"Se quedaron a oscuras, la mujer con la tripa abierta y sin ver. Fernando Simón los salvó"

El aventurero Marco Pascual relata cómo fue su semana con el doctor Simón en Burundi en diciembre de 1991
El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, en rueda de prensa en Moncloa
photo_camera "Se quedaron a oscuras, la mujer con la tripa abierta y sin ver. Fernando Simón los salvó"

Según recoge el HuffPost, “todas las circunstancias hacen que Fernando sea un médico especial, aunque ya había que ser muy especial para trabajar en esas circunstancias”. Así cerró en la edición del nueve de enero de 1992 su artículo en El Diario del Alto Aragón el aventurero Marco Pascual.

Este fotógrafo y viajaro oscense había pasado varias semanas en el continente africano y, por destino o casualidad, acabó en la casa de Burundi del actual director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Ese reportaje ya destacaba la figura Fernando Simón más de dos décadas y media antes de que emergiera primero en la crisis del ébola y se consolidara en la actual pandemia del coronavirus.

El día de Nochebuena de 1991, el zaragozano, que estaba trabajando en Ntita (Burundi) como médico voluntario de la ONG Médicos del Mundo, se encontró con que Pascual, al que no conocía de nada, se había presentado en su casa de casualidad. 

Por una serie de contratiempos, el aventurero perdió el barco que necesitaba para salir del país. Hasta la semana siguiente no salía otro. Así que se vio obligado a improvisar. La noche del 23 de diciembre la pasó en casa de Eduard, un belga que trabajaba en el puerto y que fue el que le informó de que había un médico español a pocos kilómetros de ahí. Nada más contárselo, el oscense decidió ir a buscarlo.

“Llegué por la tarde. Él (Fernando Simón) no estaba en casa, había ido a buscar a unas enfermeras porque estaban haciendo una campaña de vacunación en los pueblos. La mujer que estaba trabajando en su casa me dijo que pasara pensando que era un familiar suyo. Cuando llegó de trabajar y me vio, a pesar de que no me conocía de nada, me dijo que me quedara todo el tiempo que quisiera”, cuenta ahora Pascual, que lamenta que haya críticas a una persona a la que califica como “supercualificada e intachable”.

La semana que pasó junto a Simón fue un aprendizaje permanente. Pascual, que la define como “increíble y fascinante”, recuerda muchas situaciones que vivió junto al médico y que difícilmente olvidará.

En aquella época, el zaragozano cubría un área de unos 40 km cuadrados en las que había unas 100.000 personas. Aunque muchos preferían los curanderos locales, a primera hora de la mañana de cada día ya tenía una cola de pacientes. Cada jornada atendía a unos 120 diarios, disponía de una media hora para comer y luego pasaba revista por el hospital, que tenía 60 camas y estaban todas ocupadas.

Fernando Simón el día de Navidad de

Pero su labor no se quedaba ahí. En su día a día, recuerda el aventurero, el despertador le sonaba poco más de las 5:00, ya que a las 6:00 estaba llevando en su coche a las enfermeras a los pueblos para proseguir con la compaña de vacunación.

″Él decía que su primera función debía de ser la de evitar las enfermedades y ser previsor. Trataba de atar cualquier flanco para evitar que cayeran enfermos”, explica sobre el modo de actuar de un Simón que aprendió el idioma local en pocos meses para poder comunicarse con sus pacientes.

El doctor aragonés, en los dos años que estuvo en el país africano, se propuso además construir 1.000 letrinas para evitar los focos de infección que podían provocar las heces, así como recuperar 100 fuentes de agua. También organizó un curso de higiene que tenía como destinatario final a los niños de las escuelas, aunque ello le costó grandes quebraderos de cabeza.

Pascual relata así todo los trámites burocráticos con los que tuvo que lidiar para lograr algo que iba a beneficiar a la propia población: “Primero tuvo que pagar para conseguir una autorización del ministerio de Sanidad. Luego contrató a tres técnicos de esa institución, a los que también tuvo que pagarles un extra y buscarles alojamiento y comida. Después reunió a los maestros por zonas geográficas para que les enseñaran, aunque primero se ganó el favor de los regidores para que les permitieran hacer los cursos”.

“A esos maestros también les pagó horas extras para que pudieran ir a atender las explicaciones de los técnicos sanitarios que finalmente iban a transmitir a los alumnos”, añade.

Sin embargo, y aunque también construyó una granja con conejos y pollos para los enfermos, se queda con cómo trabajaba Simón: “Eran unas condiciones que te hacen ver que está curado de espantos. Aprendió a manejarse sobre la marcha con un instrumental muy anticuado”.

Sigue leyendo este artículo completo en el HuffPost

Fernando Simón pasando consulta en

Comentarios