La ‘masái blanca’ española: la bróker que dejó Londres y se casó con un guerrero

María de los Ángeles Carpio Pérez ha pasado de ejecutar compras millonarias en la City a regatear por cabras a 35 euros en los mercados populares de Tanzania. En el país africano conoció a Mubaki, con quien adoptó a una niña y fundó una ONG que ayuda a 500 viudas

La ‘masái blanca’ española: la bróker que dejó Londres y se casó con un guerrero
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Según informa Eduardo del Campo en EL ESPAÑOL, la española María de los Ángeles Carpio Pérez ha pasado de ejecutar compras de “cinco, seis o diez millones de dólares” como directiva de banca privada en la City de Londres, a regatear por cabras a 35 euros en los mercados populares de Tanzania, donde comercian entre nubes de moscas. De vivir en su acomodado piso en el barrio londinense de Dulwich, a dormir en África en una choza tradicional o ‘boma’, sin luz, sin agua corriente y con paredes hechas de excremento de vaca.

De trabajar desde las siete de la mañana en una oficina junto a la Bolsa de Londres con el objetivo de maximizar el lucro de sus gigantescos clientes, como los bancos BBVA y Santander, a exprimir el día visitando a mujeres analfabetas y buscando donaciones para luchar contra la mutilación genital femenina, mantener un colegio y construir un dispensario para viudas y huérfanos masái, los habitantes más miserables a la sombra del Kilimanjaro.

María, nacida en Salamanca en 1971, consagró su vida durante casi quince años a enriquecer a los ricos, hasta que acabó sintiéndose vacía: pobre del alma. Ahora la antigua banquera se dedica al altruismo en la sabana y es millonaria (de conciencia) trabajando por libre al frente de su ONG. En la tribu negra de su nueva vida, la ejecutiva renació convertida en “la masái blanca”.

María de los Ángeles está casada con un tanzano de la tribu masái al que conoció mientras intentaba implantar su ONG en el país africano.

Se casó con un guerrero masái 16 años más joven que ella al que ha ayudado a licenciarse en Derecho y con quien ha adoptado a una niña de la misma etnia a la que su familia había desahuciado por sus graves quemaduras.

La ‘masái blanca’ cuenta a EL ESPAÑOL su extraordinaria aventura aprovechando que las pasadas navidades vino con la niña desde Tanzania a España para visitar a su familia, recaudar fondos con un concierto solidario de Pedro Sosa en Sevilla y, sobre todo, llevar a la pequeña a un prestigioso cirujano plástico para que le haga en Valencia una operación de reconstrucción funcional y estética de cara y manos.

María Carpio, hija del médico Ángel y la ama de casa Rosa, se crió en una familia de cuatro hermanas, de la que ella es la tercera. Tras licenciarse en Ciencias Empresariales en la Universidad de Salamanca, cursó en Oxford y París una maestría en Gestión Internacional de la escuela de negocios parisina ESCP-EAP. A continuación se fue a trabajar durante un año a Luxemburgo en el banco de inversión estadounidense Merrill Lynch.

Recuerda que en la capital del pequeño emporio financiero en el centro de Europa, “donde todo el mundo es rico”, le iba muy bien en el despacho, y mal cuando terminaba la jornada. “Envejecí diez años. La soledad era bestial. Fuera del horario de trabajo, no había nadie por las calles. Era angustioso, parecía una película de miedo, deprimente”, dice salpicando con sonrisas su tétrica descripción.

Su paso por Londres

Su sueño era trabajar en la City de Londres, el verdadero corazón de las finanzas de Europa, y lo materializó cuando, un año después, en 1997, la fichó UBS, el coloso suizo de banca privada y de inversiones. Su oficina londinense estaba en Liverpool Street, al lado de la Bolsa, y su misión desde el cargo de directora asociada del departamento de venta de ‘equities’ de Estados Unidos era vender participaciones de productos financieros americanos de “renta variable a clientes corporativos españoles, en su mayoría fondos de inversión españoles y portugueses”, entre ellos los de los mayores bancos, como el BBVA y el Santander.

