Según recoge La Vanguardia, nada parece cambiar la tranquila y sosegada vida de Rocío Carrasco. La crisis del coronavirus no ha hecho grandes transformaciones en su día a día, pues hace dos décadas que es muy de estar en casa y se apartó de las fiestas y la vida social. No es usual verla en una rutina fuera de su domicilio y tampoco que conceda entrevistas, por eso estas palabras en ¡Hola! son tan excepcionales, aunque no haga ni la más mínima alusión al conflicto con su hija, a su paso por Supervivientes ni a la petición de la joven para retomar su compleja relación.
Rocío Carrasco solo ha roto su silencio en cuanto a su vida durante la pandemia, y como cuenta, poco ha cambiado en ella más allá de que ahora gusta de hacer deporte. “Fidel y yo llevamos veinte años de glorioso encierro”, ha contado a la revista. Celebró confinada su 43 cumpleaños el pasado 29 de abril y ha explicado que, como es habitual en estos días, los festejos se limitaron a llamadas y mensajes de WhatsApp.
Más allá de que no haya variado ni se replantee nada del feliz encierro autoimpuesto en el que vive en su casa de la urbanización de San Agustín de Guadalix, la hija de Rocío Jurado se ha mostrado preocupada por la crisis del coronavirus, a la que tacha de “película de terror” pero vaticina que saldremos de esta.
Sobre su espectáculo, Qué no daría yo por ser Rocío Jurado, un musical dedicado a su madre entre lo onírico y lo real, cuenta que espera que la situación se normalice para poder regresar con él. Parece que la larga espera en la que tantas veces retrasó la firma con el ayuntamiento de Chipiona para la fundación del Museo Rocío Jurado se produjo porque antes de eso ella quería hacer su propio homenaje.
La relación madre e hija nunca había sido tan fría. Durante su paso por Supervivientes, Rocío Flores ha pedido retomar la relación con su madre, algo sobre lo que Rocío Carrasco no se ha pronunciado por el momento. Su enfado y separación absoluta son la estela que dejó un duro enfrentamiento el 27 de julio del año 2012.
