La última batalla de Paco y José, los dos boinas verdes multados por enterrar, uniformados, a un compañero

Cumplir la promesa que Paco y José Luis contrajeron con Conejo, enfermo de cáncer, de rendirle todos los honores puede costarles 30.000 euros. Los tres lucharon contra ETA en el País Vasco

La última batalla de Paco y José, los dos boinas verdes multados por enterrar, uniformados, a un compañero - FERNANDO RUSO / EL ESPAÑOL
photo_camera La última batalla de Paco y José, los dos boinas verdes multados por enterrar, uniformados, a un compañero - FERNANDO RUSO / EL ESPAÑOL

Según informan Pepe Barahona y Fernando Ruso en EL ESPAÑOL, Paco y José Luis se miran el uno al otro sin entender nada. “Hay que ser miserable”, repiten casi al unísono los dos, guardias civiles retirados forjados en el Grupo Antiterrorista Rural (GAR) en los años de plomo de ETA. “Miserables”, insisten vehementes. Ninguno se explica cómo la Guardia Civil los ha denunciado por vestir el uniforme en el entierro de un compañero con el que compartieron tantos intercambios de disparos con los etarras hace décadas en el País Vasco. Les piden de 601 a 30.000 euros. “Son unos miserables”.

Manolo Martín Conejo, Conejo para los guardias civiles del GAR destinados en el País Vasco en los años noventa, acordó con sus compañeros que cuando falleciera lo enterraran con la boina verde de la unidad de la que tanto orgullo sentía. La promesa, sellada cuando todos sabían que el cáncer de páncreasque padecía sería irreversible, también incluía que ellos lo despedirían rindiéndole honores con sus respectivas boinas y vistiendo el uniforme de la Guardia Civil.

El pasado 15 de marzo el trato se cumplió por ambas partes. Aunque a última hora el hijo de Conejo pidiera entre lágrimas que sacaran del féretro la boina de su padre para quedársela de recuerdo.

Los diez años en el GAR marcaron a Conejo y al resto de compañeros presentes en su entierro: José Luis Serrano El TigreFrancisco Gómez y Salvador, el único guardia civil en activo, aunque de baja psicológica; el resto son agentes retirados, el primero por enfermedad y el segundo por accidente en acto de servicio.

“Lo nuestro era un hermanamiento, poníamos nuestras vidas en manos de nuestro compañero”, narra Paco. “No se puede describir la relación que fraguamos en el País Vasco, eran días, meses, años durmiendo juntos, cagando juntos, haciéndolo todo juntos —sigue—; lo que nosotros vivimos no lo ha vivido nadie con él, ni sus familiares; porque esos momentos fueron únicos”.

—¿Compartieron también el miedo a ETA?

—[Paco]. Yo nunca tuve miedo. Miedo no. Nunca. Pero sí hemos vivido el miedo de los demás, como cuando llegábamos a los acuartelamientos para darle protección a otros guardias civiles y sentíamos su alivio. No olvidamos ninguno la presión de ir encajonados en los Nissan, siempre a la espera de que abriesen fuego contra nosotros, atentos… Era un estrés mantenido durante 24 horas al día y eso se paga.

Desde su creación y hasta el año 2004, el GAR —acrónimo que ha servido para los distintos nombres de la unidad, desde Grupo de Acción Rural al extinto Grupo Antiterrorista Rural o el actual Grupo de Acción Rápida— ha detenido a 341 personas vinculadas con ETA y su entorno, además de localizar armamento o documentación de la banda o incautar explosivos. Nacieron para dar respuesta a la actividad de los etarras en los años 70, pero han desempeñado actuaciones en Bosnia, Afganistán, Kosovo o en el Líbano. En su servicio contra ETA han sufrido seis atentados directos, registrándose cinco muertos y una treintena de heridos.

“ETA nunca pudo con nosotros"

“Si tenía que caer alguien, caíamos nosotros; el objetivo era la Guardia Civil, pero el miedo nos lo tenían a nosotros”, explica Paco, legionario antes que guardia civil. “Nunca pudieron con nosotros, nunca”, insiste. “Le supimos hacer frente”, apunta José Luis, que cita las comunicaciones intervenidas a Artapalo, el nombre clave que utilizó la dirección de ETA entre 1986 y 1992. “En sus cartas decía —recuerda José Luis—: ‘Cuidado con los boinas verdes, tiran a matar’. Y era así”.

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