La Palma, la misteriosa isla de las desapariciones: ¿dónde están Pedro, Alejandro y Anthony?

Es una de las islas más desconocidas de Canarias. En el año 2017 se perdieron tres varones en circunstancias misteriosas

La Palma, la misteriosa isla de las desapariciones: ¿dónde están Pedro, Alejandro y Anthony? - EL ESPAÑOL
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Un reportaje de David López Frías publicado en EL ESPAÑOL

-       Ten cuidado con lo que haces, hijo.

-       Yo siempre, má.

Fue la última conversación de Alejandro Martín con su madre. Pocas horas después, su teléfono dejó de recibir mensajes y llamadas. Su coche apareció a los dos días, abierto, aparcado delante de un invernadero de plátanos. Sucedió el 11 de abril de 2017. Nunca más se ha vuelto a saber de él.

Alejandro Martín, de 28 años, es uno de ‘los tres de La Palma’. Tres varones, sin relación aparente entre sí, que desaparecieron en un breve lapso de tiempo y extrañas circunstancias en la isla de La Palma (Canarias). Se acaban de cumplir dos años de la primera desaparición. El rastro de Alejandro, Pedro y Anthony se perdió entre marzo y agosto de 2017. Tres misteriosas desapariciones en la más misteriosa de las Islas Canarias.

El cielo más bello del mundo

¿Han estado alguna vez en La Palma? Es harto probable que no. Es una de las islas menos conocidas y visitadas de Canarias. Un lugar de contradicciones. La Palma es un sitio en el que para ir desde la capital (Santa Cruz) hasta la ciudad más grande (Los Llanos) se tarda tres cuartos de hora, pero el camino de vuelta se invierte bastante menos tiempo. A pesar de tener varios microclimas, es uno de los puntos más fríos de un archipiélago conocido por sus cálidas temperaturas. Una isla de 80.000 habitantes que tampoco destaca por sus playas, como sí sucede con Fuerteventura o Lanzarote.

Es La Palma, en cambio, la más fértil y exuberante de las siete islas. La llaman 'La isla bonita'. Una suerte de selva en mitad del Atlántico. Es reserva de la biosfera porque está llena de bosques de la época terciaria. Es decir, de hace más de 60 millones de años. Pero la joya de la corona son las estrellas. “El cielo más bello del mundo” es uno de los eslóganes de esta isla cuyo orgullo es la gran cantidad de telescopios internacionales instalados en los alto de la cima del Roque de los Muchachos.  Y es que ni en Hawai, ni en Chile, ni en ningún otro lugar del mundo se ven mejor las estrellas que en La Palma. Un paraíso escondido en mitad del océano que siempre guardas miles de secretos. Y, desde hace dos años, cuenta con tres más que siguen sin resolver.

Caso 1: Pedro Pérez dejó la compra a medio colocar

Cronológicamente, la primera de las tres desapariciones de La Palma en 2017 es la de Pedro Pérez Martín. Un varón de 46 años, separado y padre de dos hijos. Vivía en la zona de Tijarafe. Un hombre de costumbres, de rutinas muy definidas. El último día de marzo de 2017 se levantó por la mañana, se fue a un cajero, sacó dinero y se marchó con su coche a hacer la compra. Se sabe que volvió a casa porque allí encontraron los artículos adquiridos… a medio colocar.

Nadie sabe qué sucedió entonces. El coche de Pedro apareció bien aparcado pero abierto y con las llaves puestas, algo que (a priori) él nunca haría. No se ha vuelto a saber nada más de él. Siguen buscándolo, pero el de Pedro es el caso del que se dispone de menos información pública. El motivo es que su familia no quiere hablar con los medios. Curiosamente, Pedro se perdió el 31 de marzo: el día del cumpleaños del segundo desaparecido, Alejandro Martín.

