Un joven islamista profana 2 iglesias, quema 3 Vírgenes y decapita un santo en Navarra

Según informa este viernes el periodista Ángel Villarino en elconfidencial.com un joven marroquí de 20 años ha profanado dos iglesias, quemado tres Vírgenes, decapitado un santo y destrozado una cruz de piedra en menos de siete días.

No todos los habitantes de Ribaforada reconocen el rostro de Naoufal. Quienes lo hacen, lo describen como "un chaval tímido y educado" que pasaba muchas tardes "como Forrest Gump", sentado en un banco de este municipio agrícola del sur de Navarra. No dio nunca mucho que hablar hasta que una madrugada de principios de septiembre se encaramó a uno de los ventanucos de la mezquita del pueblo, rompió el cristal y se acomodó sobre la alfombra. Lo descubrieron arrodillado al día siguiente, con los ojos abiertos y las manos temblorosas. “Nos dijo que necesitaba rezar, que era el único sitio en el que conseguía relajarse,calmar su mente y sentirse en paz. Nos extrañó porque solo había venido dos o tres veces por aquí, no era una cara habitual”, dice Jamal Dden, presidente de la pequeña comunidad islámica.

La mezquita, bautizada Taqua (consciente de Alá), se ubica frente a la calle de los Caballeros Templarios y junto al Canal Imperial de Aragón, en un pequeño almacén de cemento con una puerta de chapa pintada de verde. Allí, cada tarde, al caer el sol, se reúnen a rezar decenas de musulmanes, casi todos inmigrantes marroquíes de primera generación que trabajan en los campos que rodean este pueblo de menos de 4.000 habitantes y donde viven unas 500 personas con pasaporte extranjero. La llamada a la oración se incorpora entonces a los ruidos vespertinos: al runrún del bar, las campanas de la iglesia y la música de una banda local que ensaya a pocos metros, continúa la información publicada por elconfidencial.com.

Días después de aquel primer incidente, Naoufal se coló en la iglesia del pueblo, arrancó varias hojas de una biblia, las tiró por el suelo y las pisoteó. Elataque de iconoclastia le llevó a recorrer después siete kilómetros de carretera asfaltada con su bicicleta amarilla para acabar apoyándola frente a la casa parroquial de Fontellas, un pueblo cercano de menos de 1.000 habitantes: cuatro calles delineadas por casas de piedra y manzanas de ladrillo de obra pública franquista. El marroquí escaló los tejados hasta llegar al campanario y se metió por un hueco de medio metro al final de la escalera. Una vez dentro, prendió fuego a los ropajes de tres vírgenes y al altar, destrozó con sus manos el misal y tiró al suelo varios objetos de la sacristía.

No hizo demasiado por ocultarse. Un vecino le vio saltando por el techo de la iglesia desde la plaza del ayuntamiento y avisó al alcalde, Andrés Agorreta, que a su vez llamó a la Policía Foral. Cuando llegaron, el humo ya salía por la puerta principal. Los bomberos tardaron un rato en apagarlo y varias horas en ventilar para poder valorar los daños.

“Cuando vi las Vírgenes, casi me muero. Las patronas con las que he compartido todas las penas y alegrías de mi vida... Esto no tiene perdón de Dios. Me lo contaron y pensé que ese hombre podía salvarse, pero ahora ya no le perdono. No ha robado nada, no se ha llevado nada. Entró para hacer daño y eso duele más”, lloraba Laurita Baselga, diaconisa octogenaria del templo y administradora de la iglesia bajo el título de “camarera de la Virgen del Rosario”. La viuda, dice el alcalde, lleva "medio enferma" desde que se enteró de lo ocurrido. "Es que esto es un susto muy gordo, una cosa de otro tiempo, de la Edad Media, nunca pensé que vería una Virgen quemada en este pueblo", reflexiona Agorreta.

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