El milagro del perro de la lotería de Navidad: ayudó a recuperarse a un niño en estado vegetal

Nicolás, a sus 8 años, llevaba meses inmóvil tras complicarse su operación de un tumor en el cerebelo. Tras un intenso tratamiento médico, apareció Max, el can de una vecina, que lamió los dedos del niño untados en Nocilla estimulándolo de nuevo. Desde entonces su camino hacia la recuperación no ha cesado

El milagro del perro de la lotería de Navidad: ayudó a recuperarse a un niño en estado vegetal - EL ESPAÑOL
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Según informa Ana Olabarrieta en EL ESPAÑOL, hace dos años el Gordo de la Navidad cayó en la madrileña calle de Bahía de Palma y nadie se enteró. Los afortunados no recibieron los 400.000 eurosdel premio -claro que tampoco jugaron ningún décimo-, pero aquel 22 de diciembre de 2015 la alegría se inundó en el bloque vecinal, como si de una administración lotera con el número ganador se tratara. En ese edificio, Nicolás, un niño que contaba 8 años por aquel entonces, consiguió después de tres meses en estado vegetal -debido al síndrome del cautiverio- mover el brazo gracias a Max, un pequeño perro mestizo que hoy es famoso por protagonizar el último anuncio de la Lotería de Navidad.

El can ha entrado esta semana en las vidas de todos los españoles, perolleva cuatro años en la de Nicolás. Sin embargo, fue hace un par de inviernos cuando su relación cambió de por vida: desde que Max se convirtió en salvador de Nicolás. Desde entonces, la forma en la que niño y animal se miran nunca ha vuelto a ser igual. La mirada de ambos es negra y profunda, muy expresiva y capaz que captar la emoción de quien tienen en frente con solo un golpe de ojo. De ello ha sido testigo EL ESPAÑOL.

La historia que ha conseguido que esas caricias mutuas sean imposibles de describir comenzó como una auténtica pesadilla a la que muchos no le veían el final. Era un 13 de junio de 2014, esa mañana Nicolás vomitó, como llevaba tiempo haciendo. Pero ese día su madre, Macarena, lo tenía claro: "Supe que algo pasaba". Ella siempre tuvo terror a enfermar, no por miedo a la muerte, pues es una gran creyente y nunca pierde la fe, sino porque le daba pánico que sus hijos crecieran sin su amor. Sien embargo, el caprichoso destino se cebó con "uno de sus dos bienes más preciados", su hijo mayor.

Llevaba cuatro meses sin saber qué le ocurría a su primogénito, pero aquel 20 de octubre un TAC reveló lo que Macarena jamás deseó escuchar: Nico tenía un tumor en el cerebelo. "Cuando me lo comunicaron, creí morirme, no metafóricamente hablando, sino literal, me faltaba el aire y se me hundía el pecho".

Nico fue trasladado a la UCI y una semana después entró en quirófano. El tumor le había provocado una hidrocefalia y había que implantar una válvula. Era una cirugía delicada pero la operación salió perfecta. Las complicaciones llegaron después. De la noche a la mañana Nicolás quedó en total estado vegetativo, sufría el síndrome del cautiverio y mutismo cerebeloso, por lo que lo único que podía hacer por sí mismo era respirar. Permanecía inmóvil, con los párpados bajados y sin poder articular palabra.

Nico besa a su fiel cómplice, Max.

Pero la situación empeoró aún más. Una trombosis cerebral hizo que su vida pendiera de un hilo. La imagen que Nico proyecta hoy de felicidad y entusiasmo por la vida contrasta con la del aquel entonces, la de un niño debilitado por completo, atado a su sonda nasogástrica y en silla de ruedas. Aún así, sus padres, Carlos y Macarena, no perdieron jamás la esperanza.

Era el momento de dar un paso definitivo que marcaría sus vidas: la rehabilitación. Logopeda, fisio y terapia ocupacional eran las recomendaciones clínicas del equipo médico de Blanca López Ibor, que de forma totalmente altruista, obraron el milagro. Macarena no puede dejar de insistir en que esos profesionales de Montepríncipe son los auténticos responsables de que su hijo haya recuperado la vitalidad. Destaca de Blanca su humanidad y sensibilidad y guarda con especial recuerdo unas palabras de la doctora que le 'salvaron la vida' a ella: "Blanca me pidió una foto de Nico, le mandé una reciente, vestido con la equipación de su equipo de fútbol, el San Roque, y le comenté, "fíjate, el viernes en un partido de fútbol y hoy aquí en el hospital' a lo que respondió, 'volverá a jugar'". Esa frase abanderó su eterna fe.

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