Caso 2: Alejandro Martín y el pueblo del barco fantasma

En julio de 1968, un barco llamado Fausto salía de la vecina isla de El Hierro en dirección a La Palma. Aunque no había niebla, ni bruma, ni fuerte oleaje, el barco se desvió de ruta y se perdió sin motivo aparente en un mar en calma. Fue localizado a 100 millas de su rumbo por un buque inglés que se ofreció a remolcarlos. Los marineros canarios rechazaron la oferta, nadie sabe por qué. Y allí se quedaron, al pairo. El Fausto vagó a la deriva por el Atlántico durante mucho tiempo. Se convirtió en un barco fantasma. Todos sus tripulantes murieron y forman ya parte del libro de leyendas y misterios de la isla.

El Fausto se dirigía originalmente a Tazacorte, el pueblo de La Palma en el que tenía base. Precisamente en Tazacorte, pocos metros por encima del mar, apareció el Opel Corsa de Alejandro Martín, el segundo desaparecido. El coche estaba abierto y bien aparcado, igual que el de Pedro Pérez. En este caso no encontraron las llaves ni otros enseres personales, pero sí las ventanillas bajadas. No dejó nota, ni nada que hiciera pensar en una marcha voluntaria.

“Vino a verme la tarde de antes. No había nada raro en su comportamiento. Me dio un beso, nos despedimos…”, rememora María del Mar, su madre. Es la última persona que lo vio con vida. Recuerda cada instante de aquel jueves 11 de mayo de 2017 en el que se le perdió la pista a su único hijo. Alejandro tenía entonces 26 años y un crío de 4 al que amaba con locura. "Nunca se hubiera marchado por su cuenta sin decirme nada y dejando solo a su hijo".

“El viernes no me escribió. Le mandé un mensaje por Whatsapp a mediodía y no lo recibió. Pero como se acababa de comprar un móvil nuevo, no le di importancia. Yo soy auxiliar de enfermería y ese día empalmé turno de tarde y noche. Cuando salí de trabajar, el mensaje seguía sin llegarle al teléfono y él sin contestar. Ahí supe que había pasado algo malo”, prosigue María del Mar, que fue a poner la denuncia a la comandancia de la Guardia Civil el sábado 13 por la mañana. Ahí empezó su indignación.

“Su hijo estará en una bodega”

“Me dijeron los agentes que seguro que estaba por ahí en una bodega. O que igual había conocido a una chica y por eso no volvía. ¿Cómo se ponen a prejuzgar así cuando estamos hablando de una persona desaparecida, de una vida humana?”, se pregunta con rabia. Y es que María del Mar tardó más de media hora en que el agente de turno le aceptase la denuncia. “En este país podemos denunciar que hemos perdido un mechero y te lo aceptan de inmediato. Pero cuando se trata de la vida de una persona, nos dicen que tenemos que esperar 72 horas. Precisamente son las más cruciales para la búsqueda” apunta.

Entre la desconfianza (y desidia) del agente, la burocracia y una competición deportiva que se celebraba ese fin de semana en La Palma, la búsqueda no empezó hasta el lunes por la tarde. El coche había aparecido el sábado en una zona que Alejandro no frecuentaba: una cuesta en mitad de una ladera llena de plataneros. De eso se enteró la familia por fuentes extraoficiales. Los investigadores tardaron varios días en precintar el vehículo: “¿Eso es una cadena de custodia correcta?”, se pregunta de forma retórica María del Mar, enumerando el cúmulo de despropósitos que rodearon la gestión de la búsqueda de su hijo.

En pocos día se cumplirán dos años y Alejandro sigue sin aparecer. Su hijo ya tiene 6 años y pregunta por él. María del Mar sobrevive gracias a la medicación. “Yo antes era feliz. Ahora tomo 15 pastillas al día para poder hacer lo más esencial. Porque esto no es vivir”, confiesa entre lágrimas, lamentado que "se hagan tantas campañas para concienciar a la gente sobre accidentes de tráfico. O se movilice todo el mundo por el incendio de Notre Dame. ¿Y los desaparecidos qué? Son personas", concluye Mar, que se ha convertido en la embajadora de SOS Desparecidos en la Palma.

