Los encantos escondidos de Castilla-La Mancha, escenarios mudos de la campaña electoral

Son las plazas, iglesias, parques, museos, centros culturales, teatros, auditorios, templetes de cada uno de los municipios de la Comunidad Autónoma que reciben esas visitas a lo largo de las dos semanas que dura la campaña electoral
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Sacedón (Guadalajara) - EP
photo_camera Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Sacedón (Guadalajara) - EP

Las caravanas electorales tienen el claro objetivo de trasladar el mensaje de quien las protagoniza desde las ciudades más pobladas a los municipios más recónditos, pero junto a los candidatos de uno u otro signo político, hay un protagonista mudo que se cuela en los mensajes que llegan al ciudadano.

Son las plazas, iglesias, parques, museos, centros culturales, teatros, auditorios, templetes de cada uno de los municipios de la Comunidad Autónoma que reciben esas visitas a lo largo de las dos semanas que dura la campaña electoral.

Los candidatos a las elecciones recorren la región de punta a punta celebrando mítines, encuentros, dando paseos, participando activamente en romerías y eventos de todo tipo, y degustando la variada gastronomía de Castilla-La Mancha.

Momentos que quedan reflejados no sólo en las imágenes que fotógrafos y cámaras van captando junto a los candidatos, y que llegan a los hogares de miles de ciudadanos, sino también en la retina de los profesionales y medios de comunicación que acompañan durante estos días a los aspirantes a gobernar alcaldías y a presidir la región.

De esta forma la campaña electoral se convierte en una extraordinaria campaña turística que, aunque en un plano secundario, muestra los encantos de la Comunidad Autónoma, los fácilmente identificables pero también esos otros tesoros escondidos que aguardan silentes.

HACIENDO PATRIA CHICA

Unos encantos que son, en muchos casos, fuente de ingresos turísticos para los municipios pero sobre todo un motivo de orgullo para sus vecinos y por supuesto para los alcaldes y candidatos, que presumen de patrimonio y, de paso, intentan arrancar a sus líderes algún compromiso para dar más vida a todo este capital cultural.

Desde el castillo de Almansa al olivo milenario de Daimiel, pasando por la plaza de Moral de Calatrava, sin dejar de admirar la Colegiata de Yepes, Castilla-La Mancha ofrece en cada pueblo y en cada uno de sus rincones lugares que merecen la pena y dejan su sello en la retina de todos los que trabajan en las largas jornadas de las caravanas electorales.

Comitivas sobre ruedas que recalan en la plaza de Ocaña, la iglesia parroquial de Santa Ana de Añover de Tajo, el Teatro Regio de Almansa, Puertollano, Pastrana o el pantano de Entrepeñas y Sacedón, en el Alto Tajo.

Todo ello sin olvidar las arraigadas tradiciones a las que muchos de estos lugares están unidos, como la romería al santuario de la Virgen de la Salud, en Barbatona (Guadalajara) o las decenas de ermitas de San Isidro diseminadas por la Comunidad Autónoma que se convierten en lugar de reunión durante el día del patrón de los agricultores, base económica de tantas zonas de la región.

Monumentos y personas que, en definitiva, permanecen unidos desde hace siglos y conforman juntos esa forma de ser que hace a Castilla-La Mancha una región única.

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