El ticket viral de una farmacia que está removiendo conciencias en media España

La importancia de la sanidad pública y la seguridad social
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Según recoge el HuffPost, dos cantidades que son el perfecto resumen de lo que supone pagar impuestos y tener una sanidad pública y una seguridad social.

Como ya hiciera hace unas semanas Natalia de Castro, una madrileña con cinco enfermedades raras relacionadas con las patologías autoinmunes, ahora ha sido Ana Hidalgo la que ha querido mostrar con una imagen la importancia que tiene poder beneficiarse de un sistema público.

Esta catalana de 57 años, que padece problemas renales desde que era pequeña, ha publicado el ahorro que ha tenido tras comprar todos los medicamentos que necesita para este mes. La cifra, que se queda en 8,23 euros al tener una incapacidad permanente, ascendería realmente a casi 260 euros.

“Esta es la medicación que tomo cada mes y aún me faltan cosas. Si no existiera la sanidad pública, yo no podría pagarla... Es más, no creo que siguiera estando en este mundo... Por eso, hay que seguir luchando por ella, por una sanidad pública y de calidad”, ha afirmado.

Hidalgo, prácticamente desde que era una niña, siempre ha estado ligada a medicamentos, sesiones de diálisis e ingresos hospitalarios provocados por la enfermedad que padece: glomerulonefritis primaria. Con once años, recuerda ahora, un médico incluso le dijo a su padre que “solo le quedaba una semana de vida”.

“Se me habían parado los riñones y me había intoxicado por dentro e incluso se me había rasgado la piel”, cuenta ahora, 46 años más tarde y con infinitas ganas de seguir ganándole la partida a la muerte.

A los 16 años comenzó a ir a diálisis y, un año más tarde, se sometió al primer trasplante de riñón. Sin embargo, únicamente le duró dos años y tuvo que volver a los tratamientos de diálisis.

Así estuvo durante dos años, hasta que 22 su padre le dio el segundo riñón. De nuevo, no consiguió que se cuerpo lo aceptara debido al tratamiento de los anticuerpos y tuvo que volver a diálisis. Con 27 años se sometió a un tercer trasplante de riñón, el más fructífero y el más difícil de implantar.

“Me duró 27 años, pero al cirujano le costó mucho implantarlo. Lo iba a colocar en la zona abdominal pero como estaba muy tocada de las otras operaciones, decidió cerrarme y en la misma operación abrirme por detrás. Me levantaron las costillas y me lo metieron en su sitio normal. Estuvimos 11 horas de quirófano”, relata Hidalgo, que en 2019 tuvo que volver a someterse a un nuevo trasplante d de riñón.

Por ello, toda la vida ha estado unida a medicamentos inmunodepresores para adormecer a las defensas para que no la ataquen y rechacen el riñón. También ahora tiene que tomar anticoagulantes para el corazón porque sufrió una angina de pecho.

Eso hace que de no ser por la seguridad social no se los hubiera podido permitir siempre. “Hay en países que muchos trasplantados pierden el riñón o incluso se mueren”, asegura.

Además, subraya que las sesiones de diálisis, aunque las pastillas y los medicamentos son más baratos al tratarse de vitaminas o suplementos, acabarían siendo más caras que los propios trasplantes. “Son muy caras e iba tres veces por semana”, finaliza Hidalgo, que quiere seguir ganándole batallas a la muerte.

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