La primera cuchillada del descuartizador de Pioz: un niño que acabó en psicópata

Por unas notas, asestó dos cortes a un profesor en 2013. "Si lo contrarías, estás en peligro", recuerda un primo suyo. Janaína, asesinada junto a sus hijos y su marido, llamaba asustada a su familia en Brasil

La herida que causó Patrick a su profesor y el cuchillo que utilizó, junto a las imágenes del mismo Patrick y sus tios asesinados - El Español
photo_camera La herida que causó Patrick a su profesor y el cuchillo que utilizó, junto a las imágenes del mismo Patrick y sus tios asesinados - El Español

El diario que dirige Pedro J. Ramírez, El Español, publica este domingo un amplio reportaje de Arturo Lezcano, en el que se dibuja el perfil del joven de 19 años que hace unas semanas asesinaba y descuartizaba a sus tios y primos en un chalé de la localidad alcarreña de Pioz.

“Tira la niña a la basura”, escuchó Janaína un día de junio de este año. Muerta de miedo, miró a Patrick, el sobrino de su marido, Marcos. E intentó acallar el berrinche de su hija mayor, Maria Carolina, de cinco años, que lloraba al lado de su hermano, Davi, de uno, mientras Patrick insistía: “A esa niña hay que tirarla a la basura”, comienza señalando el reportaje que publica El Español.

Tres meses después, en otra casa, en otro lugar, Janaína, Marcos, Maria Carolina y Davi fueron asesinados de forma metódica, sádica y secuencial: primero mataron a la madre, luego a los niños y, cuando llegó a casa, al padre. Tras mutilar los cuerpos de los adultos, metieron los cuatro cadáveres en bolsas de basura. La investigación sobre el crimen múltiple de Pioz (Guadalajara) ha concluido que el principal (y único) sospechoso de la masacre es Patrick. Pero ¿quién es Patrick?

UN CHICO DE BIEN DE UNA CIUDAD AMAZÓNICA

Según prosigue la información de El Español, la familia asesinada es de João Pessoa, capital de Paraíba, un pequeño y alejado estado al noreste de Brasil, pero su sobrino, Patrick, de 19 años, nació y creció en un lugar todavía más remoto, en plena Amazonia y a 2.500 kilómetros de distancia. En una ciudad llamada Altamira, estado de Pará, construyó su hogar la hermana del fallecido Marcos, Soraya Nogueira, junto a su marido, François de Melo Gouveia, un médico que se hizo muy conocido en la ciudad. Juntos abrieron una clínica de radiología, llamada Unimage, y se convirtieron en una familia influyente de Altamira, que tiene 140.000 habitantes.

Desde que el pasado 18 de septiembre se supo la noticia de la muerte del hermano de Soraya, la zozobra se instaló en sus parientes. Cuando esta semana se supo, desde España, que la Guardia Civil reunía pruebas concluyentes sobre la autoría del asesinato múltiple y estas acusaban a Patrick, la familia cerró la clínica y se fue a João Pessoa, donde aún reside la rama materna de los Gouveia. Allí está también Patrick, que ya vivió en la ciudad antes de ir a España. Lejos de Altamira encontraron el apoyo cuando se conoció la acusación, cuando acudieron a declarar –voluntariamente, según su abogado, y hasta dejaron pruebas de sangre para comparar el ADN encontrado, pese a que no hay investigación abierta contra él en Brasil- y ahora que los medios los buscan y quieren conocer su historia.

En João Pessoa la familia lo protege, pero con matices. “Si demuestran que es culpable debe caer el peso de la ley sobre él”, ha dicho estos días a medios locales Jacqueline, hermana de Marcos y tía de Patrick. En Altamira también cierran filas en torno al joven. Su tía Gerusa de Melo, ex concejala de la ciudad, se limitó a decir a este periódico una escueta frase: “Yo creo en su inocencia. Es lo único que tengo que decir”. Y ni una letra más. Sus parientes directos han clausurado sus perfiles en las redes sociales y no dan entrevistas, salvo pequeños despachos como el citado.

