¡Isabel Pantoja en shock! A la luz sus secretos con Encarna Sánchez tras 26 años

Desvelan muchos de los secretos que Encarna Sánchez se llevó a la tumba
En la histórica imagen de archivo en la Cadena Cope Mila Ximénez, Isabel Pantoja y Encarna Sánchez - GTRES
photo_camera En la histórica imagen de archivo en la Cadena Cope Mila Ximénez, Isabel Pantoja y Encarna Sánchez

Según informa Manuel Román en CHIC, han transcurrido algo más de veintiséis años de la muerte de Encarna Sánchez, la locutora mejor pagada en la historia de la radiodifusión española; mujer de controvertido carácter, tan admirada como temida. Se llevó a la tumba muchos secretos, algunos de los cuáles los desvelan ahora dos excelentes profesionales del medio: el productor Pedro Pérez y el periodista Juan Luís Galiacho: el primero estuvo veinte años trabajando casi codo a codo con ella, y el segundo, veterano investigador, cinco años como estrecho colaborador asimismo.

El libro que firman al alimón, que sale a la calle este dieciseis de noviembre aporta sustanciosas informaciones, que uno imagina causarán cierto revuelo: ¿qué fue de la gran fortuna que dejó al fallecer?, ¿quién o quiénes se llevaron cuarenta y tres millones de pesetas que, en vida, guardaba en su mansión madrileña de La Moraleja, por la que había pagado ocho millones?, ¿cómo fue su relación con Rocío Jurado y por qué la atacó cuando iniciaba su íntima amistad con Isabel Pantoja?, ¿y su también estrecha cercanía con Mila Ximénez?, ¿cómo es que seguía también disfrutando al lado de la joven barcelonesa Nuria, un amor hasta el final?, ¿cómo es que no hizo otro testamento y dejó, o se olvidó, el redactado hacía mucho tiempo en favor de una amante a la que había olvidado?, ¿y qué pasó con toda su familia almeriense con la que no se hablaba?… Interrogantes, muchas. Las respuestas, se encuentran en "Encarna en carne viva", que así se titula el volumen que nos ocupa. Puede que se encuentren algunas suposiciones, mas en general todo cuanto contiene responde a cuanto vivieron a su lado los mencionados autores, profesionales de prestigio y nada dados a escribir "de oídas" o acudiendo a chismes sin verificar la verdad.

Encarna Sánchez siempre trató de ocultar su edad. Coquetería femenina. Leo en una revista estos días que contaba cincuenta y seis años al irse de este mundo. Tenía sesenta y uno. Natural de Carboneras (Almería). No tenía apenas estudios cuando muy jovencita le gustaba cantar las coplas de moda en la postguerra. Iba a alguna emisora y la anunciaban como Carmen de Almería. Probó como locutora: una bonita voz, gran facilidad de expresión. Dio el salto a Madrid. De Radio España pasó a Radio Miramar, en Barcelona. Allí protagonizó un suceso que la obligó a marcharse de España. ¿Tuvo algo que ver doña Carmen Polo de Franco? En México hizo telenovelas, radio y también funciones teatrales. Vuelta a España, a empezar de nuevo. La conocí mediado el decenio de los 60. Había tenido un novio en su época juvenil, en su tierra. Y me confesó que en Los Ángeles se había casado: matrimonio que le duró poco tiempo. En adelante ya no era un secreto para quienes la conocíamos que tenía otras preferencias. Tuvo una novia, la actriz Clara Súñer. Las encontraba algunas noches en la cafetería California, de la calle de la Salud, antes de irse al programa que Encarna mantenía en Radio España, en el edificio de la cadena Ser. Y de Barcelona se trajo a Madrid una joven rubia, muy simpática, llamada Nuria Abad, uña y carne hasta el final de la locutora.

Me ocupo de su vida personal, sin desdeñar desde luego el inmenso caudal radiofónico que desarrolló durante cerca de cuatro décadas, con bajadas a los infiernos y lucha a muerte con sus rivales hasta convertirse en la imbatible dueña de las ondas desde que la contrató la cadena Cope a partir de 1984. Ganó millones de pesetas. En su última época percibía doce millones de pesetas mensuales (algo más de setenta mil euros), pero es que además se llevaba un buen pellizco por sus comisiones publicitarias a través de su propia empresa. Se beneficiaba desde luego la Cope, por la elevada audiencia que lograba Encarna Sánchez: lo mismo entrevistaba al político de más actualidad que a cualquier personaje popular. Se dirigía a las amas de casa. Me decía: "Pero también me escuchan intelectuales, profesores, universitarios...".

Necesitaba sentirse querida en la intimidad. Fijó un día su atención en Rocío Jurado. La apoyó a través de las ondas. Hasta que un día le confesó la admiración que sentía… y algo más. La chipionera desdeñó aquel deseo. A partir de entonces, la almeriense ideó otra táctica: recurrir a la supuesta rival, Isabel Pantoja, alabándola hasta la saciedad, mientras atacaba a la Jurado. Ambas cantantes eran amigas, aunque por razones de sus casas de discos y representantes no quisieran actuar juntas. Doy fe que no había problemas entre ellas, porque estando yo en México en el mismo hotel que ambas, supe que habían pasado una larga tarde juntas en la "suite" de la sevillana. No me dejaron estar presente, alegando que estaban vestidas con chándal y no presentables y deseaban la privacidad para intercambiarse sus cosas. Ahora bien: cuando la Pantoja y Encarna vivieron su especial relación, parece ser que las dos copleras se veían menos.

