HÁBLAME DE SEXO

Sofía Rincón: "Abascal (Vox) es un semental, le dejaba darme patriarcado del bueno"

"Margaret Thatcher es un referente sexual para mí: no era la mujer de nadie. De Irene Montero, la gente dice 'es la mujer de Pablo Iglesias'" / "Practico BDSM: tengo un esclavo porque me interesa la dominación psíquica" / "La prostitución es necesaria, ha ayudado a muchas mujeres"

Sofía Rincón: "Abascal (Vox) es un semental, le dejaba darme patriarcado del bueno" - SILVIA P. CABEZAS / EL ESPAÑOL
photo_camera Sofía Rincón: "Abascal (Vox) es un semental, le dejaba darme patriarcado del bueno" - SILVIA P. CABEZAS / EL ESPAÑOL

Una entrevista de Lorena G. Maldonado publicada en EL ESPAÑOL

Sofía Rincón -pintora, escultora, performer- dice que su máxima es "reivindicar al individuo". "No soy una artista de nadie, no milito en ningún partido, aunque tenga ciertos amigos políticos", aclara. Lo subraya después de un par de semanas ásperas mediáticamente que la han catapultado como un nuevo personaje cultural y viral: en una montó zafarrancho en La Sexta Noche, siendo presentada como "antifeminista" y enfrentándose a tertulianas como Elisa Beni. Ella dice que se limita a sacar los colores al "feminismo hegemónico". En la otra, fue expulsada del programa de Risto Mejide porque el presentador creía que lo estaba "trolleando", aunque, según cuenta Rincón, fue sólo un malentendido.

Esta artista disidente no se calla. Su bandera es "la derecha como performance" -ojo al vídeo que le dedicó a Santiago Abascal, Like a Vox-, pero hace hincapié en su deseo de debatir para avanzar, en su gusto por las mezclas y su apología de "la tontería" -como explicará en esta entrevista-. No deja de trufarlo todo de humor. Pide que no nos tomemos tan en serio a nosotros mismos. "Es necesaria una comunión entre la derecha y la izquierda, es necesario que la gente pueda dialogar entre sí sin etiquetarse. Uno de los días más importantes que va a pasar en España en este siglo, y no lo digo exageradamente, será el día en que se pueda ver a una drag queen en los toros. Ese día, las dos Españas dejarán de serlo".

Charlamos con Rincón sobre BDSM -ella misma tiene un esclavo-, erotismo, referentes sexuales -ahí Margaret Thatcher-, prostitución, mujeres empotradoras e imaginarios estéticos de derecha e izquierda. 

¿Vivimos en la época de la hipersexualización o de la mojigatería?

Creo que vivimos en la época de la hipersexualización, pero de muy poca erotización. Se habla mucho de sexo, es muy normal ver tetas, etc, pero yo no veo erotismo. Una escena erótica bien hecha en una película es algo extrañísimo: el ser capaz de empujar una silla y que el espectador diga “ahí hay sexo”, aunque sólo suceda eso… no pasa. No se describe la tensión sexual. Creo que hace falta una comprensión erótica. El sexo, al fin y al cabo, es la parte más primitiva de la cuestión sexual, pero para mí lo más importante es el erotismo. Siempre repito la frase de Mark Twain: “Todo tiene que ver con el sexo, menos el sexo”. Es totalmente eso. Realmente lo interesante es todo lo que viene antes del sexo. Cuando llega el sexo estamos en el último punto, en el último escalafón, que es fantástico, pero por sí solo no tiene fuerza. Lo que tiene fuerza es la mirada que se lanza antes de cualquier otra cosa. Esa ambigüedad que ofrece la fuerza erótica.

También se está perdiendo, ¿no? ¿Crees que en nuestros tiempos el cortejo está muriendo, en este contexto de sábados-noche en las discotecas? A veces la gente ni media palabra. 

Claro. Una de las pruebas de que está muriendo el erotismo es esta cuestión de “sólo sí es sí”, de que se busque un contrato para mantener relaciones sexuales, cuando en el juego sexual, los gestos, las miradas, las palabras, el tono de voz… pueden decirlo todo. Para mí, ver a dos personas flirteando es absolutamente erótico. Sin embargo, todo se está focalizando en la cuestión puramente pornográfica, por así decirlo. El sexo es mucho más. Se está trivializando. Por un lado se ensalza lo genital, pero se minimiza lo verdaderamente interesante, que es justo lo contrario, es decir, la parte intelectual del proceso. El sexo es cómo te entiendes con otra persona. 

