La felicidad de una década cenando en Nochebuena en McDonald’s por todo el mundo

Según relata ella misma en el año 2010 ella y su hija decidieron establecer esta tradición 'antinavideña' sin serlo especialmente

La felicidad de una década cenando en Nochebuena en McDonald’s por todo el mundo
photo_camera La felicidad de una década cenando en Nochebuena en McDonald’s por todo el mundo

Un reportaje de Elena Moreno publicado en EL ESPAÑOL

Tengo que confesar que la primera vez que mi hija me dijo que cenáramos en Nochebuena en un Burger King o en un McDonalds no me lo esperaba y, quizás por eso, no me dio tiempo a reaccionar y a decirle que no. Era el año 2010, mi hijo mayor se acababa de casar y había decidido ir a pasar las fiestas con su mujer y su familia política.

La verdad es que el panorama que nos esperaba para esa Nochebuena a mí hija y a mí era hacer lo que llevábamos haciendo años, básicamente tomar una cena rica, con sopa de obispo, langostinos y una pularda o algo parecido de segundo. En casa nunca fuimos mucho de discurso del rey, pero quizás encenderíamos la televisión para ver alguna de esas galas casposas que pueblan ese día la programación, para apagarla seguramente poco tiempo después. Vamos, lo que hace la gran mayoría de los españoles. Pero en versión reducida, muy reducida. 

Así que no me sonó nada mal la idea de abandonar Madrid y aprovechar para hacer un viaje de tres o cuatro días a un destino que -según ella- tenía que cumplir dos requisitos: estar relativamente cerca (no superar las tres o cuatro horas de viaje y ser económico) y tener McDonalds o Burger King. Cuando le dije que sí a lo primero creo que no había procesado lo segundo, pero pronto supe que no era una broma. 

En el McDonalds de Marrakech, en 2011.

Ese primer año escogimos Malta. Menos de tres horas de vuelo, billetes baratísimos con Ryanair y sí, abundante presencia de restaurantes de hamburguesas de comida rápida, una comida que, por cierto, no me gusta especialmente y creo que no tomo ni un sólo día el resto del año. Sólo nos falló (sobre todo a mi hija, porque yo no soy especialmente antinavideña) un detalle: viajábamos al país más católico de Europa y, por ende, el peor destino del mundo para olvidar esa celebración.

Después de reírnos por nuestro despiste, comprobamos aliviadas que, a pesar del estricto catolicismo del país, el McDonalds que escogimos -muy cerca de nuestro hotel- estaba perfectamente abierto en Nochebuena. Al fin y al cabo, en ninguna encíclica se menciona específicamente la prohibición de cenar hamburguesas para celebrar el nacimiento de Jesús. Sólo hubo algo que me molestó: creo recordar que no servían cerveza. Con los años he descubierto que esto depende del país, así que no le puedo echar la culpa a las fiestas. 

En aquel entonces yo no tenía Facebook, pero mi hija colgó una foto mía y la subió al suyo. Según ella, con mucho éxito. Desde entonces, nuestro viaje anual no es sólo para nosotras, sino también para los que ella llama mis fans. Desde que yo también me apunté a la famosa red social también la comparto, pero creo que genero menos comentarios que cuando la sube mi hija. Muchas veces, cuando volvemos al hotel los leemos juntas y la verdad es que son todos muy amables. Con el tiempo, he llegado a pensar que a muchos de los que realmente comen manjares en Nochebuena les da un poquito de envidia nuestro plan

La última vez la pasamos en Chipre.

En las nueve navidades que han pasado desde que empezamos con esta tradición hemos ido, además de a Malta, a Marrakech, Barcelona, Sevilla, Nápoles, Londres, Atenas y Chipre, y este año nos comeremos la hamburguesa en Estambul. Hubo un año que nos tuvimos que quedar en Madrid porque me operaron y sólo uno en que fallaron nuestros planes. Fue en Nápoles donde, a pesar de haber establecimientos tanto de McDonalds como de Burger King, no encontramos ninguno abierto la noche del 24. Acabamos cenando pasta en un hotel sólo para turistas y subimos mi foto de todas formas, con la consiguiente explicación. 

Las veces que hemos optado por destinos españoles, hemos tenido que cenar casi a la hora de la merienda. Como es lógico, los empleados no comparten nuestra rareza y sí quieren cenar con sus familias, así que no suelen cerrar más tarde de las nueve. No importa, porque lo pasamos bien igualmente y, lo que yo creo que más le importa a mi hija, podemos subir la foto de rigor. Me parece que fue en la Nochebuena que pasamos en Barcelona que estábamos en el hotel a las nueve de la noche. ¿Problema? Ninguno. Habíamos metido el DVD de Casablanca en la maleta y acabamos la noche llorando mientras Ingrid Bergman abandonaba la ciudad y a Humphrey Bogart. ¿Se puede pedir más? Sí, que sigamos celebrando la Nochebuena así durante muchísimos años

Fuente: EL ESPAÑOL

Comentarios