La madre que asesinó a su hija, al padre: "Aquí tienes lo que te mereces... Decide si la entierras o la incineras"

El crimen de Yaiza, el caso eclipsado de 'violencia vicaria'. "Quiero que pague por el sufrimiento que yo he pasado", dejó escrito a su abuela
La madre que asesinó a su hija Yaiza, al padre: "Aquí tienes lo que te mereces... Decide si la entierras o la incineras" - FOTOGRAFÍA: EL MUNDO
photo_camera La madre que asesinó a su hija Yaiza, al padre: "Aquí tienes lo que te mereces... Decide si la entierras o la incineras" - FOTOGRAFÍA: EL MUNDO

Según informa en exclusiva EL MUNDO, Cristina Rivas colocó cuidadosamente la pequeña caja blanca sobre la cómoda de la habitación de sus padres que había venido ocupando en los últimos meses. «Dinero para mi madre», había apuntado en la tapa. En su interior, un colgante y una tarjeta Visa con un post it en el que ponía: «Saca el dinero que queda. Pin XXXX». Junto a la caja, con igual meticulosidad, fue dejando tres sobres verdes y uno blanco. En el primero, también destinado a su madre, escribió: «Espero que puedas perdonarme. Te queremos». En otro: «Para mi abuela, que la quiero mucho. Lo siento yaya». En otro: «Para Sergio, el culpable de todo esto. Gracias». En el último, en el blanco, metió la documentación de su coche con los papeles que demostraban que ahora era propiedad de su padre y que acababa de pasar la ITV. Tras el ceremonial, se sentó primero en un lateral de la cama y se tomó un puñado de pastillas. Después, se acostó junto al cuerpecito inerte de su hija Yaiza, de cuatro años, a la que había asfixiado varias horas antes, y esperó la muerte.

Todavía nadie sabe qué pensó Cristina Villar mientras aguardaba a que la química hiciese su efecto. Quizás recordó su infancia feliz, quizás el momento en el que sus padres se separaron, quizás se preocupó de haber calculado bien la dosis de fármacos, quizás sintió una tristeza fugaz al imaginar la desesperación en la que sumiría a su familia, quizás se regodeó con la cara que pondría su ex al saber la noticia, al verse golpeado de forma brutal por ese te vas a enterar cruelísimo y descomunal que le había preparado.

En la carta en la que venía su nombre con ese sarcástico «gracias» en el sobre, había escrito: «Porque has hecho que me quite la vida, pero vas a llorar la muerte de tu hija. La última palabra la tienes tú. Decide si la entierras o la incineras». En la que dejó para su abuela -su intento de explicar la monstruosidad que había cometido-, el odio que rezumaba, la rabia, no dejaban lugar para nada más: «Quiero que pague por ello. Por todo el sufrimiento que yo he pasado, no se la voy a dejar».

De todo lo que planeó, en lo único que no logró salirse con la suya Rivas -con un nivel de frustración ante la realidad bajo mínimos, según sus conocidos- fue en el asunto de su propia muerte, y hoy se puede permitir el nefasto lujo de ser la privilegiada testigo de su obra desde la cárcel mientras la Fiscalía calibra si pide para ella prisión permanente revisable.

Cristina Rivas asesinó a Yaiza el lunes 31 de mayo, en Sant Joan Despí, un mes después de que Tomás Gimeno desapareciese con sus hijas Anna y Olivia, de 1 y 6 años, cuya búsqueda ha recibido, como es natural, todo tipo de atenciones mediáticas, sociales e institucionales. Incomprensiblemente, la muerte de Yaiza, que iba a cumplir cinco años el próximo 31 de julio, pasó prácticamente inadvertida entonces. La Generalitat tardó ocho días en ponerse en contacto, en privado, con Sergio, el padre, y sólo la presidenta del Parlament, Laura Borrás, escribió un tuit público de respaldo y condolencia.

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