El crimen sin castigo del rey de los puticlubs: el jurado popular suelta al autor

- Se sabe que el disparo en la cabeza de Ángel Federico lo hizo su socio. Éste llamó a un amigo que acabó calcinando el cadáver.

- Al sorprendente veredicto del tribunal se une ahora el fiscal, que no recurrirá la sentencia.

El crimen sin castigo del rey de los puticlubs: el jurado popular suelta al autor - EL ESPAÑOL
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Un reportaje de Andros Lozano publicado en EL ESPAÑOL

Sinopsis

Ángel Federico Rodríguez, al que en Cádiz se le conocía como ‘el rey del sexo’,murió hace ya casi cuatro años de un disparo en la cabeza. Llegó a tener hasta tres prostíbulos. Con los beneficios, y siempre del brazo de su joven novia, una modelo gallega a la que le llevaba dos décadas, se codeó con los famosos de Sotogrande.

A Ángel lo mató Alberto Padilla, su antiguo socio en el club de alterne ‘Oh, Palace’. Ambos discutieron por una deuda pasada, Ángel lo amenazó con una pistola, se inició una riña, Alberto le arrebató el arma y apretó el gatillo… sin querer.

Alberto recurrió a un amigo para que le ayudara a deshacerse del cadáver de Ángel. Aquel hombre, Rafael, viajó desde Sevilla hasta El Puerto de Santa María para quemar el cuerpo sin vida de Ángel en el maletero de su propio coche. Luego, ante la Policía, Alberto lo ocultó todo, aunque acabaría detenido.

¿El desenlace de toda esta historia con tintes de novela negra? Nadie pagará por la muerte de Ángel. El año pasado, un jurado popular declaró no culpable del delito de asesinato a Padilla. Esta semana se ha sabido que la Fiscalía, que durante el juicio pidió 18 años de cárcel para él, acaba de decidir que no recurrirá el veredicto del jurado. Alberto acaba de conocer que ya es un hombre inocente con todas las de la ley. Nadie podrá decir lo contrario.

El inicio del caso

El caso fue un puzle con piezas difíciles de encajar. Para entenderlo hay que remontarse al 26 de febrero de 2015. Los efectivos del parque de bomberos de El Puerto de Santa María (Cádiz) acudieron ese día a sofocar el incendio de un Golf blanco que había explotado en una urbanización a las afueras de la localidad.

Al apagar las llamas encontraron un cadáver maniatado y envuelto en un saco de pienso. Cuando se le practicó la autopsia, el forense certificó que el cuerpo sin vida presentaba un disparo en la cabeza. Ese había sido el motivo de la muerte.

La víctima era un hombre conocido para la UDEV, la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta de la Policía Nacional. Se llamaba Ángel Federico Rodríguez, un leonés de 55 años hijo de los dueños de una pollería, quien décadas atrás emigró al sur de España para hacer fortuna con la explotación sexual de mujeres.

Coche de Ángel, el proxeneta que apareció con un tiro en la cabeza y calcinado en el interior de su propio vehículo.Coche de Ángel, el proxeneta que apareció con un tiro en la cabeza y calcinado en el interior de su propio vehículo

El fallecido tuvo tres prostíbulos: el ‘Platinum’, en Los Barrios (Cádiz);  ‘Los Daneses’, en Sevilla; y el ‘Oh, Palace’, en la localidad donde acabaría encontrando la muerte.

Los agentes policiales conocían al fallecido porque dos años antes, en marzo de 2013, detuvieron a Ángel y a Alberto Padilla, un gaditano de 39 años que era su socio. Aquella operación propició que un juez echara el candado de dos de los clubes de alterne de Ángel y se bloqueasen las cuentas bancarias suyas y también las de Alberto Padilla.

Tras aquel golpe policial, Ángel y Alberto se separaron, aunque siguieron unidos por algunas deudas del pasado. Ninguno abandonó el sector. Ángel mantuvo abierto el local de Los Barrios y luego abrió dos más. Mientras, vivía en Chipiona con su novia modelo 20 años menor que él. La mujer había sido dama de Pontevedra en 2005. Decía tener unas medidas de 90-60-90. Durante los veranos, la pareja daba un salto para codearse con la jet set de Sotogrande, donde cada verano alquilaban un chalet de lujo.

La novia denuncia la desaparición

Hasta que se lo clausuraron, el ‘Oh, Palace’ había sido el prostíbulo preferido de Ángel: sala vip, piscina… Allí había llevado años atrás para dar un espectáculo a Chiqui Martí, la bailarina que saltó al estrellato durante unos años de la mano de Javier Sardá en Crónicas Marcianas. A Ángel le resultaba un negocio rentable y no escatimaba en gastos. Y menos aún en mujeres bonitas.

Pero cuando aparece su cadáver en el maletero de su coche con un disparo en la cabeza, la Policía comienza a buscar al culpable de la muerte de un tipo temperamental, bravucón y que nunca rehuía la gresca. Meses atrás había tenido problemas con mafiosos kosovares y colombianos… “Maleantes de la noche, en definitiva”, cuenta un agente policial que conoció de cerca el caso.

La desaparición de Ángel Federico Rodríguez la denunció Emily, su novia gallega de 35 años. Fue ella quien puso a la Policía sobre la pista de Alberto Padilla. Emily se presentó en comisaría el 25 de febrero de 2015. Contó a los agentes que no veía a Ángel desde el día anterior, cuando salió de casa enfadado tras haber discutido por teléfono con vehemencia con su antiguo socio.

Entre ambos había una deuda de 17.000 euros por la factura del cambio de puertas del ‘Oh, Palace’. Ángel le reclamaba ese dinero a Alberto, harto de presiones y de malas palabras de su exsocio.

Aquel 24 de febrero, Ángel y Alberto, leonés y gaditano, se citaron para solucionar su problema mirándose a los ojos. Emily no pudo dar más detalles. Lo cierto es que su novio no había vuelto a casa desde entonces. La UDEV centró sus sospechas en él y descartó que la amante de Ángel, una rusa de edad similar a Emily, tuviera algo que ver en lo que ya sabían que había sido un crimen.

Pero la historia dio un giro inesperado que descolocó a la Policía.Un vecino de donde apareció el coche calcinado de Ángel con su cadáver dentro testificó ante los agentes a petición propia. Explicó que vio la explosión del coche y que, inmediatamente, vio salir corriendo a un hombre para montarse en un vehículo negro y antiguo con el que se dio a la fuga.

Aquel hombre, contó el testigo, debió de haberse quemado la cara porque la explosión del coche había sido potente. Los policías vigilaron a Alberto Padilla y vieron que seguía haciendo su vida normal: montaba a caballo, salía de juerga y no mostraba ninguna quemadura ni herida en el rostro. ¿Qué había pasado en realidad? ¿Alberto estaba involucrado en el caso o no?

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