Opinión

El contexto de la economía española

No cabe duda que el personaje de 2016 ha sido Donald Trump con su inesperada victoria en las elecciones presidenciales USA y seguramente va a protagonizar gran parte del año 2017. Por un lado, las expectativas sobre la política de expansión fiscal que ha levantado son muy altas. La sorpresa podría llegar si el Congreso de Estados Unidos, donde existe una mayor separación de poderes que en España, puede frenar el dispendio del gasto prometido por el futuro presidente, aunque la mayoría republicana en la Cámaras parece garantizar la hoja de ruta económica del nuevo mandatario americano. Los inversores esperan un crecimiento económico en EEUU por encima de tendencia, una inflación más elevada y mayores ganancias. El FMI prevé un crecimiento del PIB estadounidense del 2,2% en 2017 y para el conjunto del mundo, del 3,4%, tres décimas más que lo estimado para este año.

La zona euro continuará en 2017 con los frentes que tiene abiertos desde hace algún tiempo. La situación de los bancos alemanes, el rescate a los italianos, el camino hacia el Brexit (sea duro o blando) y las elecciones en países como Alemania, Francia y Holanda van a marcar la agenda. Eso sí, hay que tener en cuenta que, pese a todo esto, la región ha finalizado 2016 con una leve aceleración inicialmente inesperada.

Para el año que viene, no debemos minimizar los riesgos que puedan provenir de las posibles políticas proteccionistas de EEUU, tras el cambio de Gobierno, lo que puede frenar el comercio y los flujos de inversión en la zona euro. Un ejemplo reciente de lo que pueda ocurrir es la decisión de Ford de replantearse la apertura de una planta industrial de montaje de su modelo Focus en México trasladando su proyecto al Estado de Michigan.

Asimismo, estamos asistiendo a una desaceleración gradual de la economía de la zona euro desde un crecimiento del 1,9% en 2015 al 1,6% en 2016 y el 1,5% en 2017. Incluso, esta tasa puede verse comprometida por la serie de procesos electorales que durante 2017 tendrán lugar en tres de los principales países de la región: Alemania, Francia y Holanda. Además, en Italia podrían celebrarse también comicios ante la precariedad del gobierno actual tras el fiasco del referéndum constitucional que provocó la dimisión de Renzi. El riesgo de que los partidos euroescépticos y populistas ganen mayor peso puede condicionar el futuro de la zona euro. La opinión más general es que en Francia, en una segunda vuelta, el electorado votaría en contra de una opción Frente Nacional, pero en Alemania, la canciller Merkel podría tener graves dificultades para su reelección tras el atentado de Berlín que se vincula, por una parte de la opinión pública alemana, a su política excesivamente generosa respecto a la acogida de refugiados y que está despertando un profundo rechazo incluso en partidos moderados.  Este cóctel de elementos, junto con la negociación de la salida del Reino Unido de la UE, despiertan serias dudas sobre cómo evolucionará la cohesión de la zona Euro y plantea una gran preocupación sobre la posible desintegración de la Unión Europea.

En España, la parálisis de la agenda política durante 2016 hasta casi finales de año no ha impedido que la economía crezca al 3,3%, según los últimos datos. Los analistas prevén para 2017 una leve desaceleración (el FMI calcula una tasa del 2,2% y el consenso de Funcas, un 2,3%), ya que contará con menos vientos de cola que le han impulsado este año, como el tirón del turismo (favorecido en parte por el deterioro de otros mercados), las exportaciones y el consumo.

El reto fundamental este año se refiere a la capacidad de pactar de los políticos, que tendrán que enfrentarse a la negociación de presupuestos, la contención salarial, el problema de la sostenibilidad de las pensiones, el nuevo marco de financiación autonómica, el control de un posible repunte de la inflación en un marco de una nueva política monetaria, la enésima reestructuración del sector bancario y ver cómo impulsar un mercado laboral que todavía tiene una tasa de paro cercana al 19%, sin olvidar las repercusiones económicas que pueda generar la cuestión catalana,  entre otras cuestiones pendientes.

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