Las Tablas de Daimiel: un espectáculo único para no olvidar Castilla-La Mancha

Las Tablas de Daimiel: un espectáculo único para no olvidar Castilla-La Mancha
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“Lugar propio para la caza y perteneciente a la orden de Calatrava”. Así se describe (en traducción libre del castellano antiguo) a Las Tablas de Daimiel en el Libro de la Caza del infante don Juan Manuel del año 1325. Felipe II, el general Prim o Alfonso XII contribuyeron a la fama del lugar como magnífico territorio para la práctica cinegética. Fue por tanto la caza lo que permitió brillar a estas tierras hasta que se prohibiera en 1959 para ser declaradas en 1966 Reserva Nacional de Caza.

Este magnífico humedal es único en Europa y el último representante de las tablas fluviales, un ecosistema abundante en el pasado en la llanura central de nuestra Península. Repartido por los municipios de Daimiel y Villarrubia de los Ojos, es fruto de los desbordamientos de las aguas dulces y permanentes del Guadiana, y las salobres y estacionales del Cigüela, a las que se suman las aguas subterráneas de un gran acuífero.

De la importancia de estos parajes dan fe los “títulos” que atesora que, además del de Parque Nacional, son: Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Lugar de Importancia Comunitaria (LIC), Reserva de la Biosfera de la UNESCO y Zona Húmeda de Importancia Internacional del Convenio de Ramsa.

Las Tablas de Daimiel son una invitación al disfrute de una naturaleza única. Los amantes de la ornitología llegan desde todos los rincones del planeta para poder observar a las 250 especies de aves que pueblan el humedal. Las más características son las acuáticas. Una recomendación para la visita: vayan previstos de una guía de aves y de unos prismáticos, la observación de la avifauna es una experiencia fantástica y con un poco de suerte será relativamente sencillo disfrutar de algunas de las especies más características del Parque, como el pato cuchara, la cerceta común o la garza real, que utilizan las Tablas para pasar los meses de invierno huyendo de los rigores del centro y norte de Europa; el pato colorado, el porrón europeo, la garza imperial, el somormujo lavanco o el zampullín que llegan hasta aquí para nidificar y cuidar a sus crías; también las hay que usan la zona como gran área de descanso durante sus largos viajes migratorios, como los combatientes o el fumarel común; y las hay que pasan aquí su vida como el popular ánade azulón o el aguilucho lagunero, que pueden verse durante todo el año.

Las Tablas de Daimiel: un espectáculo único para no olvidar Castilla-La Mancha

Si, siempre en silencio, bajamos la mirada hacia las orillas y la superficie del agua podremos observar la rana común, la ranita de San Antonio, el gallipato, el sapillo moteado, el galápago europeo y leproso o  la culebra de agua. En estas aguas podemos descubrir peces como el cacho, el calandino o la colmilleja. Será fácil ver algún conejo o zorro por la zona, y más complicado toparnos con nutrias, jabalíes o tejones que también habitan en el Parque.

Si la observación de la fauna de Las Tablas tiene sus condicionantes, estos desaparecen si nos centramos en la flora. Es esta, como no podía ser de otra forma, excepcional y única. El Parque encierra el que probablemente sea el mayor masiegar de toda Europa occidental. Destacan también las “ovas”, plantas subacuáticas que tapizan el fondo del humedal y que sirven de alimento a las aves acuáticas. Mención a parte merece el suave tacto de los tarayes, únicos árboles existentes, que rodean las islas y van camino de formar un cinturón alrededor del espacio protegido.

El Rincón de Barberías, las islas de las Zarcas, de las Yeguas y del Pan, o la Torre del Prado Ancho son algunos de los rincones que pueden recorrerse de forma libre y gratuita todos los días del año (siempre sin salirse de lo senderos marcados). Una red de pasarelas nos adentra en las aguas rodeadas de cañaverales y masiegares. El coqueto Centro de Visitantes ofrece amplia información y en él se pueden reservar visitas guiadas (siempre es preferible hacerlo con antelación).

La fragilidad de este ecosistema queda demostrada en los complicados momentos que en varias ocasiones ha sufrido la zona debido a la escasez de agua (provocada por la mano del hombre en su desenfrenado aprovechamiento de los recursos naturales, en este caso hídricos). Durante algunos años se llegó a temer incluso por su desaparición. Por ese motivo la visita debe hacerse con el máximo respeto al entorno frágil por el que nos movemos. El silencio será imprescindible si no queremos ahuyentar a las aves que lo habitan, es preferible ir en grupos reducidos, no abandonar nunca los caminos y senderos trazados, no arrojar basuras ni residuos y  es recomendable elegir bien las horas de visita ya que las primeras de la mañana y las últimas de la tarde son las mejores para la observación de la fauna (el amanecer y el atardecer pueden regalarnos momentos únicos).

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