Las razones por las que la gente tiene miedo a la vacuna del coronavirus (pero no al resto)

Convencer a la población de que la vacuna es segura tras un proceso acelerado de desarrollo y en un mundo plagado de bulos y exageraciones es un reto
Mónica, la primera sanitaria en ser vacunada contra la covid en España, en la residencia 'Los Olmos' de Guadalajara recibiendo la primera dosis de la vacuna
photo_camera Las razones por las que la gente tiene miedo a la vacuna del coronavirus (pero no al resto)

Un artículo publicado por el HuffPost

— ¿Tú te pondrías la vacuna?

— No sé, que se la pongan otros antes. Además dicen que los alérgicos no se pueden vacunar.

Esta conversación, o una similar, se repite en las casas, en los bares y en los puestos de trabajo desde hace semana. Como dijo el director de la Organización Mundial de la Salud, se empieza a ver la luz al final del túnel. Pero para llegar hasta ahí hacen falta todavía unos meses, y mucha colaboración ciudadana.

El Ministerio de Sanidad español ha descartado hacer obligatoria la vacuna contra el covid-19, confiando en que la campaña de comunicación sea suficiente para animar a la población, y teniendo en cuenta que, tradicionalmente, el país destaca por sus altas tasas de vacunación, que siempre ha sido voluntaria. 

En España se administran cada año más de 15 millones de dosis frente a 14 patógenos diferentes, y las tasas de vacunación infantil rondan el 95%, pero esta vez es distinto. Según la última encuesta de diciembre del CIS, un 28% de la población es reacia a vacunarse frente al covid, y un mes antes ese porcentaje ascendía al 47%. Esto quiere decir que cada vez más personas confían en la vacuna, pero sigue habiendo un tercio de españoles que prefieren no ponérsela, en un país en el que la pandemia se ha llevado por delante al menos a 49.500 personas. ¿Por qué? 

No hay un solo motivo que lo explique, sino una mezcla de varios entre los que se juntan la preocupación, la rabia y la desconfianza de la población, según citan los expertos, que coinciden en descartar que el movimiento antivacunas esté detrás de esta ‘tendencia’. 

Las dudas sobre la rapidez

Si el desarrollo de una vacuna suele durar entre cuatro y siete años, en 2020 han concurrido la aparición de un nuevo coronavirus y el surgimiento de varios antídotos contra él. “Nunca antes se había producido un proyecto global de esta envergadura. Se trata de la primera vez que la comunidad científica centra todo su empeño en buscar una solución global a un problema de salud pública, y que los Estados de todo el mundo y las ONG apoyan esta investigación con recursos y financiación”, explica María Jesús Lamas, directora de la Agencia Española del Medicamento y de Productos Sanitarios (AEMPS), en un vídeo explicativo del Ministerio de Sanidad.

En parte, esta reticencia es bastante racional

Al mismo tiempo, eso genera suspicacias en la población. “Aunque se haya cumplido con los estándares de calidad y seguridad, hay miedo a que se esté haciendo una vacuna demasiado rápido y sin los controles adecuados sólo porque estamos en emergencia”, reconoce Pedro Gullón, epidemiólogo social y médico especialista en medicina preventiva y salud pública. “En parte, esta reticencia es bastante racional, basada en que la gente sabe que los procesos se han acelerado con la pandemia, y eso genera cierta desconfianza”, señala.

“Tampoco han contribuido a generar un clima de confianza vacunal todas las ruedas de prensa y los anuncios de las farmacéuticas con los que parecían estar en una competición de porcentajes de eficacia”, añade el epidemiólogo, que recuerda que en cuestión de días, Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Rusia con su Sputnik anunciaron que sus vacunas rondaban el 90%, el 95%, el 98% de eficacia como si estuvieran en un campeonato. Y eso nos lleva al siguiente punto. 

