El reguero de sangre de los gemelos Montoya: 20 años entrando y saliendo de la cárcel

- Bernardo -autor confeso del asesinato de Laura- y Luciano, con 13, ya eran conocidos en Cortegana como ladronzuelos de poca monta. 

- En 1995 empiezan sus crímenes de sangre: primero Bernardo mata a una anciana para acallarla y 5 años después su gemelo asesina a otra vecina. 

- Durante permisos penitenciarios se le atribuyen: robos, un intento de violación y la agresión sexual y asesinato de la profesora zamorana.

El reguero de sangre de los gemelos Montoya: 20 años entrando y saliendo de la cárcel - EL ESPAÑOL
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Un reportaje de Eduardo del Campo publicado en EL ESPAÑOL

La trayectoria criminal de Bernardo Montoya Navarro, autor confeso del rapto, violación -que la autopsia prueba aunque él niega- y asesinato de Laura Luelmo, y de su hermano gemelo Luciano arranca hace al menos tres décadas en el pueblo onubense de Cortegana, a cuya población traumatizaron. Su abuela Carmen, la matriarca de la familia gitana local Montoya, vivía perfectamente integrada con sus vecinos payos en la casa del número 30 de la calle Peñas, en el casco antiguo. Carmen tenía un único hijo, Manuel, padre de los gemelos Bernardo y Luciano y de otros siete vástagos.

Los gemelos, nacidos en Badajoz hace 50 años, el 12 de octubre de 1968, emigraron con la familia a Lloret de Mar, en Barcelona, de donde era la familia de la madre, Isabel, ya fallecida, y donde siguen viviendo parte de sus hermanos, personas trabajadoras sin ningún perfil marginal. Hacia finales de los años 70 o principios de los 80, Manuel y parte de sus hijos, entre ellos los gemelos, se mudan al pueblo paterno, en Cortegana, en la sierra de Aracena, provincia de Huelva, al amparo de la abuela, en cuya casa se instalan.

Un vecino de la calle Peñas recuerda a los gemelos ya en el pueblo cuando eran unos niños de unos diez u once años. Un antiguo policía local recuerda que, cuando Bernardo y Luciano tenían 13 o 14 años, ya merodeaban de forma sospechosa codo con codo; en esa época les atribuyen los primeros hurtos. “Una madrugada les di el alto a las tres de la madrugada en la calle. ¿Qué hacían con esa edad a esas horas?”, dice el antiguo agente a EL ESPAÑOL. En la adolescencia y primera edad adulta ya se les consideraba ladronzuelos, pícaros, aprovechados, pero aún de poca monta.

Bernardo Montoya, autor confeso de la muerte de Laura Luelmo

“Cuando Bernardo tenía unos 18 años, me pidió prestado el coche porque decía que se había quedado sin gasolina para su R-12. Me lo encontré luego debajo del coche vaciándome el depósito. Le dije que me lo arreglara inmediatamente, y lo hizo. Pero me di cuenta de que me había robado la rueda de repuesto. Volví a buscarlo, le puse una navaja en el cuello y le di un ultimátum: ‘O me devuelves la rueda esta tarde o te corto el cuello. Por la tarde vino a mi casa y le devolvió la rueda a mi mujer. Fui a verlo y le dije, ‘Bernardo, la rueda no estaba ahí’; lo acompañé a que me la colocara en su sitio en el coche. Yo no le tenía miedo”. Con esta historia, este testigo señala un rasgo importante: Bernardo se doblegaba ante quien veía fuerte. En cambio, como veremos, asaltaba sin freno a quien tenía por presas débiles. Mujeres solas, ancianas o jóvenes.

