Opinión

Cáncer y villanos de salón

He tenido que buscar el significado exacto de la palabra filantropía, ese vocablo de origen griego que se traduce como amor por el género humano o altruismo para ver si estaba equivocada en el concepto. Cuando leí la noticia de que la Fundación Amancio Ortega iba a hacer una donación de 320 millones de euros con la que se podrían adquirir más de 290 equipos de diagnóstico y tratamiento radiológico de última generación, me alegré sinceramente y pensé que teníamos un filántropo entre nosotros.

Soy mujer, madre de una hija y acabo de estrenar mi condición de abuela de una niña, por lo que creí que era una gran noticia la llegada de ese dinero que se iba a destinar a equipamientos como la mamografía digital con tomosíntesis o para los aceleradores lineales avanzados, que según se dijo "permiten realizar diagnósticos más
precisos y proporcionar tratamientos más eficaces, menos agresivos y de menor duración" contra el cáncer.

Ingenua de mí, no pensé ni por asomo que en la España donde la envidia es el deporte nacional, hasta los actos filantrópicos son motivo de crítica. No se me ocurrió imaginar que algunos iban a aprovechar este gesto generoso para hacer populismo barato y que con la excusa de reivindicar una sanidad pública y de calidad, cosa que es absolutamente loable, iban a rechazar la donación por puros motivos ideológicos.

Ha dicho la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), que la financiación de la sanidad pública tiene que ser responsabilidad de las administraciones. Vale ¿y qué? ¿y eso que tiene que ver con que una Fundación quiera colaborar en lo que pueda?. Claro que, a continuación, ellos mismos dejan claro que lo que esconden tras la crítica es ideología pura y dura. "En nuestro país hay que hacer una política fiscal más ajustada. Ahora mismo las empresas tienen una presión fiscal menor que los ciudadanos", han dicho como si eso fuera el quid de la cuestión, intentando desviar el tema hacia el campo político.

Entre las opiniones kafkianas que hemos leído estos días sobre el asunto está la de una radióloga, miembro de la FADSP. "Parece poco serio, en un país desarrollado, que una persona rica financie la sanidad. Nosotros preferimos que se paguen los impuestos y no vivir de limosna" ha dicho, con un trazo grueso y burdo, como si de lo que se tratara es de que Amancio Ortega pretendiera cambiar el sistema sanitario público español y convertirlo en privado.

Supongo que la doctora en cuestión sabe distinguir entre lo que significa una donación filantrópica, de una limosna o tal vez el asunto radique en eso precisamente, en que el sectarismo provoca ceguera y atrofia el entendimiento.

¡Tiene bemoles! que un médico de un portazo a este tipo de iniciativas, mientras otros colegas suyos con trabajos seguro que mucho menos confortables buscan denodadamente ayudas de este tipo y emplean su periodo de vacaciones para desplazarse a zonas de conflicto y aliviar a quienes no tienen nada. La única explicación que encuentro a este postura es que las asociaciones de ese perfil estén haciendo seguidismo o colaborando con algunos políticos.

"Sorprende oír a la líder de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez, criticar a la Junta por aceptar esta donación para la instalación de mamógrafos y equipos de radioterapia. O al líder de la formación morada en Baleares, Alberto Jarabo, calificar de "limosna de millonario" esta valiosa ayuda. Sus palabras denotan cainismo y envidia.

Dos condiciones inaceptables en un representante público. Pero la actitud de los políticos de Podemos no es un caso aislado. Sorprende que teóricos defensores de la sanidad pública hayan secundado esas críticas y digan que los hospitales deben rechazar que Ortega contribuya a renovar sus equipos para diagnosticar y tratar una de las enfermedades más extendidas en España. Estamos seguros de que todos aquellos ciudadanos que se puedan ver de algún modo favorecidos por esa ayuda no coincidirán con Podemos. "La soberbia sobra cuando hablamos de unos equipos que pueden salvar vidas" decía el periódico El Mundo en un editorial, que yo comparto plenamente. Curioso país el nuestro, que en vez de aplaudir a un empresario que ha hecho fortuna empezando desde abajo, gracias a su trabajo y visión empresarial, le critique porque ha triunfado. Si la envidiada es mala, la mala fe convierte en villanos a estos sectarios de salón, muchos de los cuales reparten doctrina y moralina envenenada para ellos seguir pisando moqueta. ¿Por qué no preguntan a los enfermos de cáncer si quieren mejorar su calidad de vida? Pues... porque además son cobardes que se agazapan detrás del anonimato de pomposas organizaciones subvencionadas.

¡Vivir para ver!.

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