Pero, en general, todo lo que rodea a Patrick en Altamira está cubierto de un fino velo: los entrevistados se niegan a dar su nombre y cuando hablan del asunto separan a la familia del chico. Una periodista local lo resume así: “Ciudad pequeña, infierno grande. Ellos son influyentes, conocen a muchísima gente y nadie quiere hablar mal de ellos. Ya ha pasado con otros sucesos en la ciudad". "Cuando pasa algo con alguien de dinero, todos a callar”, dice, a la vez que también pide el anonimato.

DE COLEGIO EN COLEGIO

De vuelta a la historia de los Gouveia, Soraya y François tuvieron dos hijas –hoy, médicos y residentes fuera de Altamira- y un niño. El menor, según cuentan quienes  lo han tratado, siempre tuvo problemas, a pesar de la vida de manual social que seguía con sus padres y hermanas mayores: acudían a los eventos de la ciudad, participaban de las fiestas e incluso Patrick fue monaguillo en la iglesia que frecuentó, de siempre, la familia. Y sin embargo, algo chirriaba., continúa el periodista de El Español en el reportaje sobre este joven, 

Sus profesores en el primer colegio en el que estudió, la escuela Anchieta, donde cursó desde preescolar hasta quinto de primaria, dicen que tenía “una personalidad fuerte y turbulenta”, y que desembocó en conflictos con otros compañeros de colegio. “Era agresivo y en los estudios parecía ausente”, asegura una profesora. “De algún modo, ya empezaba a mostrar las uñas”. Los problemas le hicieron cambiar de colegio.

Pero la “turbulencia” se incrementó: ya preadolescente fue expulsado del colegio privado Gildete Dutra. Oficialmente, “se le solicitó la baja en la matrícula por incompatibilidades”. Detrás del eufemismo, cuenta un abogado local, había desencuentros agresivos con alumnos y profesores. Pero nunca se tradujo en una denuncia. Era una época de expansión social para Patrick, que participaba de fiestas y ocio de acuerdo al estatus familiar y de su colegio. No llegó a tener excesivas relaciones con chicas, y ninguna fue considerada novia, según cuentan varias fuentes. Finalmente recaló en el colegio Objetivo, el que llaman “mejor colegio de Altamira”. Y entonces, ocurrió el episodio que le marcó la existencia antes de viajar a España.

EL PROFESOR APUÑALADO

Según prosigue la información de  El Español, el 12 de junio de 2013 Patrick –por entonces 16 años- estaba en clase de biología. Había tenido una mala experiencia con el profesor, el joven Carlos Alberto Conceição, de 23 años, que le había puesto una mala nota y por ello habían discutido. Aquella mañana, en plena clase y sin mediar palabra, Patrick se levantó de su silla y, enfrente de todos los alumnos, apuñaló por detrás al profesor, primero en el cuello y después en el vientre, con un cuchillo de ocho dedos. Cuentan las crónicas de entonces que “el alumno demostró gran frialdad y se quedó de pie viendo cómo el profesor sangraba en el suelo”. Las cámaras instaladas en el aula poco le importaron a Patrick, quien aseguró, acompañado de abogados, que “lo había hecho para darle un susto al profesor”. “Todo fue por una tontería, por una discusión de una nota. Ahí tiene que haber problemas psicológicos”, apunta un periodista que cubrió aquel suceso.

Por el apuñalamiento, Patrick fue acusado de tentativa de homicidio y fue internado en un centro para menores en Santarém, otra ciudad amazónica, a 500 kilómetros de su ciudad. Cuarenta y cinco días después ya salía libre, después de haber hecho terapia y trabajo socioeducativo. “Después del asunto la familia lo sacó inmediatamente de Altamira. Empezó a ir a lugares donde tenía parientes, y enseguida terminó en João Pessoa”, asegura un conocido del entorno, quien también apunta que se sucedieron las visitas a los psicólogos. Y de ahí saltó a España, donde estaban sus tíos y pequeños primos, hasta su repentina y anticipada vuelta.

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