Dicen que Encarna conoció a Isabel en noviembre de 1990 cuando aquella le hizo una larga entrevista en su programa. No es cierto. A finales de los 80, durante setenta semanas, colaboré con la popular locutora en el último tramo de su programa, los martes, de siete y media de la tarde hasta las ocho, titulado "El jurado del pueblo", ella oficiando de supuesta defensora y el que suscribe en el papel de fiscal, sobre un caso inventado con un trasfondo de tipo humano. Los oyentes votaban al final a favor de uno de los dos, para dirimir quien había ganado. Me despedí una tarde, hacia 1988, comentándole a ella que me iba a la presentación de un disco de Isabel Pantoja. Encarna ignoraba eso: no había sido invitada. No conocía a la cantante. Inmediatamente me pidió que la acompañara. Ya en la calle, a la puerta tenía uno de sus tres coches de alta gama: un Rolls Royce. Su chófer nos llevó en seguida al hotel Meliá-Castilla. Nada más llegar al salón donde tenía lugar el evento, Encarna se fue directamente (nunca mejor dicho) a la habitación donde estaba la Pantoja, antes de comenzar el acto. Lo que se dijeron, lo ignoro. Pero ese día, apuesto que fue el del primer encuentro entre las dos mujeres.

Encarna había tenido anteriormente, en 1986, un romance con Mila Ximénez, a la que mediante un cheque por valor de medio millón de pesetas, contrató en su programa de la Cope, pagándole además, semanalmemnte setenta y cinco míl "púas". La tenía contentísima: generosa, le regaló un coche, no sé si un "milquinientos· o quizás fue un "Mercedes". Pero la entrada de Isabel Pantoja en escena acabó con Mila. Recuérdese como mucho tiempo más tarde, quien fuera esposa de Manolo Santana ponía como hoja de perejil a la cantaora en las tertulias televisivas donde Mila tomaba parte. Parece que la ruptura de Encarna con ella tuvo también que ver con el hecho de que Mila se fuera unas semanas de verano a Marbella dejando desolada – y cabreada – a la Sánchez.

Y si Encarna desplegó tantas atenciones a la ya desaparecida Mila Ximénez, con Isabel Pantoja fue como una permanente Reina Maga, con millones de por medio y ayudas continuas para comprarse una casa, o regalándole caros vestidos y lujosas joyas. ¡El desiderátum…! Si la viuda de Paquirri tenía serios problemas económicos para mantener su finca "Cantora", ahí estaba su buena amiga para prestarle cuanto fuera necesario. Nada que objetar por nuestra parte, estaría bueno. Y lo que siguió posteriormente fue una gran decepción para Encarna Sánchez. Si bien compartió días de playa en Caños de la Meca con Isabel y María del Monte, verano de 1995, advirtió que estas dos se entendían muy bien. Tampoco eso merece crítica alguna. Una sana amistad. Pero la Sánchez no gustaba del trío, sintió celos y "dio puerta" a la Pantoja. A la gran locutora, con todo el poder que sustentaba, sus millones, su elevado tren de vida, le quedaba menos de un año en este mundo.

Le detectaron un cáncer de pulmón, que luego se le complicó con ramificaciones cerebrales. Fumaba mucho. Resulta una paradoja que en sus principios como locutora un veterano del micrófono, advirtiendo que la joven pronunciaba con voz aguda, le recomendó que hiciera uso del tabaco. Y, ya ven con qué resultado necrofílico. Procuró que nadie se enterara, salvo los íntimos: su productor, Pedro Pérez; sus comadres de "La mesa camilla", Mari Carmen Yepes, Maruja Díaz, Paquita Rico, Carmen Jara… Encarna recurrió primero a ser auscultada en un hospital de Houston, luego en una clínica de París, adonde viajaba en tren, por su fobia a los aviones, cada semana o cada quincena, según iba el tratamiento, despistando a los reporteros que trataban de sorprenderla con sus cámaras en el aeropuerto de Barajas, creyendo que venía de Suiza. En febrero de aquel funesto 1996 dejó su programa, sustituyéndola Esmeralda Marugán. Y ya no volvió a la sede de la Cope, a espaldas de la Cibeles. Permanecía en su casoplón de La Moraleja donde el oncólogo que la trataba, doctor Manuel Santos, ya no tuvo otra opción que anunciarle que le quedaba muy poco tiempo de vida: unas semanas, unos días, no iba a llegar a la Semana Santa. Ni los tratamientos en Houston, ni en París, ni en Pamplona ni en el hospital San Francisco de Asís fueron eficaces para salvarla, por mucho que ella aguantara estoicamente. Dejó en vísperas de su adiós una grabación de despedida para sus millones de oyentes. Y el 5 de abril de 1996 dejó de existir.

Pocas fechas más tarde sucedió la sorpresa de su testamento. La beneficiaria, su lejana amiga de antaño, Pilar Cebrián, que como actriz se la conocía por su sobrenombre de Clara Súñer. La conocí cuando nos encontrábamos en Prado de Rey donde ella grababa muchos Estudio l. Se había portado muy bien con la madre de Encarna, cuando ésta se fue a México y en compensación le dejó todo lo que entonces tenía en herencia, el día que falleciera ésta, claro. Eso sucedió en 1970. Y en 1996, Encarna Sánchez había olvidado redactar otro testamento, dado que con Pilar Cebrián ya hacía tiempo que no se veían. Ella fue la primera sorprendida con la fortuna que iría a disfrutar, no en dinero sino en dos edificaciones valiosas: el chalé de La Moraleja donde vivió la locutora hasta el final de sus días, y el que tenía en Marbella, que le había facilitado Jesús Gil, creo recordar que habitado antes por Antonio Banderas. El resto de los bienes de Encarna Sánchez ya forman parte del misterio. Sus restos, una vez incinerada, se arrojaron al mar, en una triste ceremonia en el Mediterráneo.

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