Así cayó Cachopo: cocinero en el mesón Gerardo, decía ser discípulo de Arzak y venezolano

- Detenido este viernes en Zaragoza, había disimulado su aspecto gracias a una larga barba y un corte de pelo. 

- Usurpó la identidad de un ciudadano venezolano para conseguir trabajo en un mesón de la ciudad aragonesa.

Así cayó Cachopo: cocinero en el mesón Gerardo, decía ser discípulo de Arzak y venezolano - EL ESPAÑOL
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Un reportaje de Marta Espartero publicado en EL ESPAÑOL

Siempre pendiente del reloj, César Román Viruete, el Rey del Cachopo, era un hombre puntual, metódico. Daba igual que se encontrara en Madrid, donde había montado un imperio empresarial repleto de sombras en torno a este plato asturiano, o en Zaragoza, fugado con una identidad falsa. Mentiroso compulsivo, era uno de los pocos rasgos que conservaba de su anterior piel, de la que tantas veces se había mudado. También, su sonrisa sardónica.

Eran poco más de las 11 de la mañana cuando apareció en su último puesto de trabajo, un mesón en el zaragozano barrio de Delicias llamado Gerardo. El establecimiento, un referente en la restauración en la zona que ofrece comida clásica y tradicional para un aforo de hasta 20 comensales, buscaba un apoyo en las cocinas cuando Román tocó a su puerta.

Él, el hombre que había popularizado el cachopo en Madrid, antiguo miembro de Falange, expulsado de los 4 partidos políticos en los que ha militado y condenado varias veces por impagos, vivía en la capital aragonesa desde finales de agosto, según cuentan a EL ESPAÑOL quienes lo frecuentaron en esta etapa. Decía ser Rafael Rujano Contreras, natural de Maracaibo (Venezuela) -una identidad usurpada a un ciudadano real que respondía a esas características, como confirman fuentes policiales a este periódico- pero prefería que todos le llamaran Txiqui. Era su principal virtud: hacer de su diminuta estatura (1’52 metros) su mayor fuerte.

El bar Gerardo es un clásico y un referente culinario en el barrio de Delicias.

Formado en el Basque Culinary Center

Nadie sabe bien qué datos eran verdad y cuántos eran invención de Román. Se presentó en el Gerardo esgrimiendo un currículum que sus jefes pronto desmontaron: afirmaba haber estudiado en el Basque Culinary Center y haber sido discípulo de Juan Mari Arzak, el mítico chef donostiarra. “Tenía muchos aires de grandeza”, reconoce Raquel, la dueña del restaurante, con cierto humor. “Mi marido -el cocinero del local- pronto se dio cuenta de que estaba mintiendo, pero nos dio igual: se acoplaba a lo que decía él y le servía igualmente”.

Fue ella quien reconoció a Txiqui por televisión en la misma mañana de este viernes. “No suelo poner la tele, pero hoy, por lo que sea, sí. Y vaya situación, qué día más malo. No me lo podía creer. De hecho, aún no me lo creo”, mantiene la empresaria. Ella no dudó ni un instante de que se trataba del Rey del Cachopo; su marido, en cambio, no estaba del todo seguro. Temía fastidiarle la vida a un inocente.

Pero Raquel estaba resuelta. “Era perfectamente reconocible: el pelo más corto que en las imágenes, como rapado al 3 o al 4, y mucho más delgado, pero es que era él”. Román había tratado de disimular quién era dejándose una larga y poblada barba, pero en el restaurante le dijeron que se la cortara. “Cómo iba a estar ahí haciendo platos con las barbas ahí metidas”, resopla el cocinero. Se la perfiló y ahora la llevaba “como de 4 o 5 días”.

Se despidió de sus jefes al ser detenidos: "Muchas gracias"

Finalmente, el matrimonio llamó al 091. Le preguntaron por el horario de Txiqui, quien sólo llevaba dos meses trabajando en el Gerardo. Había comenzado teniendo un contrato de 8 horas, pero en noviembre se lo cambiaron a 4. Y este viernes le tocaba abrir: a las 11 de la mañana comenzaba su turno.

Román llevaba meses escondido de las autoridades, que lo buscaban por todo el país. Tenía antecedentes policiales por lesiones, estafa, falsedad documenta, violencia de género. Incluso había quebrantado una orden de alejamiento de una anterior pareja. Pero, sobre todo, al Rey del Cachopo lo cercaban como responsable del asesinato de su última novia, Heidi Paz Bulnes, cuyo cuerpo apareció descuartizado durante el verano. Hacía escasas horas, ni llegaba a 24, que las pruebas de ADN confirmaron que el torso (sin brazos, ni pechos, ni cabeza), encontrado en una maleta en el barrio de Usera, en Madrid, era suyo.

No se resistió cuando los agentes de la Policía Nacional acudieron a detenerlo. “Sí, soy yo el que buscan”, afirman los testigos que exclamó. Iba vestido como acostumbraba: gorra negra, camiseta de mangas cortas, chaqueta y pantalón vaquero. Siempre discreto, siempre igual.

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