Dices que “no siempre sí es sí”, esto es equivalente a “no siempre no es no”, de alguna manera. ¿Cómo podemos saber cuándo es “no”? 

Yo, personalmente, soy una persona muy directa y además tengo un esclavo: mantengo una relación que requiere, por fuerza, que dos personas hablen sobre lo que buscan y de manera muy concreta. Yo tengo que decir qué quiero, cuáles son mis límites, dónde se ponen determinadas palabras clave… eso todo he tenido que hablarlo y mi esclavo conmigo, y buscamos una sinceridad absoluta, porque en una relación BDSM no puedes guardarte las cosas. Si ese “no” es ficticio, previamente la mujer debe darlo a entender de manera clara. No es una cuestión ambigua. 

Es ambiguo jurídicamente. 

Ahí voy. El gran problema con esto es que hay una cultura de no decir lo que uno piensa a nivel emocional. Como hay tantas cosas glorificadas -esto de “tomarse demasiado en serio a uno mismo”-, parece que el hecho de que en determinado momento te sientas incómodo (y comunicarlo) puede suponer que la persona se sienta como si estuviese cometiendo el mayor error de su vida. Creo que se podrá llegar a una forma de comprender cómo solucionar los términos legales en el momento que podamos comprender que el sexo es algo tan natural como para que yo pueda decir “oye, esto no me va” o “esto no me está gustando”, y naturalizar el error. 

¿Crees que jurídicamente ha de recogerse la palabra “no”; o no es necesario? A la hora de juzgar si es una violación. 

Hombre, si es una violación, evidentemente ahí una mujer tiene un shock emocional brutal. Ahí un psiquiatra tiene que analizar bien cómo reaccionan las mujeres violadas (en ese momento de la violación, durante, no hablo de después), porque dudo mucho que todas reaccionen igual. Habrá mujeres que no hagan nada en el shock porque este terrible eso, y el pánico paraliza; habrá mujeres que luchen contra el violador; habrá mujeres que intenten sobrellevar la situación por el miedo que provoca que la gente actúe de formas sumamente inesperadas. Si alguien tiene que opinar sobre la terminología de la palabra “no” a nivel jurídico en cuanto a violación, tienen que ser estudiosos de la psiquiatría y la psicología. Yo tengo un montón de intuiciones, pero tienen que ser ellos los que pongan el límite. Eso sí, algo que se está haciendo y es deleznable es el llamar “violación” a trivialidades: por ejemplo, un hombre y una mujer se acuestan consensuadamente, en ningún momento la mujer da al entender al hombre que no quiere (ni verbalmente ni gestualmente), pero luego la mujer dice que se arrepiente (a posteriori, al día siguiente, a lo mejor).

A mí me pasó una vez que estaba triste y dije “menuda tontería he hecho”, y bueno, no lo volví a hacer. Fue una experiencia. No me apetecía ver a esa persona, dije “por qué he hecho esto”. Hay que tener en cuenta que tenemos una responsabilidad por nuestros actos. Una violación es algo muy serio como para que tú trivialices un acto criminal por una mala decisión: como el llamar “agresión sexual” a que te inviten a un café. Vale, cuando venga una mujer a la que realmente han agredido sexualmente, ¿qué va a pasar con ella? Estás ninguneando su sufrimiento. Otra cosa es que sea unible el comportamiento de ese tipo de gente: los babosos, etc, a nadie nos hacen gracia. Pero hay que llamar a las cosas por su nombre.

Camille Paglia habla sobre la responsabilidad: somos mujeres. No somos niñas a las que se nos perdona todo. Tomamos nuestras decisiones, las cosas tienen consecuencias. Lo cual no quiere decir en absoluto que un hombre tenga derecho a comportarse mal, pero tampoco que la sociedad nos mire como si fuéramos víctimas por definición. Yo reivindico a la mujer fuerte que se enfrenta a las circunstancias y afronta la responsabilidad de las cosas. 

Hablemos de tu experiencia con el BDSM. No sé hasta qué punto es normal (desconozco ese mundo) que una mujer sea la dominante. 

Yo tampoco lo sé, no estoy metida dentro del mundillo. No me gusta. 

¿Cómo llegas hasta ahí?

