Hasta hace seis años, vivía una vida normal en la que, aunque era amante del mundo animal, no era consciente de los maltratos y abandonos a los que las mascotas tenían que hacer frente en el día a día.
Poco a poco, algo en ella cambió: “Comencé a darme cuenta de que mis aves estarían más felices viviendo en libertad que conmigo”, y tras ello, inició un camino de concienciación de no retorno. Empezó a observar cómo en su día a día había situaciones de maltrato animal que antes pasaban desapercibidas, pero que cada vez le afectaban más y más.
Fue entonces, en el año 2013, cuando decidió que tenía que hacer algo para ayudar a combatir este tipo de hábitos. El problema es que sus limitaciones de salud le seguían impidiendo hacerse cargo de una mascota o poder montar algún tipo de refugio contra el maltrato animal, y se preguntaba, “¿Qué puedo hacer por ellos, por esas personas que son capaces de salvar del abandono y del maltrato a los animales?”
Su asociación, el Banco de Alimentos BASMA, surgió bajo esta admiración de Concepción a las personas que “dedican su tiempo y su esfuerzo a ayudar a los animales. Que aunque no se sepa, son muchas.”
Desde ese momento su vida cambió. Ahora, a punto de cumplir 59 años, trabaja día a día para buscar recursos que permitan ayudar a asociaciones, protectoras, refugios o particulares, y lo hace de manera totalmente altruista.
A través de sus redes sociales cuenta la historia del banco de alimentos y su función: “Igual que las personas contamos con distintos medios para solicitar lo básico, medicinas y alimento, creo necesario que los colectivos que dedican su vida a sacar y salvar de la calle a miles de animales también deben tener un punto donde dirigirse cuando estén desbordados.”