Fin a 2020, el año en que llegó la escuela en casa y se aprobó la 'ley Celaá'

No pasó demasiado tiempo desde las primeras noticias sobre contagios y brotes por el coronavirus en España hasta el cierre de los centros educativos, primero en la Comunidad de Madrid, el 10 de marzo, y después en todo el país
 Cursos online para niños durante la cuarentena
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Repasar el maldito 2020 es revivir cómo la cotidianeidad de colegios y universidades se frenó en seco por un nuevo virus y los hogares se convirtieron en seudoaulas para alumnos y docentes, quienes este curso son ejemplo de aplicar medidas anticovid a la vez que ven cómo se ultima la aprobación de la octava ley educativa en democracia.

No pasó demasiado tiempo desde las primeras noticias sobre contagios y brotes por el coronavirus en España hasta el cierre de los centros educativos, primero en la Comunidad de Madrid, el 10 de marzo, y después en todo el país.

Y si en un principio el estado de alarma establecido por el Gobierno parecía algo de pocas semanas e incluso muchos universitarios se volvieron a sus casas de origen sin llevar casi apuntes y libros, luego se tradujo en el cierre de todas las clases presenciales para lo que quedaba del curso 2019-20.

La educación a distancia y "online" se convirtió en la realidad diaria y muchas familias tuvieron que combinar teletrabajo con telecolegio.

Todos en casa, trabajando y estudiando o, al menos, intentándolo de la mejor manera posible dentro de las posibilidades de cada hogar.

La labor docente también cambió de repente, reinventando los profesores la forma de dar clase, examinar a sus alumnos y, fueran los tutores o no, ayudar en todo lo que podían a sus alumnos, incluso proporcionándoles el material escolar necesario.

La brecha digital entre los estudiantes -especialmente, en los hogares más desfavorecidos- y la falta de formación de muchos docentes en este sentido ha aflorado durante la crisis sanitaria y parece que la covid-19 puede traer consigo el impulso a partir de ahora de la digitalización.

El curso acabó sin fiestas escolares o de graduación y con la recomendación de la ministra de Educación, Isabel Celaá, de intentar que nadie lo perdiera por culpa del coronavirus.

Si los profesores abrieron la mano o no con las calificaciones de los alumnos o si la prueba de acceso a la Universidad (EBAU/EVAU), que se celebró bajo medidas sanitarias y de seguridad, incluyó menos temas que otras veces se quedaron al final solo en una pequeña polémica.

Septiembre trajo el nuevo curso 2020-21 con una vuelta a clase presencial en la que las reglas eran claras: uso obligatorio de mascarillas a partir de los 6 años, toma de temperatura, distancia de seguridad y dar prioridad a la limpieza y ventilación de las aulas.

Unas medidas aplicadas muy bien en colegios (más de 8 millones de alumnos y 700.000 profesores) y universidades (más de 1.600.000 estudiantes y 122.000 docentes), donde las incidencias por el coronavirus han sido escasas y se han ido apagando bastante las voces de algunas familias pidiendo decidir libremente si llevar a sus hijos a clase o no.

El año también se va recién conocido el dato de que los alumnos de cuarto curso de Primaria han empeorado en su rendimiento sobre Ciencias y Matemáticas, alejándose de la media de la OCDE y la UE, según el Estudio Internacional de Tendencias en Matemáticas y Ciencias (Timss) 2019 de la OCDE.

Unos resultados conseguidos con la Lomce o ley Wert vigente pero a la que le queda poco tiempo de vida, al estar concluyendo este mes el trámite parlamentario de la Lomloe o ley Celaá.

Una ley que, como ha pasado con todas las anteriores, no tiene consenso unánime al no poner de acuerdo a los principales partidos (PSOE y PP), y que en esta ocasión ha provocado que una marea naranja, la de la plataforma Más Plurales, haya lanzado una campaña en defensa de los centros concertados y de los de Educación Especial tal y como los conocemos ahora.

También que el castellano deje de ser lengua vehicular de la enseñanza, que se permita pasar de curso a pesar de los suspensos si existe tal decisión consensuada por los profesores o que se quite peso a la asignatura de Religión son otros temas que han provocado la confrontación.

En este año que despedimos con ansia, el ministro de Universidades, Manuel Castells, ha tenido que salir al paso de las críticas sobre que "estaba desaparecido", afirmando que eran "fake news", aunque sí se disculpó tras frivolizar sobre que algunos estudiantes se habían ido "a lugares más divertidos" en el confinamiento y se habían olvidado de llevar apuntes y libros, en referencia a los que se habían ido a las casas familiares.

La covid-19 obligó a las facultades a terminar también las clases el curso pasado de forma "online", lo que afectó bastante a las asignaturas con prácticas.

El primer trimestre de este curso se ha desarrollado con bastante normalidad, aunque las universidades han establecido un modelo mixto de enseñanza, es decir, clases presenciales, a distancia y en línea.

La Universidad este año también ha anunciado algún cambio normativo, como el proyecto de decreto para la Creación de universidades, por el que se retirará la categoría universitaria a aquellos centros que no cumplan unos mínimos de investigación y docencia y si el 50 % de su alumnado no estudia algún grado. 

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