"¿Tú crees que me lo merezco?": la reacción de Letizia a los ataques de su suegro

En la imagen de archivo la reina Letizia, el rey Juan Carlos y su hijo el rey Felipe VI
La periodista Pilar Eyre cuenta los sentimiento que experimentó la reina cuando supo que no salía muy bien parada en las memorias de su suegro

Un artículo de PIlar Eyre publicado en exclusiva en Lecturas

¡Seria! ¡Nuestra reina en el país de las sonrisas estaba seria! ¡Desde que salió de España arrebujada en un abrigo negro que le tapaba los zapatos hasta que llegó al aeropuerto de Chengdú, catorce horas después, vestida con el mismo atuendo, algo que no le hemos visto hacer nunca! Una gravedad gestual y una sobriedad indumentaria que se extendió a todos los momentos que Letizia pasó en China. En el primer acto al que acudió, un homenaje a Antonio Machado por el 150 aniversario de su nacimiento, repitió un traje rosa que ya se había puesto en un evento de los Premios Princesa de Asturias. 

Flores con significado

Llevaba unos simples pendientes y apenas sonrió con timidez en un par de ocasiones. En la cena privada con el presidente Xi Jinping y la primera dama lucía otro vestido repetido, bastante feo, por cierto, de color oliva y unas plumas de marabú inexplicables en un lado.

Se mantuvo en silencio, arropada por su marido, que estaba pendiente de ella. En su bienvenida a Pekín fue cuando mostró el outfit más comentado: un abrigo gris de Carolina Herrera, del que la prensa china dijo que “estaba bordado a mano con peonías como un delicado homenaje a nuestra cultura”.

La pena es que llevara un fular arrugado en el cuello que no pegaba ni con cola, pero vista su expresión aterida y cómo se lo apretaba contra la garganta, la combinación del viento y 9 grados de temperatura debía ser bastante agresiva. Lo extraño es que llevara zapatos destalonados sin medias, una de sus señas de identidad por algún motivo que desconocemos. 

Los gestos de Felipe

Para el banquete más importante, en palacio, con el presidente y su mujer, Letizia eligió otro modelo repetido, un precioso vestido blanco y negro de Carolina Herrera que ya había llevado en los Premios Princesa de Asturias de 2022. No lo acompañaba ni de pulseras, ni anillos, ni collares ni, por supuesto, tiara, tan solo unos pendientes de perlas de Ansorena. Su actitud en todos estos actos era contenida, vulnerable, hasta el punto de que su marido le dirigió varias muestras de cariño, como cogerla por el brazo, decirle algunas palabras al oído que le hicieron sonreír, ¡en fin, se mantuvo a su lado sabiendo las tormentas que agitaban su alma!

A Letizia solo se la vio desenvuelta y alegre en su vista a la Universidad de estudios extranjeros de Pekín porque siempre se muestra así cuando está con niños o con gente joven, y quizás también porque era el último día de viaje. Llevaba un traje pantalón color burdeos “de oficinista”, y la prensa china dijo que se había mostrado “jovial y muy cercana”. Aquí algún medio reprochó a la reina que no aprovechara estos viajes internacionales para lucir más prendas españolas, un comentario muy injusto y equivocado ya que Carolina Herrera pertenece al grupo catalán Puig.

La sombra del emérito

Sobria, seria, circunspecta, con joyas minimalistas, que no están los tiempos para frivolidades ni dispendios. Y no estoy hablando solo de política internacional, sino de la situación personal de una familia. La familia real, concretamente. Porque cuando los reyes embarcaron rumbo a China, el libro de memorias de Juan Carlos llevaba ya una semana en la calle. Y los periodistas nos habíamos centrado sobre todo en la opinión que el emérito manifestaba, no “sobre”, sino “contra” la reina. Que mantenían malas relaciones y que Letizia no había contribuido a la cohesión de la familia.

¿Cómo ha sido tan insensato Juan Carlos de poner estas frases en su libro? ¿No se daba cuenta de que estas palabras han manchado para siempre la posible relación que pueda tener con sus nietas, cuando se lamenta por no verlas a menudo, o con su hijo, al que acusa, además, de insensibilidad?

Más que memorias parece un ajuste de cuentas y una declaración de guerra de un hombre que ya no tiene nada que perder y al que todo le importa un pito. ¿Dónde ha quedado aquel rey que manifestaba que para él la institución estaba por encima de todo? Pero así se escribe la historia de las monarquías: primero se enfrentó a su padre y ahora se enfrenta a su hijo.

Me cuentan que la reina está, más que enfadada, dolida y disgustada. Que no sabía nada del contenido del libro y que cuando se enteró, no daba crédito. Y que su primera reacción había sido hablar con su marido y preguntarle: “¿Tú crees que me lo merezco?” Y que Felipe, sin dudarlo, se puso al lado de su mujer frente de su padre. Le duele lo que ha dicho de él, pero sobre todo sabe lo injusta que es la acusación de que Letizia ha dividido a la familia, porque cuando se casaron precisamente Juan Carlos hacía casi vida marital con Corinna y apenas veía a sus hijos y sus nietos. No sé cómo funcionan Felipe y Letizia como matrimonio, pero sí sé que el equipo trabaja al unísono.

Guerra abierta

¡Se han roto las hostilidades, ha empezado la guerra! El partido del Juan Carlos tiene muchos adeptos, casi toda su familia –hijas, hermana, sobrinos, nietos menos Leonor y Sofía–, algunas publicaciones y muchos monárquicos que se sienten ninguneados por Letizia, a la que acusan de haber suprimido ese grupo de cortesanos que no faltan alrededor de ningún rey y que solo miran por sus propios intereses. Pero Felipe y Letizia cuentan en su haber con algo mucho más importante: el respeto de los ciudadanos y una heredera que nos ha robado el corazón.