'Cruising' con la Zarzuela al fondo: una tarde en el mayor picadero público de España

Dos periodistas de EL ESPAÑOL por debajo de los 30 acuden al punto de encuentro mejor valorado y más visitado del país. Incluso en una tarde de lluvia, hay tríos, voyeurs e intercambio de parejas

'Cruising' con la Zarzuela al fondo: una tarde en el mayor picadero público de España - EL ESPAÑOL
photo_camera 'Cruising' con la Zarzuela al fondo: una tarde en el mayor picadero público de España - EL ESPAÑOL

Un reportaje de Brais Cedeira y Carmen Suárez publicado en EL ESPAÑOL

-Hola, buenas, vamos a ir dos parejas esta tarde, por si alguien quiere pasarse. Vamos a ver y a catar el ambiente.

El mensaje, enviado al filo de las cuatro de la tarde, tenía que sonar creíble. Tenía que poseer el punto propio de esa jerga que solamente surge en estos foros virtuales. Una hora después, una veintena de comentarios se acumulaban en el chat. “¿A qué hora vais a ir? Me encantaría ver y participar”. “Tenemos ganas también, para ver, probar, hacer y todo en pareja”. También tenía que cubrirnos las espaldas, y por eso jugamos al despiste escribiendo que acudiríamos dos parejas a la cita. Al fin y al cabo, tan solo era el experimento de dos periodistas jugando a organizar encuentros furtivos con desconocidos. Todo para conocer de cerca (pero no tan de cerca) qué demonios es eso del cruising

La palabra está últimamente en boca de todos. Es raro que no surja cada pocos días alguna noticia al respecto en la prensa regional. Esta misma semana, Diario de Mallorca publicaba una información titulada “Demasiado sexo para las dunas de Ibiza” en la que se relataba cómo esta práctica al aire libre estaban comenzando a perjudicar graves daños en el sistema dunar de la zona. Dos semanas antes, La Nueva España, se hacía eco de las quejas de los vecinos de Siero, Asturias, debido a los residuos abandonados en el parque por los protagonistas de estos encuentros sexuales. No hay semana que David Broncano no lo mencione en uno de sus programas de radio y televisión. Algo tendrá el cruising, supuse, que tan de moda está.

Al lugar al que acudimos hay que ir a propósito. No pilla a mano; eso sí, se encuentra a tiro de piedra del Palacio de la Zarzuela, la residencia de Felipe VI y Letizialos reyes de España. El sitio idóneo para que dos reporteros de EL ESPAÑOL acudiesen a la llamada de la selva, a una sesión única rodeados de desconocidos. A echar la tarde entre arbustos y vehículos aparcados en sesión vespertina, al aire libre, bajo el frío y la intensa lluvia de finales del mes de enero. 

Fue la visita de dos principiantes que simplemente acudían para comprobar en primera persona cuál es el ambiente, qué tipo de gente hay, qué peligros se le presentan a uno, qué balas es preciso esquivar, cuál es el procedimiento a seguir, cómo es devenir de los acontecimientos en uno de estos encuentros furtivos en medio de la nada. 

El templo del cruising en España

Para quien no esté familiarizado con esta práctica, como era nuestro caso al iniciar el reportaje, es necesario precisar que el cruising son en encuentros sexuales que se producen en lugares públicos, por lo general de manera anónima y ocasional, y casi siempre con desconocidos. Para conocerlo mejor, había que elegir un emplazamiento con caché.

Los techados del Pardo, en la carretera Fuencarral-El Pardo, son algo así como la Meca del cruising  en España. Ese era el veredicto, al menos, que se intuía al consultar una reputada web en esta materia, donde aparecen clasificados estos discretos parajes.

Uno de los coches que llega al lugar nos da con las largas. Intuimos que algo nos quiere decir.

Según mispicaderos.com, el párking de El Pardo se ha convertido en un punto de peregrinación ineludible para los feligreses de esta singular parroquia. Es el más visitado y el mejor valorado. Hay auténtica veneración por este lugar, que viene a ser algo parecido a la Capilla Sixtina del cruising. No hay día que no se organicen encuentros en la página, no hay día en el que no aparezcan una veintena de mensajes de desconocidos ávidos de acudir a la zona.

