Los ‘pepos’, los súper perros adiestrados que protegen a mujeres maltratadas

- Liven, pastor belga, está adiestrado para defender a su dueña, lleva un bozal de impacto y sólo ataca en caso de peligro. Es parte del 'Proyecto Pepo', un programa destinado a entrenar canes para víctimas de violencia de género. 

- El entrenamiento de estos perros protectores cuesta entre 3.000 y 6.000 euros, tarifa que se cubre gracias a la empresa 'Segurity dogs'. Esta iniciativa no recibe dinero de los 200 millones invertidos en violencia de género de los presupuestos generales. 

Los ‘pepos’, los súper perros adiestrados que protegen a mujeres maltratadas - SILVIA PÉREZ / EL ESPAÑOL
photo_camera Los ‘pepos’, los súper perros adiestrados que protegen a mujeres maltratadas - SILVIA PÉREZ / EL ESPAÑOL

Según informa David Palomo en EL ESPAÑOLLiven es grandullón, delgado y esbelto. Tiene un año, vive en Vallecas (Madrid) y se debate entre comulgar con el Barcelona o apostar por el Madrid. No le gusta el fútbol, pero comparte casa con un can llamado Pep, por Guardiola, y con dos gatos. Uno se llama Piqué, por Gerard, el central blaugrana; y el otro, Lolo, el más neutral, al que le da igual la pelota. Este último es su preferido. Es como su hermano mayor. Juega con él, lo persigue y lo hace de rabiar, pero siempre con cariño. No tiene maldad. Es, según sus vecinos, un perro muy social. Comparte piso con todos ellos y, mientras tanto, en ese hogar plagado de animales, protege a Virtudes -o Tatiana, como la llaman sus conocidas- víctima de la violencia de género. Con ella pasa 24 horas. Duerme en su habitación, se despierta a su lado, la acompaña a por el pan y escucha sus reflexiones en silencio mientras pasean por el parque colindante a su casa. 

En realidad, Liven se siente de Vallecas, pero nació en Navalcarnero (Madrid). Allí, Ángel Mariscal, impulsor del Proyecto Pepo (canes para proteger a mujeres maltratadas), lo adiestró para que fuera el escudo de Tatiana. Se lo dio casi recién nacido, cuando ella estaba embarazada de su tercer niño, Enzo, por el hijo de Zidane –ya ven, vive en una casa muy futbolera–. El perro de protección ha crecido junto a ella y no la pierde de vista. Por eso, escudriña a todo el que se le acerca. “¿Es de fiar?”, se pregunta, de primeras, para después acercarse, acurrucarse y darte su confianza. No tiene mala fe, pero sabe cuál es su trabajo: cuidar de su dueña, de sus hijos y del resto de animales de la casa. 

Este pastor belga, al que sus vecinos también le atribuyen la virtud de ser acogedor, recibe a EL ESPAÑOL en su casa. Nos mira, de primeras, con atención, sin bozal -sí lo lleva en la calle-. Se inquieta, mínimamente, al ver la cámara. “¿Qué es eso?”, se pregunta, al detectar un micrófono lleno de pelo. Pero pronto templa los nervios. “¡Tranquilo, Liven, tranquilo!”. Y echa el freno. Se mantiene alerta, pero se relaja cuando se sienta junto a su dueña. Ve que no hay peligro. Escucha con atención cómo surgió su historia de amor con Tatiana, cómo llegó hasta él, lo mucho que sufrió antes de conocerle y todo lo que le aporta: confianza, tranquilidad… “Me da la vida”, espeta. 

Visto con perspectiva, Liven desearía no haberla conocido nunca. O, mejor dicho, haberla encontrado en otras circunstancias. La vida de Tatiana, antes de entrar en Proyecto Pepo, era muy distinta. Responde a los cánones de cualquier historia sobre violencia de género –cada una con sus particularidades–. “Conocí a un chico ‘maravilloso’ a los 16 años”, empieza a relatar. “Los malos tratos comenzaron a a los seis meses. Lo achacábamos al alcohol. Estuve 17 años con él”. El resto, lo cuenta ella misma… 

— Empezó muy pronto… 

La primera torta me la pegó cuando teníamos 16 años en Badajoz. Me dijo que era porque había bebido. Pero después vino la segunda, la tercera… Te embaucan, te anulan… Yo no quería vivir eso, pero seguía pasando. 

— Y fue a más.

Bastaba que te dijeran algo de él para que tu apostarás más por la relación. Yo lo quería sacar de esa vida y creía que lo podía hacer, pero con el tiempo te das cuenta de que es imposible. Él no iba a cambiar. Cuando tuve mi primer hijo, el mayor, la violencia fue aumentando hasta que tuve a mi hija. La familia me veía preocupada. Ellos sabían que pasaba algo porque él bebía y consumía. Tomé la decisión por una tontería. Él me chilló delante de mi familia y dije: ‘¡Hasta aquí!’. Estuvimos un año y medio viviendo juntos antes de dejarlo por completo. Después se marchó de casa y empezamos un proceso judicial muy largo. Ahora él tiene su vida y yo la mía, pero sigue molestando. 

— ¿Se llegó a casar con él? 

Sí, cuando iba a tener a mi hijo y antes de los nueve meses, dije: ‘Vamos a bautizarlo’. Y la familia me dijo: ‘¿Por qué no os casáis?’. Total, que lo hicimos por la iglesia. Pero ya me he  divorciado. Ahora él tiene su trabajo y yo estoy bien con mis hijos. Sólo quiero ‘mundo perro’ y todo lo que nos aporta el Proyecto Pepo de Ángel Mariscal. No quiero problemas. En estas situaciones, cualquier cosa te descoloca la vida. Nos desestabilizamos muy rápido. Por eso las víctimas de violencia de género tardamos tanto en denunciar. Yo tardé seis horas en la Comisaría porque le tenía miedo. Pero, gracias a Dios, mi familia me apoyó.  

Empezar de cero 

Tatiana denunció, se divorció y cerró la puerta a su exmarido, pero sus problemas no acabaron tras firmar los papeles de la separación. Ese fue el primer paso. A partir de ahí, tuvo que dar muchos más. “Pasé por momentos muy duros. No quería salir de casa, tenía miedo a poner un pie en la calle, a dar paseos cerca de mi casa...”. Entonces, apareció el Proyecto Pepo en su vida. Esa fue su salvación. Llamó a Ángel Mariscal y le dijo que necesitaba ayuda. No pidió un perro. No, eso era lo de menos. Ella lo que esperaba es que alguien la sacara de la espiral donde se había metido. Dos años después, es otra persona diferente. 

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