Opinión

Desprestigio exprés

¿Qué es lo que ha sucedido para que en sólo cuatro meses, el gobierno de Pedro Sánchez esté muy cuestionado en la opinión pública, en términos de solvencia, de fiabilidad, de prestigio? Seguramente no sea sólo un motivo el que explique este «desprestigio exprés» del ejecutivo, que tuvo su plasmación práctica en los abucheos y gritos de repulsa que recibió el Presidente del Gobierno tanto a su llegada como a su marcha del desfile militar celebrado el pasado viernes en Madrid con motivo del Día de la Fiesta Nacional.

El pasado uno de junio, Sánchez, con el apoyo de Podemos, los partidos independentistas catalanes, el PNV y Bildu, sacó adelante su moción de censura contra Rajoy y se convirtió en el primer Presidente del Gobierno en llegar a la Moncloa sin haber ganado las elecciones. En pocos días, Sánchez formó un ejecutivo en el que destacó la presencia de más mujeres que hombres, y con incorporaciones un tanto exóticas como la del astronauta Pedro Duque al frente de la cartera de Ciencia, Innovación y Educación. En general, ese gobierno fue bien recibido por la opinión pública, quizás por lo que tenía de novedad y por un deseo de ver algo distinto a lo que había entonces: un ejecutivo del PP muy quemado por los casos de corrupción que afectaban no a los ministros sino al partido del gobierno.

La sorpresa con el nuevo gobierno de Sánchez saltó a los seis días de su formación, con la dimisión de su ministro de Cultura y Deportes, Maxim Huerta, al descubrirse que había tenido «problemas» en un pasado con Hacienda. A partir de ese momento el ejecutivo de Sánchez empezó un camino de errores, rectificaciones, globos sonda que se quedaban en eso, hasta llegar -en setiembre- a la dimisión de la ministra de Sanidad, por las irregularidades cometidas a la hora de cursar un master y en la polémica creada en torno a la tesis doctoral del propio presidente. En definitiva, cuatro meses, donde el ejecutivo ha sido noticia, no por las decisiones que ha tomado, sino por esas cuestiones que afectan a su solvencia, a su credibilidad.

Que en sólo ciento veinte días, dos ministros hayan tenido que dimitir; la titular de Justicia, Dolores Delgado, esté absolutamente cuestionada por el contenido de las conversaciones en una comida mantenida cuando era fiscal de la Audiencia Nacional con el comisario Villarejo, y que sobre el Presidente planee la duda de si hubo plagio o no en la elaboración de su tesis, no es la mejor carta de presentación para liderar el día a día en la acción de gobierno y hacer frente a los problemas que tiene el País. Y como no parece que Sánchez tenga el propósito ni de remodelar su equipo, ni de convocar elecciones, la situación de desprestigio del actual ejecutivo seguirá ahí. De nuevo, parece claro que sólo una convocatoria a las urnas podría desbloquear esta situación.

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