María del Mar se ha volcado con la causa. Está moviendo cielo y tierra para encontrar a su hijo. Es, con diferencia, la familia que más está peleando públicamente por esclarecer las desapariciones. Todo lo contrario que la de Anthony John Walton, el tercer desaparecido y, con diferencia, el personaje más extraño de los 3.

Caso 3: Anthony Walton, el poeta millonario y la comuna utópica

Nadie sabe cuándo llegó exactamente a La Palma Anthony John Walton, un excéntrico poeta londinense que nació en 1950 y estudió en Cambridge. Lo que sí que supo todo el mundo, desde el principio, es que era rico. Su familia tenía farmacias en Gran Bretaña y heredó mucho dinero. Su patrimonio era de medio millón de euros. “Tienes bastante como para vivir con comodidad el resto de tu vida”, le recordaba su hermano Rick desde Irlanda. Pero Anthony tenía unos planes muy alejados de vivir con comodidad: decidió fundar una microsociedad de artistas en mitad de una montaña de La Palma. 

Era Anthony Walton un tipo peculiar. Lo cuenta la gente de Garafía, el pueblo del norte de la isla donde se instaló: “Siempre lo veías aparecer con las uñas pintadas o con faldas muy largas. Recitaba poesía y siempre montaba fiestas y conciertos”. Walton se compró una casa en mitad de una montaña rodeada de vegetación. Luego adquirió otra. Después un terreno en el que construyó una especie de escenario.

Poco a poco se fue haciendo con toda la ladera de Roque Faro, la zona de Garafía en la que pensaba fundar su microsociedad. Una especie de comuna hippy con el arte como columna vertebral. Allí se hacían fiestas, se recitaba poesía, se dibujaba,  se reciclaba y se entraba 'en contacto con la Pachamama', como escribía en "El Papelito", el delirante fanzine mensual que editaba Walton como periódico de aquella sociedad.

Pero el poeta millonario se largó de su pequeño reino en agosto de 2017. Dejó una nota manuscrita en la que anunciaba que se retiraba definitivamente a vivir y a morir a las cuevas, que abundan en esa zona de La Palma. No tardaron mucho los amigos y conocidos en realizar una primera batida para hallarlo, sin éxito. Después fueron a buscarlo los lugareños, los que de verdad conocen los senderos. Nadie encontró ni una sola pista. Walton no ha aparecido, ni vivo ni muerto.

¿Derrochó el dinero o lo desplumaron?

 Para llegar a Garafía desde la capital hay que atravesar lo que los lugareños llaman 'El túnel del tiempo'. Un túnel cavado en la montaña en el que se entra en coche con un clima nublado y se sale con un sol de justicia. Allí, en el norte de la isla, vivía Anthony John Walton. Su casa está escondida en pleno monte, en mitad de una cuesta rompepiernas con un desnivel sobrehumano. En un camino anexo está, como en el resto de desapariciones, su coche bien aparcado. Un Suzuki todoterreno gris de 2013. Dentro todavía hay ejemplares de “El Papelito”. Sus gatos siguen vagando hambrientos por la zona, extrañados tal vez de que ya no haya festines con música, poesía, energías cósmicas... y algo de comida.

La casa, teóricamente, está vacía. Estoy tirando fotos a la puerta cuando desde dentro emerge una voz masculina que me saluda en inglés: “Hello”. Mi sobresalto inicial se convierte de inmediato en alegría. “¡Mira qué suerte, que ya lo he encontrado!”, pienso. Pero no. El que sale es Peter, un eslovaco de 32 años que ahora vive como okupa en la casa de Walton. Peter es pintor y era uno de esos artistas que conformaba aquella comuna utópica.

“Anthony imaginó una sociedad ideal en mitad de la montaña. Le sobraba el dinero y se autoeditó un par de libros de poesía. Pero, sobre todo, gastó mucho en equipos de sonido, en altavoces, en cosas para los espectáculos. Mejor dicho: lo malgastó, porque la casa no estaba en condiciones dignas para vivir. Se le fue todo el dinero y no se sabe en qué”, cuenta Peter, que recuerda que lo peor de vivir allí eran los cambios de carácter de Walton: “Podía ser el tipo más encantador del mundo y al poco rato ser un verdadero capullo”.

