partido Socialista que gobernaba en Andalucía y al mismo tiempo pactaba con el independentismo.

Llegó la cita con las urnas y todo fueron sorpresas. El PSOE se hunde y, aunque gana, no suma para gobernar. El PP cae casi en la misma medida pero puede hacerse con San Telmo. Ciudadanos despega pero no adelanta a los populares. Adelante Andalucía también pierde y no logra ser clave y Vox entra con mucha más fuerza de la esperada: Doce diputados.

En doce días se constituye el Parlamento y para entonces puede que ya se sepa si la derecha gobierna Andalucía tras casi cuarenta años de socialismo.

Porque si algo ha dejado claro el PP es que no tiene miedo a Vox ni a su apoyo, digan lo que digan los demás partidos sobre el peligro que tiene codearse con la extrema derecha. Otra cosa es que a Ciudadanos le convenza la jugada y que se le relacione, aunque sea indirectamente, con Vox.

Así, 2018 puede acabar con un pacto por la derecha que puede repetirse en 2019 en muchos otros territorios.

Y habrá que ver si el año que llega es tan convulso para la derecha como lo ha sido éste.

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