La COVID-19, ¿una nueva oportunidad para impulsar el voto electrónico en España?

Casi 37 millones de españoles tienen derecho a voto, según el CIS, y aunque no todo el mundo ejerza, cada convocatoria electoral implica el desplazamiento de miles de personas hasta los colegios electorales, donde son frecuentes las colas y aglomeraciones
La Junta Electoral Central declara válidas las papeletas con 'Elecciones Generales Noviembre 19'
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La covid-19 ha obligado a posponer muchos planes, también las mal llamadas "fiestas de la democracia". Ahora, los gobiernos estudian cómo poner urnas sin exponer a la población y el voto remoto aparece como una vía para evitar multitudes que, según los expertos, espera voluntad política. 

Casi 37 millones de españoles tienen derecho a voto, según el CIS, y aunque no todo el mundo ejerza, cada convocatoria electoral implica el desplazamiento de miles de personas hasta los colegios electorales, donde son frecuentes las colas y aglomeraciones. 

En un contexto de pandemia y distanciamiento social, los gobiernos buscan fórmulas para preservar los ritos democráticos sin hacer de los ciudadanos carne de cañón para el coronavirus. 

Galicia y el País Vasco son los primeros que tendrán que responder a esta cuestión en España, cuando celebren sendas elecciones autonómicas, previstas para el 5 de abril y aplazadas por la pandemia. 

¿Podría ser el voto remoto la solución? 

Un inciso: hablamos de voto remoto o por internet para diferenciarlo de los sistemas en los que los ciudadanos votan a través de máquinas desde espacios habilitados por el gobierno; eso también es voto electrónico, pero no serviría para evitar aglomeraciones. 

Varios expertos consultados por Efe defienden que la tecnología ya permite implantar sistemas para votar desde casa a través de internet, pero admiten que hay varios obstáculos políticos, legislativos y culturales que impiden que esta opción pueda ser una realidad a corto plazo. 

Lo primero que haría falta, coinciden todos, es voluntad política. 

"Ninguna formación se ha atrevido a abrir el melón del voto electrónico", destaca el politólogo experto en este ámbito Jaume Ríos. 

Algunos ayuntamientos de izquierdas como Barcelona o Madrid cuando gobernaba Manuela Carmena, precisa, sí que han usado el voto por internet en procesos participativos, pero los partidos nunca han planteado extenderlo a las elecciones legislativas.

Víctor Hidalgo, director de Ingeniería de preventas de Europa de Scytl, empresa que desarrolla soluciones electorales, apunta que un verdadero impulso del voto electrónico debería ir acompañado de una modificación de la ley electoral, que en estos momentos "ni lo contempla ni lo prohíbe, lo deja en una zona gris".

Para esa nueva normativa, continúa, se podría tomar como ejemplo la legislación de países como Estonia, uno de los más avanzados en voto electrónico. En las elecciones legislativas del pasado mes de marzo, la mitad de los ciudadanos de ese país votaron telemáticamente.

"En un momento de polarización y en que es muy difícil llegar a consensos, pensar que llegaremos a un acuerdo para una nueva ley electoral que permita el voto por internet parece poco probable", puntualiza Ríos. 

También hay que superar reticencias culturales, agregan: acostumbrados a depositar la papeleta en una urna de metacrilato, muchos ciudadanos desconfían de la seguridad de votar desde el móvil o el ordenador. 

Para el criptólogo especializado en voto electrónico, Víctor Mateu, estas dudas no responden a un peligro real: "En nuestro día a día ya hacemos cosas de máxima importancia, como gestionar el dinero, a través de aplicaciones móviles. Simplemente se trata de desarrollar una buena tecnología con un buen método de verificación". 

Como aún hay personas sin acceso a la red, los tres coinciden en defender que, en primera instancia, lo mejor sería implementar un sistema híbrido, en el que los ciudadanos tuvieran la opción de votar a través de internet o ir al colegio electoral.

Aunque no todo el mundo escogiera el voto electrónico, habría menos concurrencia en los colegios electorales y, en un contexto como el actual, menos riesgo de contagio.

Además de disminuir la cantidad de gente que acude a los puntos de votación, Hidalgo enumera otros beneficios del voto electrónico constatados en las experiencias de procesos participativos u otros países: aumenta la participación de quienes tienen problemas de movilidad y de los jóvenes, y se reducen los costes. 

Jaume Ríos advierte de que la implementación del voto electrónico no se puede hacer "de un día para otro", pero considera que sí que se podrían empezar a hacer pruebas piloto en determinadas ciudades o regiones durante las próximas convocatorias electorales. 

"Ahora mismo, el problema es que vamos un poco a ciegas. Lo que hay que hacer para cualquier tecnología, es empezar a usarla y descubrir cuáles son las ventajas y desventajas", zanja Mateu.

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