Manolito, el héroe solitario que cierra narcopisos denunciándolos a la Guardia Civil

Fue yonqui y camello en los 80. Ahora ha iniciado una cruzada contra la droga en su pueblo, Arcos de la Frontera (Cádiz). Quiere crear una red de chivatos para salvar a los jóvenes de la coca y la heroína

Manolito, el héroe solitario que cierra narcopisos denunciándolos a la Guardia Civil - EL ESPAÑOL
photo_camera Manolito, el héroe solitario que cierra narcopisos denunciándolos a la Guardia Civil - EL ESPAÑOL

Según informa Andros Lozano en EL ESPAÑOL, cuando aquella madre tocó a su puerta, Manuel sintió cómo el frío recorría sus venas y el recuerdo de un pasado no tan lejano volvía a visitarle. Sin quererlo, se vio a sí mismo con 30 años menos. La señora, suplicante, le dijo que su hijo estaba en un fumadero de droga encerrado desde hacía horas. Ella tenía miedo de ir en su busca y que le sucediera algo malo. “Acompáñame, Manolito, te lo pido. Sácamelo de ahí”.

Manuel la acompañó y tocó la puerta del piso. Que salga fulanito, dijo. “Aquí no está, vete por donde has venido”, le respondió la jefa del punto de venta de droga. “Sácalo, está aquí su madre”, le exigió Manuel, quien se negó a marcharse. Al poco se abrió una puerta. Hasta que apareció el hijo de aquella mujer, antes fueron saliendo chicos jóvenes de miradas perdidas y cuerpos lánguidos. Aquella madre respiró al ver a su chaval.

Antes de marcharse junto a ella, Manolito le dijo a la traficante: “O dejas de vender droga o mañana tienes aquí a la Guardia Civil”. De aquello hace un mes y medio. La camella no ha vuelto a menudear con papelinas de rebujito, una mezcla de heroína y cocaína que en los últimos años ha atraído a miles de jóvenes en toda España por su bajo coste: una dosis de una décima de gramo oscila entre los seis y los diez euros.

Cinco denuncias y dos ingresos en prisión

Ahora es la una de la tarde del pasado miércoles. Los turistas recorren bajo el sol el casco histórico de Arcos de la Frontera, un pueblo de la serranía gaditana con 31.000 habitantes. Manolito es Manuel González, tiene 61 años y vive solo en un diminuto estudio alquilado. Hay un baño y una sola habitación donde se juntan la cocina con la cama. Sobre una mesa redonda de comedor hay un cenicero de cristal rebosante de ceniza y colillas.

Sigue leyendo este artículo completo en EL ESPAÑOL

Comentarios