A media hora del centro de la ciudad, a través de esta página web, los usuarios organizan quedadas para intercambiar parejas, para orgías para tríos. Otros, los voyeurs, simplemente acuden a observar, y a excitarse observando.

Solo hacía falta un coche, dos personas y una tarde para asistir a este punto de encuentro. Tras el mensaje colgado en la web, parecía que las plegarias podían ser escuchadas. Había un inconveniente: la intensa lluvia y el frío invernal fueron protagonistas en la tarde de este miércoles en Madrid. Aquello podía suponer un factor disuasorio para muchos aficionados que quisieran acercarse hasta el lugar. Así que nada, aquí hemos venido a jugar.

Sombras bailando en la oscuridad

Un coche rojo está aparcado a las siete de la tarde en la entrada de los Techados del Pardo envuelto en la oscuridad de la noche. Lluvia intensa. Tres grados en el norte de la ciudad. O sea, hace un frío de perros.

El dueño, un hombre de más de sesenta años, ha escogido el lugar propicio para poder controlar a todo hijo de vecina que accede al punto de encuentro. Si son altos, bajos, rubios, morenos, él lo verá antes que nadie sentado tranquilamente con su cigarrillo en la mano. Es el único vehículo que hay a nuestra llegada. El individuo aguarda, paciente, apoyado en el lateral de su automóvil. No tiene prisa. La fiesta solo acaba de comenzar. 

El lugar se encuentra saliendo del pueblo, en dirección a Fuencarral. Se trata de un amplio descampado, rodeado de verdes encinas. Una zona apacible, por cierto, colindante con Zarzuela. En todo caso, está lo suficientemente lejos como para que la corona no escuche los aullidos y el resto de los melódicos sonidos que surgen en este lugar.

No hay mejor definición de lo que ocurre en el picadero público más concurrido y mejor valorado de toda España que la que se ofrece, precisamente, en la web de Mis Picaderos

- "A la caída de las tardes de verano, la zona se empieza a animar. Es muy común encontrarse en ese lugar parejas que hacen el amor en los coches, ávidas de ser observadas, y que suelen invitar a los jóvenes que andan en las cercanías ataviados solo con una camiseta y unos slip o tanga en las tardes y noches de verano. Si es entre chicos, la diversión está en el monte cercano donde es fácil encontrar paseantes desnudos que buscan o desean ser encontrados dispuestos a jugar y a lo que surja”.

El parking de los Techados del Pardo. La Capilla Sixtina del cruising.

Apenas hay dos vehículos en todo el perímetro del parque a nuestra llegada.Un camino embarrado, algo pedregoso y, por supuesto, sin asfaltar, permite acceder y encontrar el mejor lugar para comenzar la acción. Los cobertizos en los que guarecerse están a la derecha, según se acceder al lugar.

La lluvia y el frío, supusimos, disuadirán a esta gente y harán mella en la moral de los adeptos. Conforme pasan las horas, empezamos a comprobar no les suponen para nada un inconveniente. Entre los focos de los coches que empiezan a acceder, uno tras otro, al lugar, se hacen visibles dos sombras que conversan bajo la lluvia a pocos metros de la entrada. Ahí comienza el baile. 

-¿Se está acercando no?

-Ves, ve una luz y da la vuelta hacia ella. 

-¿Y ese chico?

-Se ha bajado y está fumando con el otro. 

Hay una primera señal en medio de la oscuridad que percibimos como si se tratase de la llamada de la selva. A eso de las ocho de la tarde, una furgoneta da la vuelta al parque, nos ve, y aparca justo delante, apuntándonos con el morro. Luego enciende las largas con el objetivo de deslumbrarnos, sea esto lo que sea. Echa así unos quince segundos. Al ver que no estamos haciendo nada, que no respondemos a su invitación, da una vuelta y aparca un poco más allá, en busca de nuevas aventuras.

En ese momento ocurren muchas cosas a la vez. Entre los coches que llegan sucesivamente al lugar y los cuatro o cinco individuos que deambulan a su aire por el fangoso terreno del párking se producen distintos contactos. Uno se fuma un cigarrillo. Dos se acercan y se quedan hablando y luego se van juntos. Otros esperan al fondo.

Ahí es cuando cometemos un error de cálculo.

Sigue leyendo este reportaje completo en EL ESPAÑOL

Comentarios