Walton no dejó testamento, pero la casa se la ha quedado Peter... de momento: “Ahora vivo yo aquí con mi novia, que es italiana. Podríamos decir que estoy en situación ilegal, pero la policía sabe que estoy aquí y me lo permiten. También el hermano de Anthony, que vive en Irlanda y con el que hablo a menudo”, se defiende.

Hay vecinos de Garafía, en cambio, que creen que el dinero se lo levantaron entre sus colegas de la comuna: “El inglés llegó con medio millón de euros y se corrió la voz de que tenía mucha pasta. Pero cuando desapareció y registraron su casa, sólo encontraron 3.000 euros en efectivo. Es todo lo que le dejaron”, explican en los bares. Y mientras el debate por el dinero de Walton continúa incandescente, su cuerpo sigue sin aparecer.

¿Dónde están?

Las tres desapariciones, tan pegadas en el tiempo, son tres enigmas. Nadie logra darle una explicación convincente a lo sucedido en una isla tranquila, en la que casi nunca pasa nada: “Antes de la desaparición de Pedro no recuerdo casos así. Luego se perdieron los tres casi de golpe. Y después no ha vuelto a desaparecer nadie”, recuerda María del Mar, madre de Alejandro. 

¿Se los tragó el océano? Los pescadores lo descartan: “El mar hubiera escupido los cuerpos más tarde o más temprano”, cuentan en Garafía. ¿Se escondieron en los infinitos bosques de La Palma? Tampoco lo cree nadie. “Hemos peinado la isla entera como aquel que dice. Y aunque aquí la Guardia Civil no dispone aquí de medios especializados, como los perros K9, las búsquedas las hicimos gente de La Palma de toda la vida, que nos conocemos la isla perfectamente”, concluye María del Mar. En los tres casos, las búsquedas han sido exhaustivas. En ninguno han servido para encontrar una sola pista.

A priori no es fácil entrar o salir de La Palma sin ser detectado y debidamente registrado. Pero siempre hay recovecos: “Es fácil sacar a una persona en el maletero de un coche de los que suben al ferry. Quédate a mirar en el puerto de Santa Cruz y verás cómo pocos coches son revisados”, explica la madre de Alejandro, que ha sopesado todas las posibilidades para imaginar qué pasó con su hijo.

Insiste María del Mar en la importancia de empezar a buscar a una persona desde el mismo instante en que se pierde: “Son los momentos clave. Ahora no es necesario esperar 72 horas porque el Ministerio del Interior lo cambió el pasado mes de marzo. Pero antes sí y a nosotros sí que nos tocó”, lamenta, recordando que “una persona está desaparecida siempre hasta el momento en el que aparece, viva o muerta. Parece que eso lo olvidamos con facilidad. Y eso para las familias es una angustia inaguantable”.

La misma versión sostiene Santiago Carlos Martín, coordinador de SOS desaparecidos en al archipiélago. Canarias es, junto a Cataluña, Andalucía y Galicia, la comunidad con mayor índice de desaparecidos. Son 176 las personas que siguen en paradero desconocido. "La orografía es complicada, estamos rodeados de agua... Parece difícil salir de forma oficial, pero quizás sea un sitio idóneo para que te hagan desaparecer", resume Santiago, haciendo hincapié en que "las primeras horas de búsqueda son cruciales y necesitamos que se difunda esa información con la mayor celeridad posible".

Casi 200 desaparecidos en las islas, pero ninguno cuenta con el halo de misterio de esa sucesión de casos que se produjeron hace dos años, bajo el cielo más bonito del mundo. Sólo esas estrellas y los infinitos bosques prehistóricos de La Palma son testigos de lo que sucedió entre marzo y agosto de 2017 con Pedro, Alejandro y Anthony.

Fuente: EL ESPAÑOL

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