"Mi hermana Débora se parecía a Diana Quer. Queremos saber si la mató El Chicle"

Débora Fernández Cervera desapareció a los 22 años, el 30 de abril de 2002. Su familia se agarra ahora a la posibilidad que abrió la Guardia Civil, que afirmó que investigará otras desapariciones en Galicia tras la detención del asesino de la joven madrileña

"Mi hermana Débora se parecía a Diana Quer. Queremos saber si la mató El Chicle"
photo_camera "Mi hermana Débora se parecía a Diana Quer. Queremos saber si la mató El Chicle"

Según informa Brais Cedeira en EL ESPAÑOL, “era morena, guapa, joven. Era como Diana”. Rosa Fernández Cervera no ha dejado de pensar ni un solo día en el día en que la Policía Nacional encontró el cadáver de su hermana. Han pasado 16 años pero como si hubiera sido ayer. Estos días vive con las sensaciones revividas. El hallazgo del cuerpo de la joven madrileña en la nave industrial de Asados (Rianxo), la confesión de José Enrique Abuín, alias El Chicle, y el torrente de informaciones que están apareciendo acerca del caso han hecho que también su familia, de una ver por todas, pueda tener una respuesta al misterio que rompió la familia en la primavera del año 2002: ¿Quién mató a Déborah Fernández?

El caso es, todavía a día de hoy, un misterio insondable que los agentes que lo investigaron no lograron resolver. La escena del crimen estuvo plagada de pruebas falsas colocadas a propósito por el asesino de Débora, con el fin de despistar a los investigadores. “Durante la investigación no se consiguió imputar a nadie porque todas las pruebas de la escena del crimen eran un montaje. Aquella escena del crimen es toda una escenografía. Todas las pruebas que hay exculparon a las pocas personas que se investigó. Un montaje del que estuvo detrás de la muerte de mi hermana para desviar la atención” explica Rosa, su hermana, a EL ESPAÑOL. Tenía tan solo 17 años cuando encontraron muerta a Débora. 

Ahora, 16 años después de lo ocurrido, la familia de Débora quiere analizar, por pequeño que sea, cada mínimo resquicio. Por eso, cuando las autoridades anunciaron, tras la resolución del crimen de Diana Quer, que se investigarían otros casos en la zona para comprobar si tenían relación con Enrique Abuín, asesino confeso de la joven madrileña, la familia de la joven viguesa asesinada en 2002 vio algo de esperanza. “Sabemos que la esperanza es poca, pero queremos agotar todas las vías. Queremos saber si la mató El Chicle”.

Un cadáver cubierto de helechos

La joven Débora desapareció el 30 de abril del año 2002.

La primera escena de esta historia tiene lugar hace algo más de 16 años. La tarde del 30 de abril de 2002, Débora Fernández Cervera, estudiante de diseño gráfico en la Universidad de Vigo, regresa a su casa tras hacer footingcon su prima en el paseo de la playa de Samil, la más grande y concurrida de todo Vigo. Todavía hoy muchos eligen ese paisaje, con las Islas Cíes al fondo, para ejercitarse. Se trata de un lugar muy concurrido, una larga alameda bordeando el arenal. Rara es la hora del día en que no hay gente.

Eran las ocho y media de la tarde cuando la joven, de 22 años de edad, abandona a su prima y echa a andar en dirección a su casa. Va vestida con un pantalón de chándal de color azul y una sudadera negra. A 800 metros de su vivienda, en la parroquia de Alcabre, se cruza con dos amigas, a las que saluda. Son las últimas personas que la ven con vida.

La segunda tiene lugar 10 días después, casi a la misma hora en la que la joven desapareció. Eran las ocho y media de la tarde en O Rosal, un ayuntamiento del sur de la provincia de Pontevedra, famoso por sus exquisitos vinos y a muy poca distancia de la frontera con Portugal.

En la serpenteante y costera carretera comarcal número 550, que comunica Baiona con A Guarda, una mujer de 61 años encuentra, semi oculto entre matorrales, algo que parece ser un cuerpo humano. En un primer momento piensa que se trata de una muñeca hinchable, pero dudó. Al momento avisó a otro vecino que estaba paseando a su perro en las inmediaciones. Ambos comprobaron que era un cadáver. Inmediatamente dieron la voz de alarma.

Los signos de asesinato erran evidentes. El asesino había depositado el cuerpo en aquella cuneta a propósito. Estaba desnudo, en avanzado estado de descomposición y con la cara desfigurada, con signos evidentes de violencia. Semienterrado, cuidadosamente cubierto por la vegetación. Cuando los agentes tomaron las huellas dactilares, se confirmaron las sospechas. Era el cadáver de Débora.

Una extraña escena del crimen

La familia de Débora quiere agotar todas las posibilidades de la investigación.

Así comenzó un calvario que ya dura 16 años sin que la familia de Débora haya encontrado ni un solo responsable de lo ocurrido. Durante aquellos diez largos días, la cara de la joven observaba a los vigueses desde las farolas y las paredes de las calles, pegada en centenares de carteles que hablaban directamente a la ciudad.

Días después, la autopsia confirmó varias cosas: la primera de ellas fue la revelación de que Débora murió en los tres primeros días de haber desaparecido. La segunda es que el cadáver no fue colocado a la intemperie hasta tres días antes de que la anciana encontrase el cuerpo desnudo en una cuneta.

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