El notario criptominero: la nueva fiebre del oro de fabricar monedas digitales con potentes ordenadores

El altísimo valor alcanzado por el Bitcoin y otras monedas virtuales han desatado la euforia entre los que ponen sus portátiles a conseguir dinero electrónico. Da igual si el escenario es el salón de casa o una 'granja' de ordenadores

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Según informan Pepe Barahona y Fernando Ruso en EL ESPAÑOL“mi madre se ríe de mí, pero yo aspiro a jubilarme con 40 años. Espero sacar mucho dinero; no 1.000 o 2.000, no sé, 30.000 o 40.000. Si sale bien”. Paulo, el autor de estas palabras, tiene 23 años y una máquina de hacer dinero. Literalmente. Está junto a su sofá, sobre dos sillas de enea. Es un amasijo de cables, circuitos integrados, ventiladores y disipadores que dan mucho calor y un zumbido constante. Y da unos 20 euros al día. Así, sin más. El sueño de muchos. Una máquina de hacer dinero en mitad del salón.

Él mismo la construyó con sus propias manos. Dice que la puede hacer cualquiera, pero con un mínimo de conocimientos informáticos. Paulo se juntó con dos amigos y los tres se pusieron a hacer monedas, aunque virtuales.

El dinero que da la máquina no es tangible, pero compra en las tiendas, electrónicas y físicas, cotiza en bolsa y se cambia por euros o dólares. Son las llamadas criptomonedas y el alto valor alcanzado por estas, con el Bitcoinalcanzando los 19.343,04 dólares de precio máximo de cambio —antes de su estrepitosa caída de finales de año—, ha hecho que muchos vivan eufóricos una particular fiebre del oro. Y no, no hace falta echar manos a las bateas, hoy las pepitas —electrónicas— están en el río de Internet. Es el nuevo El Dorado. Tampoco se baja a la mina, se sube a la nube para descargar el dinero de los unos y los ceros.

Paulo Suárez estudia un grado superior en Informática. Tiene el salón en el que trabaja, un espacio contiguo a la casa en la que vive con su madre, lleno de tarjetas gráficas. “Esa es la clave”, explica el joven, que pide no revelar su ubicación por miedo a los cacos, nada virtuales.

Su máquina de hacer dinero —en el argot, un minero— no difiere en gran medida de lo que sería un ordenador personal, con la salvedad de que incorpora un conjunto de tarjetas gráficas que otorgan al invento una gran capacidad de procesamiento, justo lo que demanda la criptominería. La alta demanda, fruto de la euforia de esta práctica, ha disparado el precio del hardware. La afición despertada ha generado también problemas a los fabricantes, que no dan abasto para satisfacer las peticiones de los mineros. Los grandes perjudicados son los jugadores de videojuegos, los gamers, que requieren equipos capaces de gestionar mucha información en poco tiempo.

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