De jornaleras a esclavas sexuales en los campos de fresas de España: la verdad oculta

En las fincas de frutas impera la ley del silencio. Decenas de mujeres marroquíes cuentan que sus encargados las chantajean con dejarlas sin trabajo si no mantienen con ellos relaciones sexuales. Casi nadie denuncia por temor al despido. EL ESPAÑOL habla con varias de ellas. "O cedes y callas, o te echan", dice una

De jornaleras a esclavas sexuales en los campos de fresas de España: la verdad oculta - MARCOS MORENO / EL ESPAÑOL
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Un reportaje de Andros Lozano y Marcos Moreno publicado en EL ESPAÑOL

[*Los nombres que aparecen en este reportaje no son los reales de sus protagonistas. Cuando en alguna ocasión usamos los verdaderos, aparece indicado en el texto. Tampoco citamos ninguna empresa concreta ni la localidad en la que suceden los hechos que describimos. Si lo hacemos, también se lo advertimos. Toda la información que tenemos se va a poner en manos de las autoridades policiales y de la Fiscalía]

“Saben que somos pobres, que tenemos hijos, que muchas somos divorciadas o viudas. Nos chantajean con quitarnos el trabajo si no nos entregamos a sus deseos sexuales. En las fincas nos tocan, nos pegan, nos insultan… -dice Habiba-. En las habitaciones nos arrinconan para acostarse con nosotras. O cedes y callas, o te echan. Nos traen desde Marruecos queriendo que seamos esclavas sexuales”.

Habiba está divorciada, tiene 37 años y cuatro hijos. Procede de una provincia al sur de Casablanca (Marruecos), donde trabajaba como limpiadora por 35 o 37 euros semanales. La mujer llegó en abril a una localidad de Huelva para recoger moras, fresas y otras frutas de temporada. Una empresa española con intermediarios en su país la captó como jornalera. Buscaban mujeres como ella: sin apenas recursos, de escasa formación, con cargas familiares. Vulnerables.

Habiba viajó en autobús hasta Tánger, luego cruzó el Estrecho en ferry hasta Algeciras y, desde allí, viajó de nuevo por carretera hasta Huelva. Habiba empeñó un anillo y unos pendientes de oro para conseguir un préstamo con el que pagar los 500 euros que le pidió aquella gente para tramitarle la documentación y el viaje. También presentó como aval el contrato de alquiler de su casa.

Al llegar a una finca rodeada de invernaderos, a Habiba la instalaron en un barracón de chapa similar a los de las obras. Tenía dos literas con cuatro camas y sin agua potable. La primera noche, Habiba le pidió al encargado un armario para colgar la ropa. Cuando éste se presentó en su habitación, le preguntó quién dormía en la cama que había vacía junto a la suya. Habiba contestó: “Una amiga”. Él le dijo: “No, mejor dormiré yo”. Habiba se enfrentó verbalmente a su jefe, un español, y lo echó de la estancia. Así fue su bienvenida a España.

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