Opinión

Jugar fuera de casa

Los CDR están ya planificando jugar fuera de casa. Tras constatar el éxito de crítica y público que produce su matonismo, pretenden trasladar el espectáculo a la capital del Reino de España. No se trata de un acto de vasallaje, ni mucho menos, sino que, con gran inteligencia, han sopesado que desde el 2 al 13 de diciembre, Madrid va a estar bajo los focos de la actualidad mundial, mientras se celebre la Conferencia sobre el Cambio Climático.

Y es que ha llegado un momento en que cortan la Diagonal de Barcelona y, cuando la noticia aparece en la redacción de una televisión inglesa o de un periódico alemán, los periodistas bostezan, y miran a ver si hay alguna cosa menos habitual y aburrida.

Otra cosa es tratar de reventar la salida del AVE de Atocha, por donde llegarán algunos de los 20.000 visitantes que se esperan; o provocar un caos en Cibeles, o en Neptuno; o tratar de incordiar a los habitantes de esta ciudad, que es una manera fina de decir que van a venir a tocarnos los cojones (o los aledaños de la vagina para que las feministas no se sientan discriminadas).

Y es posible que organicen un caos formidable, y nos jodan la vida, y su hazaña aparezca en centenares de influyentes medios de comunicación. Incluso puede ser probable que entren a un bar, una vez logrados sus objetivos y, luciendo sus lazos amarillos, pidan unas cervezas para celebrar cómo han puesto Madrid patas arriba. Es probable.

Pero cuando los partidos se juegan fuera de casa, depende bastante de la afición local. Si la afición está desganada, pasota, no suele haber reacción, y se marcharán los autocares del equipo visitante, con toda su gloria. Ahora bien, si el hartazgo coincide en una de esas subidas de la adrenalina, a lo peor los echan a patadas de los bares, y la Policía se encuentra con una colaboración ciudadana sin precedentes. Pero siendo tan valientes no creo que por eso nos defrauden.

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