Una entrevista de Lorena G. Maldonado publicada en EL ESPAÑOL
Pilar Eyre es una narradora incombustible y una periodista que mira hasta el fondo del ojo: lleva muchos años -y muy jugosos, y muy hábiles- escrutando la guerra de la vida y da la sensación de que vale aún más por lo que calla. Es aguda, pizpireta, divertida y honda en el estudio de las costuras de la gente -ese exquisito grupo al que pertenecemos todos-.
Lo mismo se asoma a las sábanas de la monarquía que a los traumas infantiles de Franco; igual se entrega a una novela autobiográfica que queda finalista del Planeta que se embarca en un libro histórico para amasar el deseo de los poderosos. Hablamos con ella de sexualidad, cortejo, hombres de ayer y de hoy, liberaciones eróticas que venían con letra pequeña y días radiantes -los del amor-. La de Eyre es la revolución de la elegancia.
¿Qué importancia tiene el sexo en la vida?
Pues estaba yo pensando en esto antes de empezar la entrevista contigo y… claro, es que tienes que ponerte en contexto y pensar la edad que tengo, de dónde vengo y hasta dónde hemos llegado. Cuando yo era joven, cuando tenía tu edad, todo era tabú, todo era pecado, todo era horrible. Te tenías que casar virgen, tenías que hacerlo todo con un chico menos llegar hasta el final, y, vamos, era un clima de represión absoluta. Me acuerdo de mi infancia y de mi juventud: los exhibicionistas eran una cosa normalísima, estos señores que se masturbaban… yo iba a la playa con mis hermanas y mi madre en bañador, lo normal, y los hombres se masturbaban en las rocas mirándonos.
¿Con total impunidad?
Total. A lo mejor mi madre en un arranque de valentía le decía “¡váyase!”, pero ellos, tan tranquilos, se quedaban. O decía “¡guardia, guardia!”, y el guardia miraba con complicidad al hombre, esto de “entre machos nos entendemos”… y no le decía nada, o algo suave como “circule, circule”. En la puerta del colegio, con 12 años, también aparecían señores con gabardina que se la abrían y nos enseñaban el aparato genital. Las profesoras tampoco se alarmaban, sólo nos decían “no miréis, no os entretengáis mirando, son hombres, son hombres...”. Criarte en ese clima era terrorífico, eras católica, tenías que confesar los malos pensamientos (esa cosa tan vaga que no sabías lo que era). Convertirme en una mujer liberada ha sido un camino complicado.
¿Cuándo dejaste fluir esos malos pensamientos? ¿Cuál fue la primera grieta en todo ese imaginario represor?
Cuando entré en la universidad. Todo eso de mayo del 68, toda esa generación liberada… Me eché novio, me libré y tuve relaciones. Intentando analizar esto también he escrito algún libro, y te diré que no sé si fue tan bueno para nosotras, para las mujeres. La libertad sexual fue buena para el hombre porque dejó de tener obligaciones y compromisos. La mujer buscaba sus propias píldoras (yo, por ejemplo, tenía un amigo médico que me las recetaba bajo mano)… y el hombre podía tener sexo sin necesitar la coartada de los sentimientos. Eso de “ah, la liberación sexual es para todos, no tienes que enamorarte”: y nada, con eso el señor podía pegar el polvo tranquilamente, el señor liberado que cogía el periódico y pasaba de ti, sin decirte “te quiero”, sin decirte “nos vemos mañana” o “te llamo”… dejó de necesitar esos para conseguir sexo. Se sintió desligado.
¿Entonces era cierto eso de que las mujeres ponemos más implicación emocional en el sexo?
Tenemos una sexualidad diferente. El hombre es más hermético. Con la edad que tengo ahora, con todas las personas que he conocido (mis parejas, mis amigos) y con la capacidad de los escritores de leer el alma de las personas, he llegado a la conclusión de que la necesidad de cariño es exactamente igual en el hombre que en la mujer. La diferencia es que la mujer lo verbaliza o es capaz de exigirlo, incluso. En tu generación yo creo que no tenéis ningún empacho a la hora de hablar, a los hombres les frena eso de sentirse menos hombres… es una tontería. A mis padres ni siquiera los vi jamás cogerse de la mano.
En tu caso te liberaste, pero muchas mujeres de tu generación nunca lo hicieron y asumieron la vida que se esperaba de ellas.
Muchas, muchas nunca se liberaron. Lo típico de mi edad era ponerse de largo a los 18 años, no estudiar una carrera, sino labores, no tener mucha importancia y casarte, cuidar a tus hijos, dedicarte toda la vida a ser ama de casa. A mí me salvó ser la más fea de mis hermanas.
¡No creo!
Sí, sí. Dijeron “ésta mejor que estudie”. Mi vida fue otra, afortunadamente. A veces veo algún programa de televisión de esos que te dan una sorpresa y traen a las amigas de una señora… y aparecen todas las amigas del colegio y hablan de su pasado y no han hecho otra cosa que cuidar de los demás. Es imposible para mí… no me identifico en absoluto.
En tu caso, fuiste autodidacta en cuanto a educación sexual. ¿Qué te gustaría que te hubiesen explicado?
Bueno es que ni se me habría ocurrido hablar de esto con mis padres, me pongo colorada de pensarlo. Recuerdo que cuando tenía 12 años le pregunté al cura que teníamos en el colegio que cómo nacen los niños, y el cura me dijo: “Vuelve a preguntármelo cuando tengas 13”, pero cuando cumplí 13 ya me había enterado. ¡Aunque no tenía ni idea de cómo era eso…! Sólo tuve hermanas, nunca había visto a un hombre desnudo, no sabía cómo era ni nada del proceso, nada del sexo.
Ya no sólo del sexo, sino del beso, ¿no?
Claro. La primera vez que me metieron una lengua en la boca dije “pero qué es eso, qué asco, es una culebra, una cosa mojada”… (risas). Bueno, es que sólo me puedo imaginar esas cosas viviéndolas por mí misma, sin que nadie me las explique. Quizá es por mi educación, pero me habría resultado muy violento. Yo me espabilé sola.
¿Y el cortejo, cómo ha cambiado? ¿Se ha perdido romanticismo?
Pues ahora observo a la gente joven y las chicas siguen esperando a que las llame el galán. Antes nosotras esperábamos 12 horas al lado del teléfono fijo, pero ellas hacen lo mismo con los móviles en la piscina o en la playa, y yo las oigo. Una le dice a la amiga “no, no lo llames” y la otra “no me ha llamado”, y otra “ya te llamará”, o “llámalo con una excusa”… Alucino un poco con que siga viva esta idea del amor romántico,de que te tienes que hacer de rogar, de que tiene que venir el hombre detrás, de que él es el cazador y tú eres la presa cazada… es un mito que pervive, y creo que ahora las mujeres están menos liberadas de lo que lo estábamos nosotras, incluso.
Entonces Pilar Eyre es de las que llaman, de las que no esperan.
Bueno, una vez llamo, otra no, ahora sí, ahora no… ese juego es divertido. No soy nada agresiva en la conquista, pero bueno, yo soy una persona de amores muy apasionados, me entrego mucho y en general digo mucho las cosas.
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