Los edulcorantes artificiales vuelven a estar en el centro de la polémica. Esta vez, la alerta gira en torno al aspartamo, uno de los más utilizados a nivel mundial, presente en productos tales como la Coca-Cola Light. En medio de una batalla que enfrenta a la industria alimentaria y a los organismos reguladores, se ha dado a conocer que en pocos días, el endulzante artificial aspartamo será declarado como “posiblemente cancerígeno para el ser humano”. Así lo ha revelado la agencia de noticias Reuters que ha tenido acceso a fuentes que han participado en la investigación llevada a cabo por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC), el órgano de la Organización Mundial de la Salud (OMS) responsable de llevar a cabo investigaciones sobre el cáncer.
El anuncio del CIIC llegaría literalmente el mismo día que la presentación de las conclusiones de la investigación llevada a cabo por el Comité de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA), órgano internacional que evalúa la inocuidad de los aditivos alimentarios. Su investigación busca determinar la probabilidad de que se produzca un tipo específico de daño, bajo determinadas condiciones y niveles de exposición al aspartamo.
Aún no se conocen los resultados que presentarán los expertos del JECFA. Sin embargo, la coincidencia entre ambos anuncios ha disparado las alertas. Sobre todo, teniendo en cuenta que las evaluaciones del CIIC no suelen estar exentas de polémica. De hecho, casos similares en el pasado, han suscitado hasta disputas legales.
Como en todo, siempre hay dos campanas y como es de esperar, los perjudicados siempre buscan defender su posición. En este caso, desde la Asociación Internacional de Edulcorantes (ISA) que tiene entre sus miembros a Coca-Cola, Mars Wrigley y Cargill, ha salido a desestimar la investigación del CIIC al considerar que no se trata de una “revisión científicamente exhaustiva” y que sus revisiones “podría inducir a error a los consumidores”.
El problema es que en medio de la batalla, los que salen perjudicados son los consumidores que, ante tantas informaciones contradictorias ya no saben a quién creer. Lo que es aún peor, esta confusión se ve profundizada por medidas adoptadas desde los mismos órganos que, en teoría, buscan promover la transparencia. Este es el caso, por ejemplo, de una de las medidas avaladas por la OMS para garantizar la información transparente a los consumidores: la adopción de un etiquetado en la parte frontal de los envases de productos alimenticios.
Para la OMS, el etiquetado frontal de alimentos es una herramienta “simple, práctica y eficaz” para informar a los consumidores “sobre los productos que pueden dañar la salud y ayudar a orientar las decisiones de compra”. Sin embargo, basta con ver lo que ha sucedido con el Nutri-Score, el modelo de etiquetado nutricional desarrollado en Francia, para comprender por qué una etiqueta de colores no es suficiente para impulsar hábitos de consumo saludable, ni mucho menos para revertir las tasas de obesidad y de otras enfermedades no transmisibles que más afectan a la población.
Cabe recordar que la misma OMS ha actualizado sus recomendaciones sobre edulcorantes sintéticos y naturales, que no contienen azúcar. La organización advierte ahora que sustituir los azúcares por edulcorantes no azucarados, no ayuda a controlar el peso a largo plazo. También desaconseja a los consumidores utilizar dichos endulzantes como sustitutivos del azúcar ya que consideran que éstos “no confieren ningún beneficio a largo plazo en la reducción de la masa corporal en adultos o niños”. Recomendación que, señalan, no aplica a las personas que padecen diabetes preexistente.
El ejemplo del Nutri-Score sirve para ilustrar a la perfección esta discordancia ya que precisamente, una de las limitaciones que más se le ha reprochado al sistema es que no tomaba en cuenta la presencia de edulcorantes. Como resultado, los tan cuestionados refrescos “cero” recibían las más altas calificaciones. Por ejemplo, la tan cuestionada Coca Cola Zero obtenía una B de color verde, en una escala de la A a la E y de colores del verde oscuro al rojo. ¿Cómo la OMS avala una etiqueta que precisamente beneficia a los productos con edulcorantes?
Las numerosas críticas apuntando a esta falla del NutriScore, llevaron al comité científico encargado de las actualizaciones del algoritmo a presentar una nueva versión del modelo. Una especie de NutriScore 2.0 que sí tendrá en cuenta los edulcorantes presentes en las bebidas. Esto, sin embargo, no pone fin a la polémica ya que se les otorga un plazo de dos años a los fabricantes para reemplazar las etiquetas existentes. Es decir que hasta ese entonces, las clasificaciones no serán las correctas, lo que generará aún confusión.
“Nutriscore está basado en un algoritmo extremadamente simplista muy fácilmente manipulable y con muchas luces y sombras. Lo que debería guiar a los consumidores para hacer una elección más interesante se ha convertido en una herramienta de marketing”, sentencia Luis Cañada, fundador de FITstore.es que ha llevado a cabo un estudio sobre el etiquetado. El informe revela cómo algunos fabricantes alteran las recetas de sus productos para engañar al algoritmo y obtener mejores evaluaciones, al reemplazar azúcar por maltitol.
La polémica con respecto al Nutri-Score es mucho más amplía y no solo tiene que ver con la falta de penalización a los edulcorantes. Las abrumadoras objeciones por parte de la comunidad científica europea han alertado a la Comisión Europea que estaba dispuesta a darle luz verde a su proyecto de adopción de un etiquetado armonizado a nivel europeo. Previsto inicialmente para finales del 2022, este proyecto se ha estancado, a pesar de los esfuerzos por parte de los desarrolladores del sistema por desestimar toda voz que critique al sistema.
El punto que es aún más preocupante es que el grupo de desarrolladores que son sumamente activos en la promoción del modelo y que buscan a toda costa su adopción obligatoria en la UE, acusan a todo aquel que se opone al sistema de actuar bajo la presión de grandes grupos alimentarios. Esto al mismo tiempo que desde la otra campana acusan a grandes grupos como Nestlé o Danone de manipular el sistema para blanquear sus productos malsanos. Una vez más, el fuego cruzado perjudica a los consumidores ya que tanta información y evaluaciones contradictorias acaban desinformando. Es hora de que las autoridades, comiencen a pensar en otro tipo de soluciones que permitan aportar claridad y transparencia, en lugar de seguir dando lugar a herramientas que contribuyen a la confusión.