El padre de Marta del Castillo envidia a los Quer: "Yo no puedo hacer la autopsia a mi hija"

El próximo 24 de enero se cumplen nueve años del asesinato y desaparición de la sevillana Marta del Castillo. Antonio, su progenitor, no ha descansado en todo este tiempo. Una semana después del hallazgo del cuerpo de Diana Quer, EL ESPAÑOL recorrió junto a él cinco de los lugares en los que ha buscado el cadáver de la adolescente. La ubicación de dos de esas búsquedas no ha trascendido hasta la fecha

El padre de Marta del Castillo envidia a los Quer: "Yo no puedo hacer la autopsia a mi hija" - EL ESPAÑOL
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Según informa Andros Lozan en EL ESPAÑOL, Antonio del Castillo fuma como si la vida le fuera en ese pitillo rubio que sostiene sobre la comisura de sus labios. El hombre lleva nueve años buscando el cadáver de su hija Marta, asesinada el 24 de enero de 2009 en un piso bajo de la calle León XIII de Sevilla. Desde esa fecha, su vida es otra. Más oscura, más cruel.

En todo este tiempo no ha habido un solo día que Antonio haya dejado de pensar en dar sepultura a Marta, que tenía 17 años cuando desapareció. La mató Miguel Carcaño (19), quien, según la sentencia de la Audiencia de Sevilla, la asesinó golpeándola en la cabeza con un cenicero.

“Es necesario encontrar su restos para cerrar el duelo”, dice mientras conducimos bajo una Sevilla plomiza el pasado 5 de enero, día de los Reyes Magos. “Los padres de Diana Quer van a poder hacerlo. Yo ni siquiera puedo hacer la autopsia a mi hija y saber con exactitud de qué forma la mataron. Mientras no aparezca el cuerpo he de creerme lo que diga la sentencia”, dice con un tono de voz que denota recelo hacia la decisión de la Justicia.

Marta del Castillo y su padre, Antonio, en dos imágenes del archivo familiar.

En 2012, la Sección Séptima de la Audiencia de Sevilla condenó a Carcaño a 20 años de cárcel por asesinar a Marta del Castillo con un cenicero en el número 78 de la calle de León XIII, mientras que dejó libres a los otros tres sospechosos de haberle ayudado a deshacerse del cuerpo: su hermano, Francisco Javier Delgado, la novia de éste, María García, y su amigo Samuel Benítez. Dos años antes, el Juzgado de Menores condenó por encubrimiento a Javier García el Cuco a dos años y 11 meses de reclusión en un centro de menores.

- ¿Qué sintió cuándo se enteró de que había aparecido el cadáver de Diana Quer?

- Una alegría enorme por sus padres y su hermana, que por fin van a poder descansar, aunque el dolor seguirá ahí. Pero a la vez mucha frustración.

- ¿Por qué?

- Ojalá la investigación y búsqueda de mi hija la hubiera llevado a cabo la UCO (Unidad Central Operativa de la Guardia Civil). Lo pedí a los pocos meses de la muerte de mi hija. A la Policía Nacional, a la que agradezco su esfuerzo pero cometió muchos errores, le sigo poniendo sobre la pista de algunas cosas y no mueven un lápiz.

Antonio del Castillo viste pantalón claro, chaqueta marrón, camisa rosa. Lleva barba de una semana. En 2017, su rostro lo conoce toda España: los desconocidos se cruzan con él por la calle y le dicen “adiós, Antonio”; las ancianas lo paran, le dan un pellizco en el brazo y casi en su oído le piden a Dios que algún día encuentre a Marta.

Antonio era consciente de que la exposición que ha tenido en los medios de comunicación le haría perder la privacidad, pero asumió ese peaje si eso le ayudaba a encontrar a la mayor de sus tres hijas. Algo que sigue sin conseguir. “Los Quer pueden volver a sus vidas, llorar a su hija… Pero ya no tienen que soportar la incertidumbre. Mi familia y yo también necesitamos eso”.

Durante toda una mañana un periodista y un fotógrafo de EL ESPAÑOL acompañan a Antonio del Castillo a algunos de los lugares en los que se buscó los restos de su hija. La sorpresa llega cuando no sólo nos conduce a ellos, sino que también nos muestra otros en los que se ha rastreado el terreno en busca del cadáver de Marta y no han trascendido hasta la fecha.

