Patricia, nuestra 'mater dolorosa': así educaba a Gabriel la mujer que ha conquistado a España

La madre del niño asesinado en Almería dio una lección a todo el país pidiendo que no se extendiese la rabia cuando le acababan de arrebatar a su pequeño. Hija de un almeriense y una sevillana, estudió Educación Física y trabaja en la Diputación. Pacifista, amante de la naturaleza y los que la conocen dicen que tiene "una fuerza interior que desborda"

Patricia, nuestra 'mater dolorosa': así educaba a Gabriel la mujer que ha conquistado a España
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Según informa Andros Lozano en EL ESPAÑOL, cada mañana, cuando Gabriel salía de casa camino del colegio, lo primero que veía era la pescadería de Marina. La tenía enfrente del humilde piso en el que vivía con su madre, Patricia Ramírez, la mujer que ha conmovido a España con sus palabras después de que le arrebatasen a su hijo.

“Gabriel está ya en algún lugar con sus peces. La bruja mala del cuento ya no existe (...) Pido que no se extienda la rabia, que no se hable de esta mujer más [Ana Julia Quezada] y que queden las buenas personas”, dijo a las pocas horas de conocerse que la pareja de su ex marido, de 43 años, había acabado con la vida de su hijo.

Patricia y Gabriel residían en el barrio almeriense de El Zapillo. Muchos días, a primera hora de la mañana, con el olor a café en las casas y el niño con la mochila a la espalda, Gabriel tocaba con sus nudillos la cristalera desde la que veía a Marina limpiar y cortar pescados. Patricia le metía prisas, risueña, feliz. “Vamos, móntate en el coche”, le decía. La madre tenía que llegar a su trabajo de técnico deportivo en la Diputación y no podía demorarse.

Antes, Gabriel saludaba a Marina, le daba los buenos días y le decía adiós con su mano chiquita. Luego, se montaba en el coche de la mujer que la trajo al mundo. Marina sonreía con la visita repentina del niño y le decía que lo pasase bien en las clases de su colegio, el Virgen de Loreto.

A Gabriel le encantaba el trabajo de su amiga, todo el día en contacto con peces. Muchas veces, cuando su madre le compraba género, el niño jugaba con Marina mientras ésta despachaba. "A ver, Gabriel, dime el nombre científico del lenguado". Entonces, el pequeño se acercaba a un cartel pegado a una de las paredes de la pescadería, buscaba con sus ojitos vivarachos y le respondía.

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