La espiral criminal de los hermanos se agrava cuando se enganchan a las drogas, una plaga en la España de los años 80 y 90 de la que no escapan los pueblos de la sierra de Huelva y la vecina Cuenca Minera. Hay constancia legal de que al menos en 1992 Bernardo sufre una grave adicción a la heroína y la cocaína. A la vez, los gemelos Bernardo y Luciano se casan con dos hermanas de la importante familia local gitana de Los Aguilera y tienen hijos. Bernardo es padre de un hijo que hoy tiene unos 30 años y de una hija que ronda los 26 años. La misma edad que Laura Luelmo, su última víctima mortal. Luciano tiene varios hijos también con su pareja. La mujer de Bernardo se separó de él; la de Luciano sigue a su lado.

En 1994, al entregarse las viviendas de protección oficial del conjunto de la calle Castaño, en el barrio de Las Eritas, donde conviven vecinos payos y gitanos, Luciano se muda con su mujer y sus hijos al piso que les han concedido, en el 54D, que aún les pertenece pero de donde la mujer suele ausentarse para trabajar como temporera agrícola en la costa de Huelva. Se va Luciano a esta vivienda y Bernardo se queda viviendo en casa de su abuela en la calle Peñas 30. A partir de aquí, EL ESPAÑOL traza el recorrido de los temidos gemelos en los cinco escenarios de sus crímenes (los conocidos).

1. Bernardo asesina a machetazos de una vecina anciana

13 de diciembre de 1995: Bernardo penetra en la casa de Cecilia Fernández, de 82 años, vecina de calle en Cortegana, y la asesina a machetazos para que ella no declare en el juicio que iba a celebrarse por un asalto anterior contra ella.

En 1995, Bernardo se cuela por la puerta abierta en el hogar de su vecina de toda la vida Cecilia Fernández, de 82 años, que vive sola tres casas más allá, en el número 34. La anciana vende a domicilio café portugués. Cecilia lo descubre, discuten, algo ocurre, y él le clava un cuchillo en el cuello, produciéndole un corte, por suerte para ella entonces, superficial. Otra vecina acompaña a Cecilia al ambulatorio y el médico alerta a la Guardia Civil. A Bernardo lo procesan y queda libre a la espera de juicio. No consta en la sentencia posterior de la Audiencia de Huelva que el juez o jueza instructor a quien correspondió el caso en el Juzgado de Instrucción Número 2 de Aracena, en cuyo partido judicial está Cortegana, impusiera medidas cautelares de protección para alejar a Bernardo y proteger a Cecilia hasta el juicio.

Tanto entonces como hoy las medidas cautelares de protección, como la de alejamiento, en casos de delincuencia común como éste eran potestativas del instructor judicial; hoy son automáticas, obligatorias, para los casos de violencia de género, en relaciones de parejas o análogas, pero no en otros delitos violentos. También hoy dependería del criterio del juez imponer alejamiento o no tras un asalto como el primero que sufrió Cecilia por parte de Bernardo en 1995. La señora quedó traumatizada por el ataque y repetía constantemente, recuerdan ahora a EL ESPAÑOL unos vecinos cercanos: “¡Este hombre va a venir cualquier día a matarme!”.

Produce dolor sólo pensar el miedo atroz, el pánico que desgarró a esta mujer día tras día mientras se acercaba la fecha del juicio en el que debía declarar, convencida de que el vecino de al lado, el joven toxicómano de entonces de 27 años, iba a consumar su amenaza. El hombre podía simplemente haber aceptado una pena menor por el asalto previo. Pero prefirió acallar a la víctima, a la testigo de cargo. Sobre las 23.30 horas del 13 de diciembre de 1995, Bernardo, armado con un machete, salta la tapia trasera del patio de la casa de Cecilia, trepa a una terraza, se encarama a otro tejado y entra dentro empujando el cristal de una ventana. Va al dormitorio, se agazapa como un depredador detrás de la puerta y al entrar la solitaria dueña la cose a machetazos: uno en la zona dorsal y seis en el cuello.