Seguir (e hiperdramatizar) como nunca el proceso

“Esta es la primera vez que estamos siguiendo el proceso de desarrollo de una vacuna en tiempo real. En general, la gente suele desconocer los plazos, el funcionamiento, las fases del ensayo, los anuncios sobre la eficacia, los parones en un ensayo si pasan cosas como que a un participante le ha caído un rayo… Normalmente, todos estos elementos, que es el proceso intermedio antes de la aprobación de un medicamento, no los conoce el público. En cambio, ahora sí los estamos viendo y leyendo día a día en la prensa”, apunta Gullón.

Probablemente en los ensayos clínicos para la vacuna de la gripe también hubo reacciones alérgicas o algún participante tuvo un accidente de tráfico después de recibir la dosis. La diferencia es que no nos enteramos.

Se ha magnificado todo. Cuando se dijo que los alérgicos no se podían vacunar, en realidad se recomendaba no vacunar a los grandes alérgicos, que normalmente tampoco se ponen el resto de vacunas

“Esta infodemia [sobreexposición informativa] es algo muy nuevo, y también contribuye a las vacilaciones y a las dudas de la gente, que en parte son legítimas”, coincide José Ramón Ubieto, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. “Ahora todo está hiperdramatizado”, sostiene.

“Se ha magnificado todo”, apunta también Pedro Gullón. “Por ejemplo, cuando se empezó a administrar la vacuna de Pfizer, muchos medios sacaron que no había que vacunar a los alérgicos, y esto tenía matices: no se recomendaba vacunarse a los grandes alérgicos, que normalmente tampoco se ponen el resto de vacunas”, aclara el epidemiólogo.

Gullón advierte de que cuando empiece la vacunación en España probablemente también saltarán las alarmas, y habrá que ser cauto. “Obviamente, van a ocurrir cosas, y habrá efectos secundarios, pero hay que tener en cuenta que tampoco se retransmiten día a día todos los sangrados estomacales que se producen en España por el consumo de ibuprofenos, que son muchísimos”, asegura.

El descrédito de las instituciones

“Cada vez hay más desconfianza en lo que nos ofrecen los Gobiernos, las farmacéuticas, los expertos, etcétera. La credibilidad de aquellos que nos proponen una solución ha ido en descenso en los últimos tiempos”, explica José Ramón Ubieto, y el caso de la vacuna no iba a ser diferente.

La pandemia además ha acrecentado esa polarización y esa desconfianza en las instituciones. “Las medidas no siempre han funcionado, la pandemia ha seguido matando y la situación sigue siendo muy difícil, y este descrédito se ha extendido de algún modo al tema de las vacunas”, expone Gullón.

La posición frente a las vacunas se convierte cada vez más en una posición ideológica

Del mismo modo que, en países como Estados Unidos y Brasil, el uso de la mascarilla pasó a ser un asunto político (por la postura contraria de sus gobernantes), las vacunas también han entrado a formar parte del “arsenal político”, sostiene Ubieto. “La posición frente a las vacunas se convierte cada vez más en una posición ideológica”, razona el psicólogo.  

No son antivacunas

Tanto Gullón como Ubieto están seguros de que ese 28% de españoles que dice ser contrario a vacunarse no es en realidad ‘antivacunas’. Es más, ambos están convencidos de que finalmente la gente acudirá a vacunarse en masa, salvo un porcentaje mínimo. 

“El grupo de población reacio a vacunarse es muy heterogéneo. En la crisis del coronavirus se han juntado la rabia, la indignación, la desconfianza y la fatiga pandémica, pero al final la gente irá a vacunarse sin pensarlo demasiado”, opina Ubieto.  

Como muestra de esa heterogeneidad, Ubieto cita los datos del CIS y de otros sondeos que revelan que las mujeres y los adultos de 25 a 54 años serían más reticentes a vacunarse. “Esto tiene lógica”, apunta, “por un lado, porque las mujeres suelen ser más prudentes; por otro, porque los adultos jóvenes saben que no son tan vulnerables a la enfermedad como los ancianos”. 

