La bellota, ¿alimento de los pobres tras un simbólico pasado de prestigio?

La bellota, ¿alimento de los pobres tras un simbólico pasado de prestigio?
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La bellota, que hoy día puede tener una cierta percepción negativa si a alguien se le llama "bellotero" o "eres más de campo que las bellotas", en el pasado fue un elemento de prestigio e incluso simbólico desde el primer milenio antes de Cristo hasta época reciente.

El profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha Juan Pereira está desarrollando un proyecto, en colaboración con la Diputación de Toledo y la facultad de Ciencias Ambientales, en el marco del cual analizan el papel jugado por las bellotas, desde el punto de vista económico y el cultural, en el centro de la península Ibérica.

Según ha explicado Pereira a Efe, desde la Edad de Oro, periodo del que habla el poeta griego Hesíodo en el que el hombre vivía en un estado ideal o utopía, aparece el fruto de la encina vinculado a su utilización como alimento humano.

Los trabajos arqueológicos han sacado a la luz una gran cantidad de piezas, del primer milenio a.C., de adorno personal, collares o pendientes hechos en materiales nobles como el oro, la plata y el marfil, en los que el que el símbolo utilizado es la bellota.

No han dado todavía con su significado, pero Pereira apunta que la bellota es el fruto del árbol más extendido por todo el mundo mediterráneo, el árbol de Júpiter, y el símbolo del que habla Hesíodo cuando se refería al pasado edénico del hombre que vivía en perfecta holganza alimentándose de lo que le ofrecen los árboles, bellotas y miel.

Hay referencias desde muy antiguo, ha comentado el profesor, que caracterizaban a los pueblos prerromanos de Iberia como lugares donde se comía bellota de forma habitual, y de hecho la península Ibérica, desde la prehistoria más reciente, sería una enorme masa de encinar, aquella de la que Estrabón decía que una ardilla podría cruzar la península sin bajarse de los árboles.

Con el andar de los siglos, y desde el punto de vista económico, la dehesa se convirtió en un modelo de explotación agropecuaria del cerdo ibérico o de aprovechamiento para el ganado.

Curiosamente, hasta hace relativamente poco tiempo la palabra bellota no adquiere "una cierta sanción negativa como un elemento despreciativo: bellotero, eres más de campo que las bellotas".

Hasta hace poco nadie se sentía despreciado si se le relacionaba con la bellota ni consideraba que estaba comiendo un pan de pobre o que estaban haciendo algo reservado a la gente de más ínfima categoría de la sociedad.

Madoz, en su diccionario geográfico, cuando habla de la provincia de Toledo ya advierte que había algunos pueblos que estaban perdiendo parte de su riqueza por eliminar el encinar.

En la documentación de los pueblos de los siglos XVIII y XIX se aprecia que una parte importante del presupuesto municipal deriva del alquiler de la dehesa "para el suelo y el vuelo", es decir, para las bellotas que caen al suelo y para las que se pueden varear.

La bellota se ha comido cruda, asada, cocida, molida y mezclada con cereales, se han hecho panes de los que había variantes, como un sucedáneo de turrón mezclándolas con caramelo o miel.

Durante la recogida de la aceituna, en pleno invierno, el tentempié consistía en un higo seco con una bellota dentro, y eso es "una carga energética muy importante", destaca Pereira.

La documentación también refleja que en algunos de los repartos de parcelas, las encinas que daban las bellotas más dulces estaban marcadas, de tal manera que se sabía que, si esa encina era podada, entrecavada y era abonada convenientemente, todos los años daba una buena cantidad de bellotas dulces que eran las más aprovechables.

Pero el declive en el consumo de bellota se produce al eliminar encinar para convertirlo en tierra de labor.

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