“Al ver que no daba señales de vida y que la televisión estaba puesta, el médico y yo cogimos una escalera y nos metimos por la ventana de arriba para ver qué le había pasado. Nos la encontramos encogida así en el suelo, muerta”, dice a este periódico el vecino que la encontró. “La Guardia Civil lo detuvo en su casa, ahí al lado. Se había escondido en el sótano”. Lo condenan a 15 años de cárcel y la prohibición de volver a Cortegana durante 5 años por asesinato, a 2 años y 7 meses y una multa de 2.700 euros por un delito de obstrucción a la justicia, y a 2 meses de arresto mayor y 600 euros de multa por un delito de allanamiento de morada, como recoge la sentencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Huelva, del 5 de noviembre de 1997. Le aplican una atenuante por su drogadicción.

2. Luciano roba y mata a otra vecina de Cortegana

15 de octubre de 2000: Luciano roba a una vecina de Cortegana, Mari Carmen Martínez Coronado y, minutos después de que ésta lo denuncie, él se cuela en su casa y la mata a cuchilladas, una de ellas en el cuello.

Con el peligroso Bernardo en la cárcel, en Cortegana respiran más tranquilos, pero sólo a medias. A su hermano Luciano lo siguen temiendo como sospechoso habitual de los robos de la zona. Este gemelo vive con su mujer y sus hijos desde 1994, cuando se entregaron, en un piso de protección en el barrio de Las Eritas. En la noche entre el sábado 14 y el domingo 15 de octubre de 2000, en una discoteca de Cortegana ya desaparecida que está en la zona del Prado, Luciano, que acaba de cumplir ese viernes 32 años y es padre de familia numerosa, se fija en el bolso de una mujer que conversa con sus amigas en esa velada de fiesta.

Es el bolso de María del Carmen Martínez Coronado, de 36 años, conocida vecina de Cortegana por su papel como defensora de los derechos de las mujeres desde las filas de Izquierda Unida. Mari Carmen tiene dos hijas de 12 y 4 años que ha dejado esa noche al cuidado de su madre, a cuya casa se ha mudado tras su separación. La casa de la madre de Mari Carmen está en el bloque 6, puerta 3 del barrio de Las Colonias, que dista uno o dos minutos a pie del piso de Luciano. Son vecinos cercanos, como lo era Bernardo de su vecina Cecilia, a la que mató cinco años antes.

En la discoteca, Luciano mete la mano en el bolso y le hurta a Mari Carmen, que está por su cuenta con sus amigas, varias tarjetas bancarias y sanitarias y las llaves de su casa familiar, donde ella vivía antes de irse temporalmente con su madre. La mujer se percata de que le han robado y se va a la Guardia Civil a denunciar el hecho. En el camino se encuentra a Luciano y le echa en cara que ha sido él. Éste lo niega. Sabiendo que Mari Carmen va a la Guardia Civil, Luciano se va a la casa de la madre de Mari Carmen, donde sabe que vive. Aunque parezca absurdo (¿qué pena va a tener un simple hurto? ¿Por qué no acepta sin más que lo denuncie?), él quiere acallarla también, como hizo su hermano en el crimen precedente. Cerrarle la boca.

Aún de madrugada, Luciano salta la tapia que da desde la calle al patio de la casa materna de Mari Carmen y por una ventana del patio se mete en la vivienda. Coge un cuchillo de la cocina y al sentir que llega su vecina denunciante, a la que trae en coche un amigo desde el cuartel de la Guardia Civil, se abate sobre ella en cuanto entra en el pasillo. Le asesta una cuchillada en el torso y otra en el cuello. La hoja se queda clavada en la garganta de la víctima. En la casa, como recuerdan las crónicas de entonces, duermen las niñas y la abuela, Carmen. A las 6.45, descubre al bajar a su hija muerta. Los vecinos destacan hoy que el asesinato le provocó una depresión y que esta madre se suicidó el año pasado tirándose al vacío en un hospital de Huelva. Dicen que ella es otra víctima mortal de Luciano.

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