La flotilla pirata del Guadalquivir que vive de las angulas y los camarones que pescan como furtivos

- “Si no pescamos, no comemos”, cuenta a EL ESPAÑOL uno de los 40 pescadores furtivos. 

- La pesca de las angulas y los camarones está prohibida en Andalucía, pero para ellos es su modo de subsistencia. 

La flotilla pirata del Guadalquivir que vive de las angulas y los camarones que pescan como furtivos - MARCOS MORENO / EL ESPAÑOL
photo_camera La flotilla pirata del Guadalquivir que vive de las angulas y los camarones que pescan como furtivos - MARCOS MORENO / EL ESPAÑOL

Un reportaje de Andros Lozano publicado en EL ESPAÑOL

Al poco de llegar, como quien da una amarga bienvenida, la humedad se filtra por la suela del calzado. El frío ya no le abandona a uno hasta que abre el día. Son las siete y media de la mañana en las marismas del Guadalquivir. En este instante el sol comienza a dar una tibia luz sobre las embarradas aguas que descienden hacia la desembocadura del gran río andaluz, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).

Pero ahora estamos a la altura del margen del Guadalquivir en Lebrija (Sevilla). “Subid a la lancha, vamos en ella hacia los barcos”, dice José Manuel ‘el Gordo’, barba cana de varios días, gorro de lana en la cabeza, pitillo en la comisura de los labios.

Su compañero, David ‘el Feo’, más joven, es quien lleva la motora con la que ascendemos río arriba un par de kilómetros. De fondo suenan los graznidos de las grullas y los ánsares, que también despiertan. Estos dos hombres con los que se cita EL ESPAÑOL son pescadores furtivos: han cazado angulas durante años y ahora se dedican a apresar camarones con sus redes.

La pesca de dicho pescado y ese marisco están prohibidas en Andalucía, pero para ellos sigue siendo su modo de subsistencia. Sin ella, el hambre. “Si no pescamos, no comemos”, aseguran. “Y a nuestras casas tiene que llegar un plato de comida caliente cada día”.

José Manuel Vidal nació en Lebrija (Sevilla) hace 47 años. David García lo hizo hace 34 en Trebujena, una población de Cádiz vecina a la de ‘el Gordo’. Entre los dos hombres suman seis barcos. Al año, con ellos cada pescador se lleva en sus redes entre 3.000 y 4.000 kilos de camarones. El día que un reportero y un fotógrafo de este medio les acompañan David y José Manuel pescan cuatro kilos en solo unas horas.

Luego, lo limpian, lo congelan y lo venden a 10 euros el kilo. Sus ganancias oscilan entre los 18 y los 24.000 euros anuales. A ese dinero hay que descontarle los gastos de combustible, de redes o de poleas. Lo justo para vivir. Cuando pescaban angulas les iba mucho mejor. Llegaron a vender los 1.000 gramos hasta a 400 euros.

"Las multas son criminales"

“En 2010 se prohibió la pesca de la angula, que es el alevín de la anguila. Nosotros dejamos de pescarla tiempo después, hará unos cinco años. Las multas son criminales. Pero todavía hay quien trapichea con ellas”, dice David ‘el Feo’. En una ocasión, le multaron con 72.000 euros.

“La gente tiene que entender que de algo hay que comer. Y el que se ha dedicado toda su vida a esto no sabe hacer otra cosa”, puntualiza José Manuel. Ambos furtivos saben que si hoy llega la barcaza de la Guardia Civil y les pillan, les impondrán multas considerables por esquilmar las reservas de camarones del Guadalquivir.

En la actualidad, alrededor de 40 barcos ilegales siguen faenando en las aguas del Guadalquivir en el tramo del río que une Sevilla y Sanlúcar, muy cerca de Doñana.. Se trata de una flotilla pirata que no debería estar ahí, pero que se mantiene agazapada como barcos fantasmas. Ninguno tiene dueño formal.

Se trata de embarcaciones que tiene un valor de 25.000 euros cada una. Pero si alguien las quisiera comprar no pagaría más de 3.000. “La prohibición hace que este oficio, mientras sea ilegal, no tenga atractivo. Nosotros venimos de familias de riacheros y hemos nacido y crecido en el río. No sabemos hacer otra cosa”, coinciden ‘el Feo’ y ‘el Gordo’.

Se esquilmó el río

La Junta de Andalucía prohibió a finales de 2010 la pesca de la angula. Tomó la decisión tras comprobar que el volumen de capturas había menguado un 98% desde 1980. Se argumentó que por cada kilo de angula se capturaban cuatro de otras especies, como el langostino, y que se pescaban otras muchas en sus fases de larva o inmadura. Con esa medida, se prohibió de facto cualquier tipo de pesca en el Guadalquivir.

Fue un golpe duro para los conocidos como riacheros, pescadores fluviales del río de localidades como Trebujena, Lebrija o Isla Mayor, una población al otro lado de la margen del Guadalquivir, justo frente a las marismas lebrijanas. Desde 2010, los patrones del río andaluz sus patrones miran con envidia hacia Galicia, País Vasco, Aragón, Comunidad Valenciana o Asturias, comunidades donde, con sus limitaciones, sí se permite la captura de angulas.

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