Opinión

Barcelona un año después

Ana tenía cierta prisa. Debía acudir al trabajo cuando, a las cinco de la tarde, pasaba por La Rambla, a la altura del mercado de la Boqueria. «Le decía a Gabriel, mi hijo: 'Vamos'. Pero él se quedó mirando un momento a un chico que hacía una caricatura. Si no nos hubiéramos parado, la furgoneta nos habría cogido», explicó la mujer a la emisora Rac1. «Después sólo escuché gritos. No sabía lo que pasaba. Lancé a mi hijo al suelo. Me tiré sobre él para salvarlo. La furgoneta paró sólo a cinco metros. A mi lado. Frente a mí. Fue horrible», contó Ana, que prosiguió: «Vi a gente caer, sangre por todos los sitios. Un hombre gritaba y pedía ayuda. No sabía lo que pasaba. Después llegó un policía, y nos dijo que nos tumbáramos”. Ana no entendía nada porque es difícil de entender que caigan inocentes por un puñado de fanáticos y ella fue una de las muchas personas que vivieron horrorizadas el terrible atentado de Barcelona que estos días, coincidiendo con su aniversario, ha servido como un penoso espectáculo de enfrentamiento y división política.

Lo ocurrido en Barcelona lo habíamos visto en otros lugares: en Berlín, Londres o Niza, donde otro "camión de la muerte" mató a 80 personas y dejó malheridas a un centenar. En todos esos atentados los terroristas pretendían lo mismo: llenar de sangre y terror las calles y atemorizar a la población civil matando a inocentes. La diferencia es que en ninguno de esos lugares, pasado el tiempo, sus políticos se tiraron los trastos a la cabeza ni tuvieron una reacción tan miserable como la que han tenido estos días algunos grupos independentistas, pretendiendo que el Jefe del Estado no asista a los actos de recuerdo, intentando arañar así un puñado de votos.

Ya en la manifestación contra el terrorismo yihadista del año pasado dieron un espectáculo bochornoso al convertirla en un ensayo general de la Diada, y ahora la CUP y la   ANC han anunciado que boicotearán la ceremonia, a la que no asistirán sus líderes para protestar por la presencia del Rey y harán una mascarada paralela a su estilo.

Es verdad es que el presidente de la Generalitat finalmente acudirá al acto, pero su cambió de actitud, eso sí, dejando claro que “los catalanes no tienen rey, “tiene un tufo a oportunismo mediocre que apesta. Hasta Quim Torra en su fanatismo independentista es consciente de que convertir un homenaje a las víctimas en un acto propagandístico para la secesión no solo ofendería a muchos catalanes sino que se le volvería en contra a nivel nacional e internacional y sobre esto último le importa y mucho para su causa, con su jefe huido.

Cuando estaba escribiendo estás líneas ha saltado la noticia de que un hombre había sido detenido a las afueras del Parlamento británico tras embestir su coche contra las barreras de seguridad, lo que ha provocado dos heridos y el suceso, aún sin esclarecer, nos ha recordado la peor de las pesadillas.

Sabemos que los teóricos de la yihad vienen recomendando a su acólitos como la mejor manera de evitar la filtración de sus macabros planes, el uso de lobos solitarios o "grupos autónomos muy pequeños" que pusieran en marcha "una yihad individual" pero en las ramblas -como estamos conociendo por el sumario- todo fue minuciosamente elegido y preparado. El Estado Islámico quería una orgía de sangre y dolor en nuestro país y sus acólitos siguieron las instrucciones de  "Usar todo lo que se tenga a mano para causar terror".

La imagen de este brutal atentado de esa furgoneta de la muerte -que se llevó por delante la vida de 16 personas en Barcelona y Cambrils- desgraciadamente no nos fue ajena. Muchos inocentes fueron asesinados a manos de ETA con sus mortíferos coches bomba y dejaron también en nuestro país un sombrío paisaje de terror, sangre y desolación. Da igual que utilicen como excusa la política o la religión ¡qué más da! Es solo eso: una miserable excusa para captar a incautos o malvados.

“Las ramblas de Barcelona, el mercadillo navideño de Berlín o el paseo de los Ingleses en Niza, o los centros de Londres, París o Estocolmo no eran un campo de batalla sino lugares de encuentro turístico multiculturales y multirraciales. Quieren golpear a todos los “infieles” y da igual el país, la raza, la nacionalidad o la edad porque lo que quieren destruir es nuestro concepto de libertad y democracia y hay que decirles que no tenemos miedo. “Si uno de nosotros cae otro cogerá el testigo de la libertad” escribí en esta columna hace un año, y lo sigo suscribiendo. Lo lamentable es que además del daño causado, algunos que se dicen demócratas caigan en su trampa y unan al dolor de la sangre y la muerte el de la división y la fractura social. ¡Lamentable!

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