Volvemos al tema de la erotización. Yo, la primera vez que leí sobre Margaret Thatcher, sobre cómo trataba a sus ministros, a los que se le ponían enfrente e intentaban abatirla, yo no me lo podía creer. Dije: ¿esta mujer de dónde sale? Independientemente de cuestiones políticas, eso es irrelevante en lo que estoy tratando. Yo no daba crédito. Me parecía impresionante. Me parecía tan excitante imaginármela… no sabía cómo era físicamente, simplemente me leía sobre ella. Me la imaginaba en mi cabeza cerrando una puerta, ordenándole a alguien, ¡buf!, me encantaba, me parecía sorprendente: cómo una mujer llega a eso absolutamente sola. Ese poder que ella era capaz de ejercer sobre los hombres (supongo que sobre alguna mujer también, pero fundamentalmente era un mundo de hombres), su mirada… me parecía un referente sexual. 

Y a partir de ahí, ¿quisiste emularla de alguna manera?

Sí. Hay una cosa muy importante en la vida, y son las tonterías. Te gusta un autor, un escritor, un pensador, y no te gusta por sus estructuras gigantes de pensamiento, o por la historia impresionante que te está contando, no. Te gusta por sus tonterías, o por las que hacen sus personajes. Las tonterías que puedes vislumbrar en los entresijos de ese ensayo de filosofía. Lees a Kant, por ejemplo, y te gusta infinitamente más cuando lees que se hacía máquinas para subirse los calcetines. Es en esas cosas donde yo veo el BDSM. La gente lo atribuye a látigo, cuero, tal. Yo uso una fusta, pero normalmente no soy de parafernalias. Soy más de índole gestual. Realmente la dominación reside en la cuestión psicológica. Tú puedes pegar 20 latigazos a alguien, pero si tú no tienes su respeto no lo estás dominando, sólo estás ejerciendo la fuerza, y no vale de nada. Es absurdo, como cuando los líderes políticos tiranos. No han convencido, practican la fuerza bruta. Y en cuanto se dan la vuelta alguien va a intentar matarlos. 

Como el factor es psicológico, no hay dos esclavos iguales. Tú tienes una persona y luego, si tienes otro esclavo, le tratarás totalmente distinto, porque lo que buscas es ahondar en la psique de esa persona y desde ahí ejercer la cuestión erótica. Yo a él le conocí en internet, en una red social específica de esto. 

En tu trabajo hablas de la “derecha como performance”. ¿Qué imaginario sexual cabe en esa derecha?

A ver, la estética que reivindica ahora mismo la izquierda es la estética de la dejadez. Estética de la no estética. Se reivindica el feísmo, de alguna manera, el no cuidarse. Sin embargo, la derecha reivindica lo contrario: cuidémonos, porque somos personas. No se trata de una cuestión de cánones de belleza. ¿Eres punki? Perfecto, pero hazlo bien. No tiene nada que ver con ir con corbata. Si te fijas, en muchas consignas de izquierda escuchas cosas como “la talla 38 me aprieta el chocho”, y cosas por el estilo. Francamente, no es una cuestión de estar delgada o gorda, sino de cuidarse. Si eres gótica, perfecto, cuídate como gótica. Sé tu mismo y punto. Eso antes era propiedad de la izquierda, lo reivindicaba ella, pero ahora significa “sé tú mismo, pero no así” (porque parece que si eres de determinada manera es que estás cincelado por determinadas corrientes). Al final, significa “no seas tú mismo, sé de esta manera”. Es la política identitaria.

Entre Pablo Iglesias y Santiago Abascal, ¿dónde ves el sexo?

Hombre, por supuesto en Santiago Abascal, el semental. Le dejaba darme patriarcado del bueno (risas).

Bueno, Iglesias también es un líder testosterónico. 

A ver, yo veo aquí un problema estético. Ahora mismo la derecha tiene una mejor estética que la izquierda (me refiero a derecha hegemónica y la izquierda hegemónica). Por ejemplo: Juan Manuel de Prada es de izquierdas, muy de izquierdas, sin embargo, es una persona con rigor estético. Juan Soto Ivars tiene rigor estético también: tiene un cuidado de la estética, y se refleja. El problema de la estética de Pablo Iglesias es que se contradice a sí misma. Es la estética del ensalzamiento que quiere llegar al pueblo sin reírse de sí mismo.

Si tú te ensalzas y simulas reírte, pero no te ríes realmente, hay una lejanía. La gente no ve a Pablo Iglesias como alguien cercano, lo ve como el líder. Sin embargo, Abascal: yendo a caballo, poniéndose un morrión, ensalza pero a la vez se ríe y permite esa cercanía y esa coherencia estética. Por eso me parece mejor estéticamente Abascal. Mira, él me dijo: “No tengo ni idea de si tu vídeo está a favor o en contra, me da igual”, lo único que le importaba es que el vídeo le hacía gracia.

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