1. El barranco junto a una venta de carretera

"Mira, frena ahí, métete por ese carril que sale de la carretera principal", dice Antonio del Castillo mientras circulamos por la vía que une Sevilla y La Rinconada.

Estamos a medio kilómetro de distancia, pero al otro lado de la carretera, de la finca Majaloba, donde en el otoño de 2013 la Policía Nacional buscó el cadáver de Marta en una enorme extensión de terrenos de cultivo, cerca de una gasolinera, de unas casas bajas con luces y próxima a una zona de palmeras, como recordaba en su confesión Miguel Carcaño.

Ahora mismo estamos un poco más allá de Majaloba, carretera arriba. Antonio pide que introduzcamos el coche por un carril de hormigón que a su derecha desemboca en el portón de una finca reconvertida en lugar de celebraciones. A la izquierda se sostienen las ruinas de un antiguo restaurante, la venta El Rubio. Continuamos en una marcha lenta durante una treintena de metros más y el terreno cambia del asfalto a la tierra. Detente, dice.

Antonio del Castillo cuenta que hace cuatro o cinco meses, “el pasado verano”, recibió la llamada de alguien al que no conocía. Era el antiguo dueño de la venta El Rubio. El hombre le dijo: ‘Antonio, el hermano de Miguel Carcaño trabajó de seguridad en la finca que hay a la espalda de mi antiguo restaurante. Cada día venía al bar a tomar café con leche. Conocía bien la zona. Pudo lanzar a tu hija por los alrededores. Y aquí nadie ha buscado’.

A los pocos días, Antonio del Castillo se plantó en el mismo lugar que hoy está: se encuentra situado junto a un cruce de carreteras dividido por una rotonda con cuatro salidas. Aquella vez apenas tardó 15 minutos en llegar desde su casa en el barrio sevillano de Tartessos.

Cuando vio el lugar, Antonio entendió por qué le había llamado aquel señor. Junto a restos de hierros y muros de lo que antaño fue la venta El Rubio hay una explanada de tierra, probablemente usada como antiguo aparcamiento para los clientes del establecimiento. Unos metros más allá hay un estrecho camino de grava y adoquines resquebrajados, de unos 20 metros de largo, que cruza por encima de un barranco por el que se canalizan las aguas de los campos cercanos cuando hay fuertes lluvias. Ese escueto tramo de carretera conduce a las naves de un pequeño polígono industrial próximo, pero no es transitable para los coches porque hay un quitamiedos que impide el acceso a los vehículos.

A ambos lados de ese puente que cruza el barranco hay una veintena de metros de altura, corre el agua y una espesa vegetación se come el paisaje. Uno de sus márgenes lo han desbrozado recientemente. El otro es un lodazal recubierto de basura, ramas y rocas. La finca a la que se refería el hombre que llamó a Antonio está a un minuto a pie.

- La sentencia reconocía que Miguel y El Cuco necesitaron de terceras personas para deshacerse del cuerpo. Pero dejaron libres al hermano, a la novia y a Samuel. Cuando recibí esa llamada le conté a la Policía que, al parecer, el hermano de Carcaño había trabajado al lado. No han hecho nada. Me dijeron que no podían mirar ahí.

Antonio del Castillo se siente frustrado. Piensa que la Policía Nacional poco más va a hacer para encontrar el cadáver de su hija. Dice que le costaría muy poco saber si, en efecto, Francisco Javier Delgado trabajó allí guardando las instalaciones. Si fuera así, asegura, no sería descabellado que, aunque no tenía carnet de conducir pero sí coche, condujera a su hermano y a la joven asesinada hasta esos terrenos y la lanzaran juntos, y que luego Miguel Carcaño, que no conocía bien la zona, se equivocase a la hora de decir con exactitud la altura de la carretera de La Rinconada a la que se deshicieron del cuerpo de la menor.

- En menos de 500 días la UCO ha encontrado al asesino de Diana Quer. En casi nueve años la Policía Nacional sólo consiguió la confesión de Miguel, pero no el lugar exacto en el que tiraron el cuerpo.

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