Para ello se examinaba periódicamente a fin de que la bolsa neoyorkina de Wall Street la autorizase a intervenir como operadora financiera o ‘trader’ en el mercado estadounidense. Se sentía dichosa, en el centro del imperio. “Todas las mañanas cruzaba el London Bridge y pensaba: ‘¡qué gozada estar en la City!’”.

Pero era también “una vida que quema mucho, donde no había solidaridad”.En 2008 su mundo se resquebrajó. El estallido de la burbuja de las hipotecas basura desató una crisis financiera mundial, los clientes españoles de UBS “dejaron de invertir en Estados Unidos” y la firma prescindió de los empleados que se dedicaban a ese mercado, como ella.

María de los Ángeles Carpio ha creado una fundación que lleva su nombre y que se financia cons las aportaciones de sus socios y a través de la venta de productos hechos por viudas de Tanzania.

Se colocó entonces en la sede en Londres del banco estadounidense Knight Securities. Y al cabo de un año dejó el nuevo trabajo. “Fue un alivio, porque no era feliz. Me decía: ‘no puedo ser agresiva y vender algo [productos financieros] que sé que es malo; no puede ser bueno si tengo que ser tan cínica, tan hipócrita. Yo no soy así. Mis padres me educaron con valores’”.

En paro y “sin novio”, pero con sus ahorros de años de trabajo como colchón económico, se vio sola en Londres con el futuro en blanco por delante y “todo el tiempo” para reflexionar, y se preguntó: “Y ahora, ¿qué hago con mi vida? Yo buscaba mi lugar en el mundo. Pensaba, ‘he tenido que nacer para algo’. Y empecé mi búsqueda personal para ser feliz”.

Intentó meterse en el sector inmobiliario pero, con la crisis en auge, no cuajó. Devoró cursos y libros de autoayuda. Se planteó dedicarse profesionalmente a la cooperación. “Siempre había querido ir al Tercer Mundo”. Una ONG le ofreció en Madrid un puesto como contable en un proyecto en Níger. Pero lo descartó: quería trabajo de campo, no encerrarse en una oficina, aunque fuera en el país más pobre del mundo.

Viaje a Tanzania

Su camino cambió de rumbo cuando en julio de 2009 viajó a Tanzania junto a otros 18 voluntarios de una ONG británica para participar en una iniciativa solidaria, subir al monte Kilimanjaro, la cumbre de África, y destinar a la investigación del cáncer masculino (próstata, testículo y pene) las 4.000 libras que cada uno recolectó entre sus amigos. Como viajera tenía dos sueños: ver en Argentina el glaciar Perito Moreno, lo que cumplió unos meses antes, y coronar el Kilimanjaro. Y fue en la montaña que emerge majestuosa y solitaria al norte de Tanzania donde María Carpio experimentó su epifanía.

Un 6 de julio y a “4.500 de metros de altitud”. Cuenta que durante esos días de expedición ella, en vez de obsesionarse con hacer cumbre como otros compañeros europeos de viaje, prefería fijarse en las condiciones de los porteadores tanzanos que cargaban con los bultos de la expedición y que “iban descalzos, sin ropa”. Hablar con ellos, preguntarles por sus vidas.

Entonces, allí donde le faltaba el oxígeno y rozaba el cielo y le deslumbraban las nieves perpetuas, lo vio claro: “Mi mente hizo ‘clic’. Soy muy creyente, tengo mucha fe. A 4.500 metros, tuve una conversación con Dios, y a partir de ahí fue un antes y un después en mi vida”. En esa ascensión y días después hablando con sus guías tanzanos en un safari por el parque Serengueti tomó la decisión: montaría una asociación y volvería a Tanzania para ayudarles.

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