El pelotazo de 'El rey de las carcasas': el extremeño que factura 30 millones con 29 años

- Socorrista, concejal y millonario, es el dueño de "La Casa de las Carcasas". Cuenta con 108 locales por toda España y 605 empleados (todos mujeres). 

- Este año, un incendio quemó su almacén, donde había miles de carcasas. Se ha repuesto a aquel varapalo. 

El pelotazo de 'El rey de las carcasas': el extremeño que factura 30 millones con 29 años - EL ESPAÑOL
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Un reportaje de Lucía Vinaixa publicado en EL ESPAÑOL

La primera carcasa que usó en su móvil hace más de una década era un plástico gris que le regaló su compañía telefónica. Ahora, 10 años después, podría elegir entre miles de ellas. Todas son suyas. Ismael Villalobos es de un pueblo cacereño de 7.000 habitantes, Jaraíz de la Vera y, a sus 29 años, es el dueño de La Casa de las Carcasas, una empresa que con seis años de vida espera cerrar 2018 facturando algo más de 30 millones de euros. Pero este extremeño vio por un momento como su imperio se tambaleaba. Durante la madrugada del 1 de mayo de este año la nave industrial que utilizaban como almacén se incendió debido a un fallo eléctrico. Entera. No quedó absolutamente nada. Dos millones de carcasas se convirtieron en ceniza. 

A Ismael le emociona hablar del tema. Expresa su dolor en una conversación con EL ESPAÑOL en una de sus tiendas situada en el Centro Comercial La Vaguada en Madrid. Un par de lágrimas asoman de sus ojos marrones. "Fue el momento laboral más duro de mi vida. No se puede expresar con palabras. Llegas y ves que todo lo que has construido durante años está en llamas, que no hay nada que hacer porque el parque de bomberos mas cercano está a 40 minutos. Te das cuenta de que no hay vuelta atrás y que al día siguiente amanece con 105 tiendas abiertas a las que no puedes mandar nada de material porque se ha quemado todo", cuenta este emprendedor rodeado de cientos de fundas de todos los colores colgadas en la pared del local.

A la derecha, Ismael, en las fiestas de su pueblo, Jaraíz de la Vera.

Pero a este cacereño ni el fuego más intenso le puede parar. Como un ave Fénix, Villalobos renació nuevamente de sus propias cenizas. "Esa noche pensé que no íbamos a levantar cabeza en siete meses y que lo único que íbamos a hacer era trabajar y desgastarnos... pero lo hicimos muy bien. La gente del pueblo se volcó con nosotros desde el minuto uno. Muchas personas nos ayudaron de forma desinteresada. Al día siguiente ya estábamos montando todo otra vez en una nave que nos había dejado un vecino. Fue la peor experiencia laboral de mi vida, pero, a nivel personal, ha sido la más bonita". Este rey volvió a su trono gracias al apoyo de todo el municipio jaraiceño. En Madrid la cosa habría sido muy diferente. "En un pueblo la gente se siente mucho más comprometida", añade Ismael. 

En Jaraíz de la Vera todos son como una gran familia. De padre carnicero y madre cajera, este joven es incapaz de desligarse de sus orígenes. "En la central somos cerca de 40 personas. Todos del pueblo o del de al lado", dice el joven con un marcado acento extremeño. Lo mismo pasa en las tiendas. Desde el mobiliario hasta el papel higiénico, prácticamente todo viene de su tierra natal.

El almacén de 'La Casa de las Carcasas' se incendió entero debido a un fallo eléctrico.

Socorrista, concejal y millonario

Ismael siempre fue un chico de buenas notas, "menos a los 15 años que, como todos, era muy pavo y perdí un curso", ríe el joven. Hizo un módulo de Administración y Finanzas y se metió de lleno en el mundo de la política convirtiéndose en concejal en su pueblo. El más joven de la provincia de Cáceres. A los 21 años, invirtió todo el dinero que había ganado trabajando de socorrista para crear una tienda online en la que vendía fundas de móviles que había comprado a China. Poco después se mudó a Madrid para estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Complutense. Eso sí, sin dejar de vender carcasas. "La gente empezó a preguntar si podían tocar el producto y verlo. Entonces decidimos abrir nuestro primer punto de venta: un kioskito en el Centro Comercial de Madrid Xanadú", dice. 

Muchos de los jóvenes emprendedores españoles se han atrevido a montar un negocio. Normalmente han apostado por una marca de ropa como Pompeii o por un restaurante como Tasty Poke, pero ¿por qué carcasas? Ismael lo tenía muy claro: “Quería montar un negocio en el que el mayor número de gente fuese mi potencial comprador. Si lo comparas con tiendas como Calcedonia, de cada 100 clientes que pasan por su puerta solo 40 pueden ser sus posibles compradores. En este sector encontré que, por el avance que ha tenido la telefonía móvil, es prácticamente el 98%. Ahora, hasta mi abuelo tiene WhatsApp”. “¿Y tiene una carcasa de tu tienda?”, pregunto de inmediato a Ismael. “Claro, del Atleti”, responde mientras también supervisa que todo en su tienda esté en orden. 

Suena reggateón de fondo y se siente la complicidad entre las empleadas. Ismael, de vez en cuando, habla de forma amistosa con ellas. "Me sé casi todos los nombres de las empleadas de Madrid", cuenta el entrevistado a este periódico. Dos paredes blancas llenas de carcasas con diseños que van desde conejos de peluche hasta el escudo del Rayo Vallecano dan la bienvenida a todo posible comprador. Es cierto la frase que dice para gustos, los colores, pero es prácticamente imposible no salir de la tienda sin caer en la tentación. Hay modelos para todos. 

Un negocio que solo contrata a mujeres como dependientas

Los estrógenos se sienten en el ambiente. Solamente hay mujeres dependientas. "Tuve dos malas experiencias con chicos en la primera tienda y decidí contratar a un solo sexo. Elegimos a las chicas. Y viendo como son las fiestas de empresa, mejor que solo haya un sexo en las tiendas...", confiesa a EL ESPAÑOL entre risas. "Todos los años organizamos una fiesta en la sala Copérnico de Madrid con 250 personas. Vienen casi todas las dependientas y los trabajadores de la central. Hay barra libre hasta las seis de la mañana. Es muy divertido", dice. Una empleada que este año asistió a una de esas celebraciones da fe a lo que dice el empresario con una sonrisa pícara.

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