Lluvia de estrellas: El anticiclón y la Luna se alían a favor de las acuáridas

Este año, las acuáridas se producirán entre el 19 de abril y el 28 de mayo, y su observación será más favorable en el hemisferio sur del planeta, especialmente en lugares ubicados en el trópico

Lluvia de estrellas: El anticiclón y la Luna se alían a favor de las acuáridas
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Como cada año a comienzos del mes de mayo llega la lluvia de estrellas más importante de la primavera, la eta acuáridas, que en esta ocasión contará con el permiso de la meteorología y de la Luna para brillar en todo su esplendor. Será en la madrugada del lunes 6 de mayo.

Este año, las acuáridas se producirán entre el 19 de abril y el 28 de mayo, y su observación será más favorable en el hemisferio sur del planeta, especialmente en lugares ubicados en el trópico, como las islas Canarias.

Las acuáridas proceden del cometa 1/P Halley, un cuerpo celeste grande y brillante que viaja alrededor del Sol en una órbita de 76 años y que fue visto desde la Tierra por última vez en 1986.

Esta lluvia de estrellas se produce todos los años por estas fechas cuando la Tierra atraviesa un anillo poblado con los fragmentos desprendidos del cometa que, en su largo viaje, deja pequeñas partículas metálicas que traspasan la atmósfera y se desintegran, convirtiéndose en las estrellas fugaces que vemos.

El Halley, que produce esta lluvia de estrellas y las oriónidas de octubre, "procede del llamado Cinturón transneptuniano, que alberga objetos compuestos de hielo y rocas, y que se encuentra más allá de la órbita de Neptuno", explica en declaraciones a Efe la investigadora del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) Julia de León.

Este cometa es, sin duda, uno de los objetos celestes más populares y atractivos de la historia, y sus apariciones (su órbita permite que en algunas ocasiones podamos verlo a simple vista) han ido en muchas ocasiones asociadas a eventos oscuros como guerras y desastres naturales, "siempre por superstición o ignorancia", recuerda la investigadora.

Su primer avistamiento fue documentado por astrónomos chinos en el año 239 a.C., pero su descubrimiento oficial se debe a Edmond Halley (1656-1742), quien usando las leyes de la gravedad de Newton y los movimientos planetarios calculó por primera vez las órbitas de varios cometas y demostró que estos objetos seguían un trazado circular.

Con suerte, si los que vieron pasar al cometa en 1986 siguen vivos en 2061 tendrán el privilegio de volver a ver a este viejo conocido de la historia de la astronomía. Los demás, tendremos que conformarnos con las lluvias de estrellas que nos deja cada año.

En esta ocasión, la observación de las acuáridas será "muy buena" ya que coincidirá con un anticiclón que mantendrá despejado el cielo de la Península Ibérica y con la luna nueva (el novilunio tendrá lugar el día 5 de mayo), explica a Efe el astrónomo del Observatorio Nacional de Astronomía (OAN) Mario Tafalla.

De hecho, las acuáridas serán "una de las mejores lluvias de estrellas del año porque las famosas perséidas de agosto, en las que se suele ver un gran número de meteoros por hora, coincidirán con la luna llena y serán muy difíciles de observar", advierte el astrónomo.

Las acuáridas dejarán entre 40 y 85 meteoros por hora que atravesarán la atmósfera terrestre a una velocidad bastante alta, de 66 kilómetros por segundo.

El momento álgido de la lluvia (el máximo) se producirá sobre las 16.00 horas (hora oficial peninsular) del 6 de mayo, por lo que el mejor momento para la observación será la madrugada de ese día.

El espectáculo astronómico parece proceder de un único punto del cielo denominado "radiante", que se utiliza para dar nombre a la lluvia de estrellas.

El radiante de esta lluvia de estrellas es la constelación de Acuario, de ahí el nombre de eta acuáridas.

Para disfrutar del espectáculo, "no hace falta ningún equipo especial. Tan solo hay que alejarse de la contaminación lumínica de las ciudades e ir a cualquier lugar que nos asegure un cielo oscuro", aconseja Tafalla.

"Lo más recomendable es ir a un lugar con pocos obstáculos (edificios, árboles o montañas) que nos limiten el campo de visión, y tumbarse, dejar que la vista se acostumbre a la oscuridad y mirar al cielo", concluye.

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