Suciedad y falta de oficinas bancarias ¿De qué se quejan ciudades y pueblos?

Según se desprende del recuento hecho por las delegaciones de la Agencia EFE a partir de estudios, informes y movilizaciones sociales de ciudades grandes, medianas y pequeñas y pueblos y áreas rurales de las distintas comunidades autónomas
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La suciedad, el ruido del ocio y el turismo, la inseguridad y el precio de la vivienda están entre las principales quejas de los vecinos de las grandes ciudades, mientras los habitantes de las zonas rurales protestan por el cierre de oficinas bancarias, la lejanía de los servicios públicos o la proliferación de parques eólicos.

En lo poco que ambos mundos coinciden es en la preocupación por la atención sanitaria, según se desprende del recuento hecho por las delegaciones de la Agencia EFE a partir de estudios, informes y movilizaciones sociales de ciudades grandes, medianas y pequeñas y pueblos y áreas rurales de las distintas comunidades autónomas.

Los recortes de la Sanidad Pública, los cierres de los Servicios de Urgencias de Atención Primaria (SUAP) y la suciedad en los barrios de Madrid están entre las quejas más recurrentes de las coordinadoras vecinales de los distritos de la capital, alarmadas también por el ruido que ocasionan las terrazas y el ocio nocturno en el centro, la contaminación y la falta de equipamientos.

El Barómetro, la encuesta periódica que cada seis meses entrevista a 800 barceloneses, reveló en su última edición, la de junio pasado, que la inseguridad es el primer problema de la ciudad, seguida de la limpieza, la gestión política municipal, el acceso a la vivienda, el turismo, la gestión del tráfico y la contaminación y el medio ambiente.

En ocasiones el descontento ciudadano deriva de hechos puntuales y específicos, como ocurre en Sevilla con las dos protestas más recientes: las de los barrios obreros que sufren cortes de luz, que han llegado a pedir la nacionalización de Endesa, y la de algunos vecinos de Triana por la tala "a traición" de un ficus centenario.

En el primero de los casos, la Plataforma Vecinal de Barrios Hartos de Sevilla se está coordinando con otros lugares de Andalucía y del resto de España, como Madrid y Barcelona, para "confluir en una gran movilización que visibilice esta situación".

En Málaga, la Asociación de Vecinos del Centro Antiguo viene denunciando aspectos como los ruidos por el ocio nocturno o la ocupación de las calles por las terrazas, además de la suciedad, las molestias que causan los apartamentos turísticos o el turismo de borrachera y las despedidas de soltero; mientras que en Córdoba se ha reactivado una protesta de vecinos del extrarradio porque no les llegan servicios básicos como el agua y la electricidad.

En Zaragoza, el último barómetro municipal recoge el transporte público -que encabeza la lista desde 2017-, la suciedad y el estado de las calles como los tres principales problemas de la ciudad, mientras que en Teruel las reivindicaciones pasan sobre todo por las deficientes comunicaciones, tanto de ferrocarril como de banda ancha.

El medio rural aragonés se quejas en cambio por la limitación de servicios de algunos centros sanitarios rurales y la falta de profesionales, que han llevado al cierre este verano de algunos centros de atención continuada, como el de Canfranc.

Las quejas más recurrentes en los últimos meses en la ciudad de Murcia tienen que ver con el calor y la falta de jardines y zonas de sombra para mitigar los efectos de las altas temperaturas, y el regreso de la actividad cultural tras la pandemia y la vuelta de grandes conciertos, la gran mayoría en el centro, ha suscitado muchas quejas por el ruido.

En Palma protestan los vecinos del barrio residencial de Santa Catalina por el "desmadre general" que genera de noche la proliferación de locales de ocio y restauración; y la plataforma contra los megacruceros en el puerto por el impacto medioambiental y en la salud de este modelo de turismo.

En Bilbao, los dos problemas que más quejas concitan son el viaducto de la autovía A-8 que sobrevuela el barrio de Rekalde, que piden derribar, y la falta de seguridad en el barrio de San Francisco y Bilbao La Vieja, mientras en San Sebastián las preocupaciones vecinales se centran principalmente en la carestía de la vivienda y el turismo de masas y en Vitoria en la limpieza y el ruido del ocio nocturno.

En cambio, en la zona rural alavesa las quejas se refieren al cierre de oficinas bancarias en los pueblos pequeños, a la lejanía de los servicios educativos o sanitarios y a la escasez de transporte público.

En las urbes gallegas preocupa principalmente la presencia masiva de personas, como los peregrinos que colapsan Santiago, con grupos enormes que hacen ruido y cantan desde primera hora; los asistentes a los conciertos en A Coruña, que generan importantes atascos; y los que acuden a ver las luces de Navidad en Vigo.

Sin embargo, la principal queja en el ámbito rural gallego está relacionada con los proyectos de parques o macroparques eólicos en zonas próximas a núcleos de población.

En Castilla-La Mancha hay quejas por la ocupación de viviendas, sobre todo en zonas limítrofes con Madrid y en algún barrio de Toledo; por problemas en los servicios ferroviarios, principalmente en Cuenca y Talavera de la Reina; y por inseguridad ciudadana, en este caso en la comarca toledana de La Sagra.

Mientras en Santander los vecinos se quejan de falta de espacio en las aceras por culpa de las terrazas de hostelería, muchas de ellas autorizadas durante lo peor de la pandemia, en las zonas rurales el lamento por excelencia, especialmente entre los ganaderos -y compartido con otras regiones del norte-, es la presencia de lobos y también la implantación de cada vez más parques eólicos.

A veces, problemas que en una gran ciudad serían pequeños, en una pequeña ciudad son grandes, como ocurre en Logroño, donde el asentamiento de personas sin hogar en la plaza de la Alhóndiga, junto a la estación de autobuses, ha generado quejas vecinales motivadas por una preocupación de salud pública. otros).

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