Los últimos días de Blanca Fernández Ochoa 'mendigando' un empleo digno para subsistir

A lo largo de estos años, a la laureada esquiadora no le quedó más remedio que emprender en todo tipo de trabajos

Blanca Fernández Ochoa padece trastorno bipolar y su situación económica es muy "precaria"
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Según informa Brais Cedeira en EL ESPAÑOL, un acto tradicional que se celebra al cierre de la temporada de esquí, a mediados del mes de abril, es el que se produce en el Madrid Snowzone con el campeonato organizado para periodistas. Se trata de una competición amistosa en una pista cerrada de 200 metros. Van las familias, las hijas, los hijos. Es un día festivo y alegre. Hay regalos, comida; el mundillo de este deporte de nieve, reunido en un solo lugar. Cuentan quienes acuden regularmente a este evento que era uno de los actos que Blanca Fernández Ochoa nunca solía perderse. Figura totémica de los deportes de invierno, era habitual encontrársela por allí. Pero este año no apareció.

No estaban siendo las mejores semanas de su vida. Es la opinión que deslizan la mayoría de las fuentes empleadas en este reportaje. Una de las mayores figuras de la historia de los deportes de nieve en España se encontraba en un momento delicado, personal y económicamente. Antaño su presencia en todo tipo de actos estaba garantizada, pero en ocasiones más recientes, Blanca desapareció por completo del mapa. El 16 junio, en un partido de rugby de la Selección Española, en la que milita su hija Olivia, fue la última vez que se dejó ver en uno de estos eventos multitudinarios.

¿Se había cansado Blanca de tener que llamar puerta por puerta para conseguir un trabajo? ¿Había dejado de luchar? Son preguntas complicadas de responder, pero la mayor parte de los miembros de su entorno, amigos, compañeros de trabajo, conocidos, periodistas, seres queridos, reconocían que la laureada esquiadora atravesaba una temporada complicada. Continuaba tomando la medicación que tenía prescrita; llevaba consigo el litio que le habían recetado para tratar el trastorno bipolar que padecía desde años atrás. Tras su trágica muerte, y a falta de conocerse todos los datos de una autopsia que no ha sido revelada, la hipótesis del suicidio permanece en el ambiente como una posibilidad real y plausible.

El cuerpo de Blanca apareció el pasado miércoles 4 de agosto, a las doce y media de la mañana, en la subida hacia el alto de La Peñota. Dieron con ella un guardia civil fuera de servicio que se encontraba patrullando en su tiempo libre con su perra, experta en el rastreo de estupefacientes en el Centro Cinológico de El Pardo. La hallaron sin vida junto al Pino de San Roque. Llevaba entre siete y nueve días muerta.

Junto a ella se encontró una mochila con sus escasas pertenencias: unas cuantas monedas, y una importante cantidad de pastillas de litio, toda su medicación, la que tenía recetada para tratarse del trastorno bipolar que padecía desde años atrás. La última persona que la había visto, un vecino de Cercedilla, quien advirtió su presencia días atrás, en torno al día 24 o 25 de agosto, en el centro del pueblo, junto a la estatua de bronce de su hermano Paco, Paquito Fernández Ochoa. Allí le dio un beso a la efigie de su amado hermano, se santiguó, se dirigió al vecino cuando este la saludaba y le dijo que se marchaba al monte, en dirección a la Peñota.

Tras su caso se han puesto de relieve las penurias por las que atraviesan gran parte de los deportistas de élite cuando acaban su carrera profesional. Una semana y media después del hallazgo de su cuerpo, EL ESPAÑOL reconstruye los últimos pasos de la vida de Blanca Fernández de Ochoa. Era siempre ella quien se sacaba las castañas del fuego. Hizo todo cuanto estuvo en su mano. No hizo ascos a ningún trabajo que se le puso por delante. Todo lo que hiciera falta por seguir.

Trabajos de todo tipo

A Blanca no se le caían los anillos por buscarse la vida del modo que fuera: anuncio publicitarios, guía de montaña, excursiones con ricos pudientes, reality shows de baratillo... En su entorno la recuerdan como una mujer que buscaba toda clase de retos, asuntos que la entusiasmasen y que despertasen cierto interés en ella. Por eso, en los últimos meses, la decepción fue patente en la ex esquiadora cuando llamó a las puertas de la Federación y nadie respondió al otro lado.

Según ha podido saber EL ESPAÑOL, a lo largo del último año Blanca se dedicaba mayormente a visitas guiadas por la naturaleza, por la montaña o de esquí con grandes multinacionales. Era una de las últimas ocupaciones que se le conocían. También había montado con sus hermanos una empresa de electroestimulación a domicilio, atendiendo a amigos cercanos, en sesiones de 20 minutos cada una.

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