Para contrarrestar esa desconfianza…

Mejor que no salgan los políticos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el ministro de Sanidad, Salvador Illa, han tenido que responder en varias ocasiones a la pregunta de si se pondrían la vacuna ante las cámaras para animar a la población. Ambos, cautos, han contestado que harán lo que se les mande. Y probablemente lo mejor es esperar. 

Aunque en Estados Unidos ya han recibido la vacuna el presidente electo, Joe Biden, el vicepresidente saliente, Mike Pence, y hasta el homólogo de Fernando Simón, Anthony Fauci, en España posiblemente no es una buena idea que salgan los políticos a ‘dar ejemplo’.  

Si alguien pudiera participar en una campaña con cierta eficacia, serían los sanitarios que tenemos más cerca

“En estos momentos, los políticos no son quienes tienen mayor credibilidad”, afirma José Ramón Ubieto. “Si alguien pudiera participar en una campaña con cierta eficacia serían los sanitarios que tenemos más cerca, y que comuniquen las razones por las que lo hacen y la importancia que tiene para todo el proceso. Son los únicos que darían cierta credibilidad”, sostiene.

Además, con la crispación actual, Pedro Gullón considera que “si los líderes políticos reciben las vacunas antes que otros colectivos vulnerables, puede dar la sensación de que son unos privilegiados y se saltan al resto de la población”. 

Comunicar (mejor)

“El papel de los medios en las próximas semanas va a ser muy importante, porque se van a encontrar 1) efectos secundarios leves, que van a ocurrir de forma extremadamente frecuente, hasta en un 70 u 80% de la gente que se vacune, y 2) algún evento grave relacionado o no con la vacuna, como un infarto o un fallecimiento que probablemente no tengan nada que ver con la dosis recibida”, señala Pedro Gullón. “Es muy importante cuidar cómo se van a manejar esos mensajes, y no abusar del clickbait; todo esto puede facilitar o minar la confianza en las vacunas”, advierte.

Ninguna situación médica está exenta de posibles efectos secundarios, y con la vacuna serán bastante frecuentes, pero son leves

Pero, ¿es ‘normal’ que haya tantos efectos secundarios leves?

“Sí, hay vacunas que tienen bastantes efectos secundarios leves, sobre todo fiebre al día siguiente, y hay que comunicar que en el caso de esta vacuna la probabilidad de aparición de estos efectos (fiebre, cansancio, cefalea o dolor en el lugar de la inyección) es alta”, responde el experto. “Tampoco se puede caer en las declaraciones de que no existen efectos secundarios. Sí que existen, y son bastante frecuentes, pero son leves”, insiste.

“Ninguna situación médica está exenta de posibles efectos secundarios, pero lo importante es saber que los beneficios superan a los riesgos. En esta vacuna, el balance beneficio-riesgo es muy favorable”, asegura Gullón. 

Y esperar (al efecto llamada)

A medida que la vacuna va convirtiéndose en una realidad y que comienza a ser administrada en otros países, las dudas de la población, en general, van despejándose. “No es que la gente no quiera vacunarse, es que no quieren ser conejillos de indias, o al menos ese es su mensaje”, razona Pedro Gullón. 

Si en tu rellano los tres pisos de vecinos se han vacunado y tú no, te preguntarás si estás haciendo bien o no

José Ramón Ubieto confía en que haya una especie de efecto llamada, de no querer ser el último. “Igual que al principio de la pandemia la gente se lanzó a comprar rollos de papel higiénico al ver que el de al lado los cogía a montones, pasará lo mismo con la vacuna”, augura. “Si en tu rellano los tres pisos de vecinos se han vacunado y tú no, te preguntarás si estás haciendo bien o no, y te acabarás vacunando”, resume.

“Seguramente sólo quedarán sin vacunar los ‘puros’, los que tienen una certeza ideológica y una posición muy clara, que son una minoría. El resto, por la cuenta que les trae, se acabarán vacunando”, vaticina.

Comentarios