España se queda sin bosques maduros, claves contra el cambio climático

Se considera que un bosque es maduro cuando se trata de hectáreas de paisaje que han evolucionado libremente sin mucha huella humana y libres de fenómenos extremos, como huracanes o incendios
Faltan bosques maduros en España, donde menos de un 1% de los rodales lo son
photo_camera Faltan bosques maduros en España, donde menos de un 1% de los rodales lo son

En España apenas quedan bosques maduros, aquellos que no han recibido ninguna perturbación en 100 años -talas, incendios u otras afectaciones humanas o climáticas-, y menos de un 1% de los rodales pueden considerarse 'maduros', una vejez virginal que es un escudo contra el cambio climático.

Se considera que un bosque es maduro cuando se trata de hectáreas de paisaje que han evolucionado libremente sin mucha huella humana y libres de fenómenos extremos, como huracanes o incendios; unas condiciones que les ha permitido unas dinámicas de fauna y flora únicas y disfrutar de árboles viejos y de tamaño excepcional.

"Justamente estas cualidades son claves ante la lucha contra el cambio climático", destaca el ecólogo del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y experto en bosques maduros Jordi Vayreda, con motivo de la celebración este domingo del Día Mundial de los Bosques.

Según Vayreda, los bosques maduros "además de soportar una alta biodiversidad, mantienen mejor la humedad ambiental y resisten más eficazmente la sequía y la erosión, y la propia humedad, la madera gruesa y la diversidad de tamaños y formas de los árboles ayudan a que los incendios que llegan no sean tan catastróficos".

"Además -añade- en las etapas más maduras, los bosques maduros siguen capturando dióxido de carbono de la atmósfera".

El técnico del CREAF Lluís Comas señala que "los bosques maduros generan grandes cantidades de madera de árboles que han muerto de viejos y que son refugio y alimento de muchas especies de invertebrados, que representan el 99 % de la biodiversidad animal del bosque".

"La gente asocia esta madera muerta con más plagas y es lo contrario, porque cuanta más diversidad aparece, más depredadores que las controlan hay", según Comas, que subraya la necesidad de tener bosques maduros porque son como "una vacuna" contra el cambio global.

Desgraciadamente, los expertos explican que esta situación es muy difícil de encontrar en la Península ibérica, ya que "no hay ningún bosque que haga unos 200 o 300 años que no tocamos para hacer aprovechamientos. Sin olvidar que la región mediterránea es muy seca y favorable a incendios", según Vayreda.

"Un bosque de pino necesitaría 400 años para llegar a un estado maduro y es casi imposible que en tanto tiempo no queme", subraya el ecólogo, que advierte que también influyen las condiciones ambientales donde crece el bosque.

Así, un mismo árbol puede tardar 300 años en convertirse en maduro en un suelo profundo y rico en nutrientes y mucho más en un suelo pobre.

Si bien no existen bosques maduros estrictamente en la Península y, de hecho, hay muy pocos en toda Europa, los ecólogos admiten que existen dos figuras alternativas que se le acercan: los rodales maduros y algunos bosques singulares.

Se trata de pequeños reductos que cumplen parte de las características de un bosque maduro, aunque en el mediterráneo, de todos los rodales de bosque existentes, menos de un 1 % son maduros.

Según Comas, "hay algunos bosques singulares, que sólo cumplen algunas de las propiedades de madurez, pero que tienen más extensión, como por ejemplo una antigua dehesa abandonada hace muchos años, que todavía mantiene árboles viejos y se combinan con el nuevo bosque joven que va avanzando".

Cataluña ha sido pionera en España en localizar y caracterizar los bosques singulares y los rodales maduros y algunos proyectos cuentan ya con quince años de trayectoria, como los inventarios forestales de La Garrotxa, el Alt Pirineu y el Montseny.

La ingeniera forestal del Parque Natural del Montseny Anna Sanitjas advierte de la poca cantidad de rodales maduros que quedan en esta zona, "sólo un 0,02 % en el último inventario de 2020".

El primer trabajo exhaustivo que cataloga estos bosques, el "Inventario de los Bosques Singulares de Cataluña", apareció en 2011 y fue coordinado por el CREAF por encargo de la Generalitat.

En diciembre de 2020, se presentó el informe del Estado de la Naturaleza en Cataluña 2020, que dedica un espacio especial a evaluar el estado de madurez de los bosques catalanes.

Según este documento, en una escala del 1 al 10, los bosques han pasado de tener un grado de madurez de 1,8 a 2,3 en los últimos 25 años, datos que, según el CREAF, "todavía son muy mejorables".

Ante esta situación, Sanitjas explica que "los bosques que están en un nivel de premadurez hay que decidir si dejarlos a dinámica libre y que evolucionen solos en el tiempo, o si se les ayuda para que lleguen antes al estado de madurez, por ejemplo cortando o anillando algunos árboles para generar madera muerta, o abriendo pequeños claros en los hayedos homogéneos para diversificar las edades de los árboles".

"Hace falta una política valiente para conservar nuestro patrimonio natural, pero evidentemente no todos los bosques deben ser maduros. Hay que buscar un mosaico donde convivan con otros más jóvenes y con espacios abiertos, como zonas de pastos y cultivos. Es importante para hacer un territorio más resistente y resiliente ante el cambio climático", concluye Anna Sanitjas.

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