La dolorosa denuncia de una hija: "En el ataúd de mi madre había otra persona"

El Palacio de Hielo de Madrid actuará como morgue ante la saturación de los crematorios
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Según recoge El Caso, la pandemia del coronavirus está visibilizando el papel que ocupa la tercera edad en nuestras modernas sociedades y la gestión de las residencias de ancianos, que se han convertido en coladero de horrores nunca vistos, es la mejor prueba.

Sobre todo en las residencias italianas, donde la situación es tan extrema que el director general adjunto de la OMS, Ranieri Guerra, la calificó de “una masacre”. 

Para comprenderlo hay que ir a casos concretos, como los que salen a la luz en el programa de la RAI Quién lo ha vistotestimonios tan escalofriantes que la palabra “humanidad” pierde todo su sentido.

En el citado programa, una mujer explicó con horror que su padre, hospitalizado en una residencia de Castelli Romani, Roma, fue obligado a compartir habitación con un paciente contagiado por el coronavirus. “No podemos aislar a todos los pacientes con fiebre y tos”, le contestó el personal de la residencia como si nada.

Huidas de empleados por temor a ser infectados, eso cuentan. Pacientes abandonados a la pandemia y familiares que se enteran de la muerte de un ser querido por la prensa. 

En las últimas semanas, uno de los colectivos más vulnerables y olvidados está cayendo como moscas, lo que demuestra al mundo que no es oro todo lo que reluce en las residencias y que, al final de la partida, morimos solos. Pero nunca de una forma tan horrible, pues la soledad de la muerte por Covid-19 es de una crueldad extrema. 

La muerte nos encuentra por sorpresa la mayoría de las veces, pero esta es quizás más sorpresiva porque las familias de los ancianos hacinados en las residencias de Italia reciben una llamada con suerte. 

“Solo obtuvimos el ataúd con el certificado de defunción. El no saber quién está en ese ataúd es peor”, explicaba un hombre que no pudo despedirse de su madre. 

En otras ocasiones, que nos sonarán bastante familiares, el cuerpo de la difunta se pierde, a la familia le entregan el ataúd,  pero la madre o abuela, cuentan, sigue en la morgue. 

En la residencia “Aurora”, en Palermo (Sicilia), la Guardia de Finanzas descubrió una verdadera casa del horror donde los ancianos eran torturados e insultados todo el tiempo.

Ahora su directora, Maria Cristina Catalano, y cinco empleadas han dado con sus huesos en prisión por lo que la fiscalía escribe un crimen "despiadado".

Mientras la OMS sigue pidiendo que se clarifique lo que está sucediendo, hasta 4.629 residencias, públicas y privadas, están siendo investigadas por la magistratura.

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