María, el doble calvario de la camarera: maltratada por su expareja, asesinada por su novio

- La vida de las víctimas (41): María Blázquez Bravo, de 33 años, era la hija de unos conocidos comerciantes de Talavera de la Reina (Toledo).

- Una expareja, que la maltrató anteriormente, fue quien denunció su falta. Encontraron su cuerpo, tiroteado, junto al de su novio actual.

María, el doble calvario de la camarera: maltratada por su expareja, asesinada por su novio - EL ESPAÑOL
photo_camera María, el doble calvario de la camarera: maltratada por su expareja, asesinada por su novio - EL ESPAÑOL

Según informa Marta Espartero en EL ESPAÑOL, María Blázquez Bravo, una mujer joven, morena, alegre, disfrutaba de la vida, sobre todo, si el escenario tenía lugar al aire libre. Allí, rodeada de naturaleza —daba igual playa que montaña, escalada que montar a caballo—, era donde desplegaba su sonrisa. Era su revulsivo, porque esta castellanomanchega de 33 años, natural de Talavera de la Reina (Toledo), no había tenido una existencia sencilla.

A María la conocían las fuerzas de seguridad: no por su propia actitud, sino por la violencia que sus anteriores parejas habían ejercido contra ella. Había tenido que denunciar en más de una ocasión los malos tratos que sufría. Y, precisamente, en esa espiral encontró su final: la mató, presuntamente y como apunta la investigación policial, su novio, Pedro Llinares. La Guardia Civil encontró los cuerpos de ambos, muertos a tiros. El arma había sido la escopeta de él.

Sucedió este martes en Finestrat, un pueblecito alicantino de algo más de seis mil habitantes a apenas veinte minutos en coche de Benidorm. En la gran ciudad residía María, tras haber dejado atrás su Talavera natal y donde sus padres regentaban un conocido comercio de tapicería. En Finestrat había estado trabajando de camarera de manera ocasional, durante el año y medio en el que estuvo residiendo, intermitentemente, allí.

La llamada de su exnovio maltratador

Todo comenzó con una llamada de teléfono. La Guardia Civil recibió una alerta sobre el paradero de María, puesto que un hombre —que se identificó como su expareja, pero con la que mantenía, según él, una relación de amistad— aseguraba que no respondía a sus llamadas. Sabía a dónde había ido: a la casa de Pedro en Finestrat. Según fuentes cercanas a la investigación consultadas por EL ESPAÑOL, probablemente iba a recoger sus pertenencias.

Pero este supuesto amigo no era un colega cualquiera: María constaba dentro del sistema de seguimiento integral de víctimas de violencia de género, entre otras cosas, por haber denunciado a quien realizó la llamada. También constaban episodios de malos tratos de otros hombres hacia la víctima, afirman las fuentes.

Aunque las autopsias de los cuerpos no son concluyentes y mantienen las incógnitas sobre ambas muertes y la Policía Judicial de Villajoyosa —a cargo de la investigación— no cierra ninguna hipótesis, fuentes conocedoras del caso apuntan a este periódico que se trata, con toda probabilidad, de un caso de violencia de género. Los agentes, que encontraron el cadáver de María con un tiro en el cuello, no tienen apenas dudas sobre ello. Al lado, Pedro, junto a su escopeta, para la que tenía licencia. Él se suicidó tras detonar el arma contra su cabeza. Entre Pedro y María, según los registros oficiales, no constan denuncias por violencia de género ni episodios violentos.

Una víctima "que ha normalizado la violencia"

La psicóloga experta en violencia de género Bárbara Zorrilla explica a este periódico que el hecho de que María encadenara varias parejas que la maltrataban no hacían sino convertirla en una víctima aún más vulnerable: “El hecho de que tuviera distintas relaciones afectivas que ejercieran la violencia hacia ella no es en ningún caso culpa suya, porque la violencia siempre es responsabilidad de la persona que la ejerce”.

“Probablemente, a raíz de cada una de estas relaciones, ella aunaría distintos factores de riesgo, como la baja autoestima. Las víctimas en esa misma situación ya han normalizado la violencia, han aumentado su tolerancia, y eso las deja más indefensas”, detalla la especialista. “No son capaces de frenar o detectar el maltrato. Quizás ella pueda ver pautas normales de relación en lo que es, realmente, es violencia de género”. 

Para la psicóloga, en casos como el de María, en el que constaban distintas inclusiones en el sistema de seguimiento de víctimas, “si no hay orden de protección, no se ha valorado el riesgo correctamente”. “Es muy importante brindar asesoramiento y apoyo psicológico para desvelar lo que está oculto y que la víctima vea los escalones del maltrato, para que se empodere y pueda reconocer lo que está viviendo”, cree Zorrilla.

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