La desesperanza por un futuro incierto subyace en las protestas estudiantiles en Cataluña

Los jóvenes que protagonizan las protestas más contundentes contra la sentencia del procés en Cataluña no se mueven solo por el deseo de independencia
La desesperanza por un futuro incierto subyace en las protestas estudiantiles en Cataluña
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Los jóvenes que protagonizan las protestas más contundentes contra la sentencia del procés en Cataluña no se mueven solo por el deseo de independencia, sino que el fallo del Supremo ha detonado el malestar que acumulan por un futuro que ven incierto y desesperanzador.

Así opina el investigador de movimientos juveniles de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) Carles Feixa, que sostiene, en declaraciones a Efe, que "no se puede hablar de un perfil único" en las manifestaciones y protestas de Cataluña.

El experto reconoce que "hay una gran base de estudiantes, de bachillerato y universitarios, que simpatizan con el independentismo y se manifiestan porque ven su futuro en entredicho".

Las dificultades para emanciparse por no poder acceder a una vivienda, la precariedad laboral, tener que pagar las tasas universitarias más caras, la desafección política, la crisis climática o la violencia y las desigualdades de género subyacen también en las protestas de los jóvenes catalanes, independentistas o no.

Feixa asegura que en las protestas hay jóvenes de origen diverso, "desde anarquistas a menores extranjeros no acompañados, que pese a no ser independentistas se suman porque no ven su futuro claro y ven en la independencia la única utopía cercana".

El profesor considera que la novedad de estas protestas no es tanto la violencia, que según el especialista está "más destinada a la exhibición y la destrucción de cosas que a la violencia contra las personas", sino su duración y su gran participación "con sectores de la población que hasta ahora se situaban al margen, jóvenes de clase media, menores y chicas".

"Lo más grave no es el fuego exterior, que quema pero se apaga pronto, sino el fuego interior de los jóvenes, que se consume lentamente y se puede traducir en odio", comenta el experto.

Esta generación, que Feixa llama "generación blockchain", unida por la tecnología y la cultura colaborativa, se mueve "por un profundo sentimiento de injusticia", pero también por "un sentimiento de falta de futuro, nacional y personal".

"El deseo de independencia busca la autodeterminación nacional (emancipación del gran padre estatal) y personal (emancipación del pequeño padre familiar): la idea que se persigue es poder determinar el destino de la propia vida", destaca Feixa.

Un universitario de 21 años, que estudia una ingeniería y es asiduo a las manifestaciones con altercados, ha afirmado a Efe no tener "más interés en la independencia que en preservar mi derecho a la manifestación". "Primero los derechos y después la independencia", recalca.

Este estudiante, que hace dos años no era independentista, agrega que su soberanismo se despertó a raíz de las cargas policiales para impedir el referéndum del 1 de octubre de 2017.

"Desafortunadamente, actuar violentamente contra la policía es la única manera con la que nos hemos hecho oír", defiende este alumno, que manifiesta su rabia por el uso policial de gas y balas de goma y confiesa que nunca le ha tenido miedo a la policía sino "mucho respeto".

Otro estudiante de 19 años, que prefiere no revelar su nombre ni la carrera que cursa y que también ha formado parte de alguna de estas manifestaciones, cuenta a Efe que está muy "cansado de la ineficacia de los políticos, que son los culpables de la situación a la que hemos llegado".

"Me gusta la frase: 'somos los de abajo y hemos venido a por los de arriba'", confiesa este joven, que afirma que en los enfrentamientos con la policía "la adrenalina provoca la pérdida de cualquier pensamiento lógico".

Sobre su asistencia a la manifestaciones que acaban en disturbios, el joven explica que sus padres "prefieren hacer ver que se creen las mentiras que les cuento" y ve cómo única solución la convocatoria de un referéndum.

La independencia de Cataluña ha dejado de ser una prioridad también para una estudiante de Educación Social de 21 años, que admite que la independencia le "da igual" y sale a la calle para protestar contra la vulneración de derechos y las injusticias sociales, económicas y políticas.

"Salir a la calle es mi única manera de expresar mi indignación porque yo no soy política, y solo me quedan las piedras, el fuego, los contenedores y jugar al pilla pilla por las calles", declara.

Músico y estudiante de Fotografía, otro joven de 20 años explica a Efe que "la rabia y las ganas de un cambio pueden más que el miedo, que nos ha dejado en casa muchas veces ya".

Ve en la independencia de Cataluña el principio de un cambio, pero no la quiere bajo el régimen de la "burguesía catalana", sino "una independencia socialista e igualitaria para todos", por lo que asegura que no tiene la intención de dejar de manifestarse.

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