Cáncer y adolescencia, ¿dos palabras difíciles de conjugar?

El SESCAM se compromete a adecuar los hospitales de día para niños oncológicos. En la imagen niños con cáncer en hospital / Fotografía: Teresa Arilla
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La adolescencia no es fácil, menos aún para los chavales que padecen cáncer o que han superado la enfermedad tras un duro camino y que tienen que lidiar con esta etapa de la vida en la que lo más importante es reafirmar la identidad y sentirse integrado en un grupo de iguales.

Los cambios físicos, el agobio de los padres y los amigos son, según expertos y familiares consultados por Efe, la mayor preocupación de los pacientes adolescentes, que, por encima de todo, desean ser tratados como personas normales.

Es lo que le dice Guillle a su madre: "quiero que las chicas me empiecen a ver como a un chico y no como a un pobrecito enfermo".

Este chaval de 17 años es un luchador nato que, contra todo pronóstico, venció a la enfermedad y hoy es un superviviente crónico, con "muchas secuelas", pero que "sigue adelante" señala a Efe su madre, Marta L. Bruletout.

Con 12 años fue diagnosticado de leucemia linfoblástica aguda y desde entonces ha recorrido un largo y arduo trayecto en el que varias veces ha estado al borde de la muerte, pero siempre ha ganado la batalla.

Su madre piensa que le ayudó mucho haber sido deportista y competitivo; en definitiva, un luchador.

Si para las familias el momento del diagnóstico es durísimo, para los pacientes supone un shock, no entienden por qué les está pasado a ellos.

"Nadie espera tener cáncer, es una cosa que veías en las películas y en algún familiar, pero no en un niño", asegura Guille. "Hace falta que la gente se informe y sepa que nos puede pasar a cualquiera".

Tampoco con 18 años "te toca vivir un cáncer", señala a Efe Alicia Cibrán, que fue diagnosticada de un linfoma de Hodgkin nada más alcanzar la mayoría de edad.

"La noticia llegó en el momento más explosivo de mi vida, en el que más me tocaba vivir las cosas, salir de fiesta como cualquier adolescente, irme de viaje, jugar al baloncesto, sacarme bachiller y entrar en la carrera que quería".

La aparición del cáncer abrió en la vida de estos chicos un paréntesis, "en el que dejas de hacer cosas que por tu edad te tocan y no te lo permite ni la enfermedad ni tu cuerpo", explica Alicia.

Los expertos ponen el acento en que no se debe perder la infancia ni la adolescencia porque se esté enfermo.

Para ello, según señala a Efe Valeria Moriconi, psicooncóloga de la Fundación Aladina que desarrolla su actividad en el Hospital Niño Jesús de Madrid, "hay que involucrar a la enfermedad y poder normalizar la vida alrededor del tratamiento".

Y es que perder el pelo, estar más cansado, no tener fuerza o no poder ir a determinados lugares, "te hace un marciano a los ojos de tus amigos". De ahí que Moriconi insista en la importancia de "sensibilizar a éstos sobre las fases del tratamiento, lo que les viene bien o dónde pueden quedar y donde no".

Si los amigos juegan un papel determinante en la adolescencia, todavía más durante este proceso. Los de Alicia se volcaron con ella y se adaptaron a su nueva forma de vida. "Me animaban a hacer mil cosas que por mí misma no podía porque no tenía fuerzas ni ánimo".

En el caso de Guille, en el que el cáncer apareció siendo aún niño, el mayor apoyo fue su familia, especialmente su madre, con la que estableció un vínculo muy fuerte. Pero tras el tratamiento, que le obligó a estar largos periodos de tiempo hospitalizado, tuvo que retomar su vida en plena adolescencia.

"Al principio me costó volver a estar con mis amigos porque me sentía raro y ellos me solían tratar con delicadeza y eso a mi no me gustaba, porque me sentía diferente", comenta.

Ahora, una vez superada la enfermedad, "es como haber vuelto a nacer, porque me cambió como persona y aprendí a valorar mucho más todo y a disfrutar más las cosas que hago con mis amigos, como salir de fiesta".

Igualmente en la vida de Alicia hay un antes y un después del cáncer.

"Creo que no he perdido nada, he ganado, la experiencia ha supuesto una renovación personal, he aprendido a vivir con positividad, a aprovechar el momento, a seguir adelante y a comerme el mundo, porque si es verdad que la enfermedad te rompe un poco los esquemas, luego te aporta muchísimo. Soy una persona totalmente nueva", subraya.

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